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El carajo vacío

Tiempo atrás en este mismo espacio escribí un artículo (Elogio del carajo) motivado por el sentido insurgente de la palabra “carajo”. Entonces la describí metafóricamente con una pregunta: “¿Se pueden imaginar al propio Prometeo arengando la frase ‘Vete al carajo’ en el mismísimo rostro de Zeus cuando le arrebataba el fuego?”. Por supuesto, las palabras (como todos sabemos) adquieren diferentes sentidos en función del contexto y de quienes las enuncian. La palabra carajo tiene varias acepciones, por ejemplo, aquella que alude a su dimensión de rebeldía, también puede ser una interjección de enfado o sorpresa, o puede ser considerada como un insulto.

En los últimos días, esta palabra se puso de moda gracias al líder del Frente Amplio, el empresario Samuel Doria Medina, quien aparece en un spot diciendo: “¡Carajo, no me puedo morir!”. Y aunque él mismo haya negado la planificación del efecto viral en las redes sociales, no queda la menor duda de que aquella frase, supuestamente expresada por Doria Medina cuando su avioneta se estaba por estrellar, es parte del diseño de una estrategia de marketing político. Y aquí radica el meollo de la cuestión.

El sentido subversor de la palabra “carajo” se ha desplazado a un uso markitinero; es decir, que su significado ha sido vaciado para darle un uso grotesco. Como sabemos, el marketing político, particularmente en Bolivia, se ha despolitizado para (con)centrarse en la imagen del candidato; y en el caso de Doria Medina se le ha inyectado un carisma postizo, de allí que aparezca con una sonrisa forzada, soslayando el trasfondo histórico que ha posibilitado las transformaciones estatales en curso. La frase “¡Carajo, no me puedo morir!”, que incluso tiene un dejo de soberbia matizada con una alusión fúnebre, es parte del marketing político que fue contraproducente para el proceso democrático en América Latina: la despolitización y la desideologización del acto electoral, la mercantilización de los líderes y de las propuestas políticas. En este contexto, el carajo de Doria Mediana tiene una vacuidad ideológica que revela la crisis de propuestas de la oposición política en Bolivia.

Esta estrategia muestra claramente a una oposición parasitaria incapaz de proponer un proyecto político alternativo, que hoy intenta revertir con un simple “carajo” inocuo toda una densidad histórica que, con sus propias contradicciones, está construida en torno a una simbología que hace parte del proceso de transformaciones estatales en curso. De allí que se equivoque el jefe de la campaña del Frente Amplio, Ricardo Paz, quien califica de “positivo” el fenómeno que aquí se comenta, puesto que, afirma,  el nombre de Doria Medina se posicionó en las redes sociales. Y eso, según Paz, en estrategia política electoral es algo “bueno”, porque “nadie vota por alguien que no conoce y se trata del único candidato que está en boca de los jóvenes y eso es bueno… (cabe) dejar en claro que este fenómeno fue espontáneo y el ‘meme’ ya es propiedad del conjunto de la comunidad”.

Empero, paradójicamente este mensaje con efecto viral provocó una burla generalizada, particularmente entre los jóvenes, quienes se manifestaron en las redes sociales resignificando la frase, demostrando así el efecto boomerang. Fenómeno que ratifica, una vez más, la capacidad crítica del receptor, que no es presa fácil de estas maniobras del marketing político, ya que sus referentes políticos están en otro lado. Volviendo a la frase “¡Carajo, no me puedo morir!”, cabe señalar que está vacía de contenido político con una incapacidad para interpelar al votante incluso si es joven. Es decir, es un carajo inocuo. Como diría Lucía Murillo: “Un carajo sin sentido, un carajo sin carajo”.