No fue un hecho fortuito, tampoco una suerte de campeón y mucho menos la “altura de La Paz”, fue la fórmula de Azkargorta, asimilada por sus jugadores —que consiste en la voluntad asociada siempre a la inteligencia para que los futbolistas crean más en ellos—, la que consiguió que el club Bolívar pase a formar parte del grupo de los cuatro mejores equipos de la Copa Libertadores.

La clasificación a semifinales no es “sorpresiva” ni una “inspiración”, como definen algunos “deportólogos”. Tampoco es el resultado del ánimo exaltado “en un festival de folklore, mascada general de coca entre quenas y charangos, bolichón de cholos y cholas” (como lo describe con tintes racistas el periodista del diario deportivo Olé Ariel Cristófalo, refiriéndose despectivamente a los bolivianos que trabajan dignamente en ese país y que hicieron temblar el estadio del cuadro local por el amor a su país y a su equipo) lo que propició que el club consiguiera el empate frente a Lanús que le permitió soñar en Argentina.

Esa hazaña de la Academia era de esperarse por el resultado de la combinación de elementos futbolísticos con técnicas motivacionales que el vasco empleó en sus jugadores para cambiar la improvisación por elementos como la disciplina, la programación o el refuerzo del trabajo táctico en el campo; en definitiva, elevar la autoestima no solo del equipo, sino de todo un país.

Además, es el producto de jugadores que abrieron su mente y quisieron creer más en ellos, mantener el orden, la disciplina y la convicción, como destacó Azkargorta. Es el fruto del apoyo de miles de hinchas que creyeron que sí se podía y que entendieron la premisa de un extraño que vino hace 21 años a Bolivia: el balompié no es de dioses sobrenaturales, sino de hombres antes que futbolistas.

Pasaron 62 años desde que un grupo de amigos se reunió en el casco viejo de la ciudad de La Paz y formó el club con más títulos en la Liga y un subcampeonato en la Copa Sudamericana. Hoy comienza un nuevo capítulo de logros y el desafío es comprender de una vez por todas la fórmula del Bigotón que revolucionó el fútbol boliviano: “se juega como se vive”. De lo contrario, esta clasificación solo será un hito, recordado una y otra vez como algo que fue y no será más, como pasó con la clasificación al Mundial de 1994.

Los partidos de ida y vuelta comenzarán después de Brasil 2014. Tendremos un par de ventajas a nuestro favor para lograr un buen resultado: primero, el partido de vuelta será definido en La Paz; y segundo, el pavor injustificado que tienen los equipos argentinos a los 3.600 msnm. Cuidado “cuervos”, que la Academia tiene hambre y viene por más…