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Percy, todo un símbolo

Cuando era dirigente sindical de los trabajadores de la prensa, una colega que fue objeto de intento de violación y de secuestro me pidió ayuda. Fuimos en procura de protección a la Policía, donde se nos dijo que iban a asignar un equipo especial para esclarecer el hecho, pues la víctima podía reconocer a uno de los dos agresores y ayudar a realizar un retrato hablado.

El mayor de Policía asignado al caso, tras escucharnos y aceptar dirigir la investigación, me pidió que espere afuera. Minutos después salió la colega iracunda porque el oficial le había ofrecido convertirse en su amante para “protegerla”. Indignado, le reclamé al policía, quien me contestó que parte de su trabajo era “intimar con la víctima”.

El año pasado fuimos testigos de la violación de una mujer completamente desvanecida por el alcohol, en la sala de sesiones de la Asamblea Departamental de Chuquisaca, por parte de un asambleísta. Un funcionario del Gobierno a quien entrevisté sobre el tema me respondió que era un caso de racismo, ya que “si el supuesto violador no hubiese sido humilde, nadie hubiera hablado del asunto”. Y más fresca aún está la mano del alcalde de Santa Cruz, Percy Fernández, sobre la pierna de una periodista que intentó entrevistarlo, y las carcajadas de los chupamedias (hombres y mujeres), testigos del hecho que festejaron la ocurrencia de la autoridad.

El Centro de Información y Desarrollo de la Mujer (Cidem) ha contabilizado cinco oportunidades de violación de los derechos humanos de las mujeres por el alcalde Percy Fernández: en mayo de 2009, cuando insultó a una periodista de Unitel, a quien le sacó la lengua y la echó diciendo “me arruinó el día, váyase dengue, dengue, dengue, mire la cara de dengue que tiene”. En agosto de 2010, en una inspección al viaducto del cuarto anillo besó por la fuerza, en la boca, a una funcionaria. En 2012, la Secretaria de Gestión de la Alcaldía soportó el pellizco en una de sus nalgas cuando se retiraba de la testera. En marzo de 2012, en la Villa 1° de Mayo manoseó el trasero de una concejal mientras ella decía un discurso. Y el quinto, el de la mano sobre el muslo de la periodista.

He leído versiones airadas, indignadas, contra el alcalde Percy Fernández. Incluso una demanda judicial. Pero creo que todos sabemos que ni la indignación ni la justicia serán útiles para sancionar al abusivo. 

El caso del mayor (autoridad) que le propone convertirse en su amante a la víctima que llega a la Policía pidiendo auxilio, o del asambleísta (autoridad) que viola con ayuda de sus asistentes a una subalterna desvanecida o del alcalde Percy Fernández no pasarán de una anécdota más para recordar en el próximo atropello.

¿De qué sirve aprobar leyes a favor de la dignidad y derechos de la mujer (dignidad del ser humano) si se festeja o justifica a quienes las violan porque tienen poder?

Creo que el alcalde Percy Fernández debe ser considerado como un símbolo del atropello contra la mujer (sus ocurrencias incluso tienen penas de cárcel, según Cidem). Por ello habría que ponerlo en su lugar: como símbolo, en un afiche con su fotografía aferrado a la pierna de la mujer agredida (cuyo rostro aparecerá difuminado), con la leyenda: “Ni lo festejes, ni lo permitas. ¡Es delito!”.

Asimismo, debería circular un spot en la televisión con la secuencia de la agresión, en el que se resalte el sonido ambiente de carcajadas que la festejan. Y (mientras en imagen sigue el forcejeo para retirar la mano de la pierna): Voz en off, hombre: “Ni lo festejes”. / Voz en off,  mujer: “Ni lo consientas”. /  Voz en off de ambos: “¡Es delito!”.

Tanto el afiche como el spot deberían ser difundidos con insistencia y por un larguísimo tiempo (en acuerdo con televisoras), en correspondencia con el sentir de la sociedad, que está harta del abuso de poder, de que se festeje y se consienta este clase de abuso, y harta de la impunidad de los abusos de los poderosos.