Icono del sitio La Razón

Resistencia cultural frente a lo foráneo

Con la llegada de una novedosa prosperidad en Bolivia, las relaciones sociales y materiales, que definían las identidades, han comenzado a deteriorarse. Analizando los resultados del Censo de 2012, algunos interpretaron el hecho de que la mayoría de los bolivianos ya no se identifiquen como indígenas como síntoma de lo desconectadas que están las políticas del Estado Plurinacional de la gente común. No obstante, si consideramos que un cambio de identidad generalmente es consecuencia de un cambio en la realidad material, resulta ser que la identidad no es tanto la manifestación de comportamientos particulares, sino de una alianza intelectual con la estructura de poder creada.

Entonces, este fenómeno no debe ser tomado como una crisis de identidad,  sino como un cambio de alianza de fuerzas regionales/feudales con una nacional. Sin embargo, mientras la riqueza material siga proveyendo un estándar de vida que popularice y expanda el consumo, la bolivianidad estará en peligro de ser superada por la influencia degenerativa cultural del consumo masivo.

El capitalismo es culturalmente degenerativo. Su naturaleza totalitaria no permite competencia con su hegemonía de consumo y con las estructuras creadas por estos sistemas de consumo. Que no exista ilusión: el capitalismo degenera la religión, la cultura y la familia, en parte por su misión histórica y en parte por su naturaleza totalitaria. El aspecto revolucionario del capitalismo ha moldeado el mundo a su propia imagen; y aunque el capitalismo y sus productos no estén atados por identidades o alianzas culturales, sí requieren de la mistificación del producto.

La obsesión con la cultura foránea,  manifestada por el consumo de bienes o ideas extranjeras en nuestras ciudades,  demuestra una falta de alianza a la cultura boliviana y/o la ausencia de una identidad cultural nacional que pueda cumplir con su misión de deshacer relaciones feudales y resistir la influencia foránea.

Por ejemplo, la construcción y el éxito del nuevo mall en Santa Cruz, que ha traído productos y franquicias estadounidenses como Starbucks, demuestra la influencia de ideas extranjeras y su monopolio respecto a la percepción sobre la modernidad. El propósito de crear una identidad nacional cultural es el de ofrecer una alternativa al consumo de productos foráneos en vez de simplemente mitigarlo. La era del nacionalismo, como una alternativa al capitalismo globalizado, ha pasado, pero tiene que ser subrayado que la riqueza material no debe ser el único unificador del pueblo boliviano.

El consumo capitalista en nuestra sociedad tiene que ser contrarrestado por una conciencia cultural y una lucha histórica. Asimismo sería deseable que una ética religiosa sea diseminada entre la sociedad para poder ser el componente ideológico de las nuevas relaciones estatales.

Los malles pueden muy bien ser el producto del desarrollo de relaciones de mercado, pero no hay razón para que las compañías foráneas sean elevadas a más de lo que son. Si bien algunas industrias no han sido creadas por el mercado nacional, el capitalismo boliviano debería sobresalir allí donde pueda, sin estar limitado por el fetichismo cultural en pro de los productos extranjeros. Para empoderar e impulsar el progreso de la nueva bolivianidad, la manifestación de una identidad cultural nacional tendría que incluir la modernidad y a la vez debería resistir el consumo masivo de productos extranjeros.