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Resistencia cultural frente a lo foráneo

El aspecto revolucionario del capitalismo ha moldeado el mundo a su propia imagen

/ 11 de junio de 2014 / 04:01

Con la llegada de una novedosa prosperidad en Bolivia, las relaciones sociales y materiales, que definían las identidades, han comenzado a deteriorarse. Analizando los resultados del Censo de 2012, algunos interpretaron el hecho de que la mayoría de los bolivianos ya no se identifiquen como indígenas como síntoma de lo desconectadas que están las políticas del Estado Plurinacional de la gente común. No obstante, si consideramos que un cambio de identidad generalmente es consecuencia de un cambio en la realidad material, resulta ser que la identidad no es tanto la manifestación de comportamientos particulares, sino de una alianza intelectual con la estructura de poder creada.

Entonces, este fenómeno no debe ser tomado como una crisis de identidad,  sino como un cambio de alianza de fuerzas regionales/feudales con una nacional. Sin embargo, mientras la riqueza material siga proveyendo un estándar de vida que popularice y expanda el consumo, la bolivianidad estará en peligro de ser superada por la influencia degenerativa cultural del consumo masivo.

El capitalismo es culturalmente degenerativo. Su naturaleza totalitaria no permite competencia con su hegemonía de consumo y con las estructuras creadas por estos sistemas de consumo. Que no exista ilusión: el capitalismo degenera la religión, la cultura y la familia, en parte por su misión histórica y en parte por su naturaleza totalitaria. El aspecto revolucionario del capitalismo ha moldeado el mundo a su propia imagen; y aunque el capitalismo y sus productos no estén atados por identidades o alianzas culturales, sí requieren de la mistificación del producto.

La obsesión con la cultura foránea,  manifestada por el consumo de bienes o ideas extranjeras en nuestras ciudades,  demuestra una falta de alianza a la cultura boliviana y/o la ausencia de una identidad cultural nacional que pueda cumplir con su misión de deshacer relaciones feudales y resistir la influencia foránea.

Por ejemplo, la construcción y el éxito del nuevo mall en Santa Cruz, que ha traído productos y franquicias estadounidenses como Starbucks, demuestra la influencia de ideas extranjeras y su monopolio respecto a la percepción sobre la modernidad. El propósito de crear una identidad nacional cultural es el de ofrecer una alternativa al consumo de productos foráneos en vez de simplemente mitigarlo. La era del nacionalismo, como una alternativa al capitalismo globalizado, ha pasado, pero tiene que ser subrayado que la riqueza material no debe ser el único unificador del pueblo boliviano.

El consumo capitalista en nuestra sociedad tiene que ser contrarrestado por una conciencia cultural y una lucha histórica. Asimismo sería deseable que una ética religiosa sea diseminada entre la sociedad para poder ser el componente ideológico de las nuevas relaciones estatales.

Los malles pueden muy bien ser el producto del desarrollo de relaciones de mercado, pero no hay razón para que las compañías foráneas sean elevadas a más de lo que son. Si bien algunas industrias no han sido creadas por el mercado nacional, el capitalismo boliviano debería sobresalir allí donde pueda, sin estar limitado por el fetichismo cultural en pro de los productos extranjeros. Para empoderar e impulsar el progreso de la nueva bolivianidad, la manifestación de una identidad cultural nacional tendría que incluir la modernidad y a la vez debería resistir el consumo masivo de productos extranjeros.

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La tragedia del camba

Los cruceños, en su afán de desarrollo económico, perdieron su identidad cultural

/ 28 de junio de 2014 / 08:32

Con la “pérdida” de Aldo Peña como ícono de la cultura cruceña (oriental) por haberle cantado al presidente Evo Morales, el pueblo de Santa Cruz se está dando cuenta de que su “élite” ya no tiene el poder ni la voluntad para mantener la ilusión de un antagonismo cultural con occidente. De hecho, esta estructura de poder ha sido absorbida por un nuevo, popular y democráticamente electo Estado Plurinacional, encabezado por el MAS.

Por la supuesta traición del mencionado cantautor apareció una retórica que trata de mostrar a un gobierno central con la misión de colonizar Santa Cruz, e imponer allí la cultura occidental boliviana. No es necesario evaluar la validez de esa acusación para saber que los sentimientos detrás de esas frustraciones son genuinos. Sin embargo, más allá de los sentimientos, Santa Cruz parece no entender que ha estado siendo colonizada y aculturada desde mucho antes de que Evo llegara al poder.

La cultura en el mundo moderno es la esfera ideológica del Estado y de las relaciones de capital, es la creación y la imposición de un consenso que determina qué imágenes y pensamientos son culturales. La tragedia de los cruceños es que, en su afán de desarrollo económico, perdieron su identidad cultural. La cultura, que es el escudo que protege las estructuras de poder de influencias tanto extranjeras como connacionales, ha estado erosionándose desde que empezaron a aumentar los anillos urbanos de Santa Cruz.

La mercantilización cultural es un efecto secundario de un cambio en las relaciones materiales, sociales y políticas: la explotación de identidades culturales erosionadas por parte de un público nostálgico que usa su poder adquisitivo en un último intento para restaurar algo que está totalmente perdido. La mercantilización cultural cruceña, el caso por ejemplo de la “Marca Santa Cruz”, ha tenido efectos desastrosos, porque en el mundo capitalista la cultura solo es un ornamento que se pone o se saca de escena, dependiendo de cuando es lucrativo ser autóctono.

Por ejemplo, el Sombrero de Saó es, sin lugar a dudas, un objeto cultural muy amado. Empero, gracias a la modernización y la influencia exterior, a esta prenda no le fue permitido evolucionar con los cruceños ni expandirse a los diferentes estratos sociales. Más bien se cristalizó en el tiempo como un objeto del campesino, que ahora es solamente usado como símbolo de una “cruceñidad” comercializada. Esta enajenación, provocada por la naturaleza urbanizadora del capitalismo, crea las condiciones para que estos objetos culturales puedan utilizarse sin evocar un significado real.

La lucha cultural boliviana entre sus regiones de oriente y occidente no es una lucha real, es más bien la simulación de una lucha librada en el reino de los símbolos e identidades. La verdadera lucha ya ha sido ganada por el Estado-nación sobre las élites regionales y por el consumismo sobre la cultura originaria. Aquellos que profesan la lucha intercultural pretenden utilizarla como un arma de movilización o mercantilización. Hay que sospechar de ambos, y en particular desconfiar de nuestra propia complicidad.

Entonces, quién fue responsable por la muerte del auténtico Camba: el cruceño, el nuevo combinado de la identidad de una ciudad cosmopolita. ¿Qué son las canciones de Gladys Moreno si no un réquiem colectivo a lo perdido? ¿Qué es nuestra Catedral Metropolitana si no la tumba de la vieja Santa Cruz; y nuestro Ventura Mall, el templo de nuestro nuevo mundo?

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