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Redes sociales, troles y política

En la campaña política rumbo a las elecciones del 12 de octubre, los debates entre candidatos a presidente, diputados y senadores y sus seguidores se intensificarán y llegarán a las nuevas Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), expresadas en las redes sociales y otros foros. Así, en este contexto electoral se perfila el uso masivo del concepto trol o troll, que, según la mitología escandinava, se refiere a un monstruo maligno que habita en bosques o grutas (DRAE). No obstante, en el lenguaje de internet se entiende por troles a personas desconocidas que apelan a la polémica, a las calumnias y al insulto para causar problemas y malestar en las redes sociales con fines diversos, empleando un comportamiento mórbido que les reporta una sensación de placer. Los troles emplean seudónimos y se amparan en el anonimato para inducir a la violencia en la comunicación virtual.

Desde esta perspectiva, en política la tesis del trol es relativa, porque en este ámbito no se actúa bajo el anonimato, sino con identidad real, fomentando en teoría la pluralidad de ideas, argumentos, debates y propuestas. Sin embargo, en el país, en política y otros ámbitos, cuando se pierde en los debates hay una fuerte tendencia a justificar todo. Al no poder sustentar sus ideas, algunos usuarios de Twitter y Facebook acusan rápidamente a sus contrarios con el apelativo de trol. Así, muchos políticos y sus simpatizantes corren el riesgo de agrupar como troles a todos quienes piensan de manera diferente o tienen otra ideología; lo que conduce por el camino de la intolerancia en desmedro de la libertad de expresión.

De esta manera, muchas de las personas que participan honestamente en los debates virtuales podrían ser víctimas de los políticos. Pues, ante la ausencia de argumentos y programas de gobierno, en los debates virtuales siempre cabe la posibilidad de emplear la palabra trol como justificativo para huir del debate político; o la tentación de recurrir al fácil pretexto de descalificar al adversario cuando ya no se sabe cómo rebatir sus ideas y propuestas.

La cuestión es cómo evitar la tentación de desprestigiar de trol a cualquier idea que no coincide con la propia. Si se etiquetara como troles a todos los que piensan diferente, hasta los políticos engrosarían esa fila, puesto que ellos, por naturaleza, debaten con el adversario político. La falta de un argumento sólido, con sustento ideológico y político, no puede ni debe servir para desertar del debate en las redes sociales, descalificando con el adjetivo de trol a todo contrincante que aparezca. Tampoco se deberían utilizar argumentos racistas, discriminatorios, groserías, ofensas, difamaciones, engaños. Se espera un verdadero debate político en las redes sociales.

Ahora bien, el empleo o no del anonimato puede marcar la diferencia en este tipo de debates. Los usuarios de las redes sociales que se esconden bajo seudónimos sueltan fácilmente palabras de odio y tienden a romper reglas; mientras que las personas que se identifican con nombre y apellido debaten con conocimiento e información, manifestando responsabilidad ante las reglas. Los verdaderos troles son los usuarios anónimos que fomentan la violencia desde internet y las redes sociales, y no los que se identifican claramente y debaten con ideas fundamentadas.