Voces

Sunday 20 Apr 2025 | Actualizado a 02:44 AM

Antes de los 14

Todavía son muchos los niños que trabajan en las minas y en la zafra de caña de azúcar y de castaña

/ 12 de junio de 2014 / 07:27

En Bolivia se estima que existen 848.000 niños y adolescentes trabajadores. Se han dado pasos importantes como el llegar a un acuerdo con los transportistas de minibuses para que  no contraten menores de 14 años, porque contraviene las normas que establecen dicha edad como la mínima para realizar un trabajo.

A pesar de la disposición de no permitir que los niños y adolescentes realicen trabajos peligrosos, todavía hay menores en la zafra de caña de azúcar, de castaña y en las minas con el consentimiento de sus padres. Es verdad que ha disminuido notablemente el número de niños que realizan trabajos peligrosos, pero aún existen, son niños sin presente, sin niñez.

El 3 de junio, la Cámara de Senadores llegó a un acuerdo con la Unión de Niños y Niñas Trabajadores de Bolivia” (Unatsbo) para que en el proyecto de Código Niño, Niña, Adolescente la edad mínima de trabajo sea de 14 años. Sin embargo, existe una excepción para quienes decidan trabajar a partir de los 12 años, según la cual, deben hacerlo bajo el cuidado y control de los padres y las defensorías.

De todos modos esta medida es positiva en tanto y en cuanto protege a los niños que realizan trabajos por debajo de la edad mínima, porque al contar con un permiso (sea del padre, madre o defensoría), tendrá cierta protección, aunque esto no garantiza del todo que estos niños no realicen alguna de las 23 formas de trabajo peligroso de manera disfrazada o con el pretexto de costumbre cultural.

El Ministerio de Trabajo y las defensorías deberían crear inspectorías especializadas en controlar que se cumplan las normas respecto al trabajo infantil, donde se controle la existencia del permiso otorgado por los padres o la asistencia del Defensor. Una vez que se siga esta práctica,  el deseo de erradicar el trabajo infantil pasará a ser una norma social aceptada y cumplida por los adultos.

Fue posible disminuir, por no decir eliminar, el peligroso trabajo de voceros en minibuses. También será posible eliminar el trabajo en las ladrilleras, zafras y minas donde los niños aún continúan aspirando mucho polvo, durmiendo muy poco porque deben comenzar a trabajar en la madrugada, levantando pesos muy por encima de su capacidad física y por supuesto sin protección social alguna.

El 12 de junio de 2014 ha sido declarado por la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) como la fecha para plantear políticas de protección social a los niños trabajadores. De nada sirve ocultar esta realidad. Por el contrario deben ser visibilizados y protegidos, al menos hasta que la sociedad boliviana esté absolutamente decidida a erradicar el trabajo infantil.
 

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Ni King Kong, ni Drácula

/ 17 de abril de 2025 / 06:03

Un joven de 20 años muere a causa de las heridas que le provocó otro chico más o menos de su misma edad, luego que le negaran el ingreso a una discoteca en la ciudad de La Paz. Esto ocurre en la madrugada del 13 de abril. Dos días antes, el 11 de abril en Santa Cruz, un muchacho de 22 años confiesa que había matado a una adolescente de 18 años en un alojamiento, después firmo en su cuerpo con un cortaplumas porque quería “experimentar cortar la piel, conocer las capas y la grasa del ser humano”. Hay más casos que no vale la pena seguir citando, porque la intención no es hacer un recuento al estilo policial, de los crímenes ocurridos ni sus mórbidos detalles. El objetivo es llamar la atención sobre la salud mental de la juventud boliviana.

Lo invitamos a leer: Cantos de sirena

¿A qué están expuestos los jóvenes? Aparentemente se ha normalizado el portar armas de cualquier tipo, atacar por cualquier motivo, aunque arguyan que lo hicieron en defensa propia, porque en ese caso tanto víctima como agresor son producto de un virus de violencia y agresividad extremadamente peligroso, donde no hay conciencia de lo que significa asesinar.

Según los datos de una investigación realizada por UNICEF (U-Report de UNICEF Bolivia), 8 de cada 10 adolescentes y jóvenes, varones, mujeres y de otras orientaciones sexuales expresan sentir angustia, depresión y ansiedad. La investigación se realizó luego del COVID-19 para conocer los efectos que tuvo el encierro, en el contexto social, familiar y personal. Por supuesto que el aislamiento, la sobreexposición a las redes como su medio de información y relacionamiento a distancia, afectó la salud mental de la población más joven. Los padres sabían que sus hijos estaban en casa y se sintieron confiados, lo que no conocían eran los contenidos que sus hijos estaban consumiendo desde su encierro, ni las relaciones que estaban construyendo desde la “seguridad “de sus habitaciones.

Si nos fijamos en las carteleras de los cines, el 90% de las películas pertenecen al género de terror. Pero no se equivoquen porque no es el mismo miedo que podía causar King Kong o Drácula, son películas que cuentan las morbosas historias de psicópatas que se regocijan victimando de manera obscena y salpicando con sangre toda la pantalla, agrediendo a los espectadores hasta hacerles partícipes de una orgía en la que no existen los límites de la violencia. Esas películas son parte de las que permanecen más tiempo en la cartelera, mantienen abiertas las salas de cine y la venta de palomitas con soda en los combos más grandes.

Si a esto se suma la violencia en los hogares, en la calle, en el transporte público en las escuelas, en el trabajo, el resultado no puede ser más enfermizo para la mente de quienes se están formando en una sociedad donde parece ser “normal” engañar, mentir, violar, asesinar, es decir, ser violento y además quedar impune.

La salud mental de los niños, los adolescentes y los jóvenes en el país está afectada. Los adultos, muy ocupados en la política y la economía, estamos dejando pasar la enfermedad que afecta la mente de nuestros hijos porque el TikTok de tal o cual precandidato, o aquel con escenas de accidentes, golpes y feminicidios grabados y difundidos sin pudor nos tienen demasiado ocupados. ¿Podríamos convocar a la sensatez y ocuparnos de lo más importante? Es decir, los niños, adolescentes y jóvenes sobre los que tenemos directa responsabilidad.

(*) LucíaSauma es periodista

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Cantos de sirena

/ 3 de abril de 2025 / 06:02

Ulises, el héroe griego de la Ilíada y la Odisea, en su viaje de vuelta a casa debía pasar por una isla donde se escuchaba el dulce canto de las sirenas, quienes engañaban a los marineros y los atraían a la muerte. Ulises alertado de este peligro mandó poner cera en los oídos de todos los tripulantes, él se hizo atar al mástil y ordenó que nadie lo desatara pasara lo que pasara, vieran lo que vieran, escuchó el canto pero no pudo acudir al lugar de donde provenían tan bellas voces, de ese modo rompió el encantamiento de las sirenas quienes al no conseguir atraer a ningún hombre debían morir. Vencer el encantamiento de las sirenas era vencer a la muerte.

Lea: Después de Carnaval

Las insistentes encuestas sobre posibles candidatos políticos, arrojando resultados tan poco fiables, carentes de sustento, son cantos de sirena. Deberíamos emular a Ulises y atarnos al mástil de la realidad para no dejarnos engañar por dudosas promesas electorales que nos conducirán al desastre nacional por el que peligrosamente probamos con la punta del pie. El canto de sirena político en nuestro país nos envuelve, nos susurra al oído, nos miente, nos engaña. Hasta ahora no hay programas de gobierno serios, que indiquen su propuesta sobre la educación, la salud, la economía, es decir que demuestren que no están buscando borregos que voten por ellos, sino ciudadanos conscientes. Claro que para eso se necesita más inteligencia y menos farándula.

Los ciudadanos ingenuamente votan en sus celulares, se pasan la voz. Están seguros que su voto es decisivo para elegir un candidato de consenso para dar una vuelta de timón a la vida política del país. ¿Habrá tanta grandeza en los políticos para apoyar a uno sólo de ellos y bajarse de su propia candidatura? Por lo menos hasta ahora no ha sido posible semejante acto de generosidad en bien de la patria a la que todos dicen amar y servir en extremo, pero cuyo trasfondo no pasa del discurso meramente electoralista. Los resultados de las encuestas parecen un juego colectivo de “suerte sin blanca” con premio de “Alasita”. ¿Cuánto cuesta el juego de los posibles candidatos? ¿Quién lo paga? Hay demasiadas preguntas, mucha cháchara sobre política. Todos hablan sobre el tema, pero sobre todo hay mucha distracción.

En este momento de grave crisis en el país necesitamos mayor seriedad en el tratamiento de la política, no se necesitan agoreros, ni promesas electorales momentáneas, menos que tomen a los ciudadanos como simples espectadores de circo. No necesitamos cantos de sirena, aunque el marketing político, generalmente falaz, diga lo contrario.

(*) Lucía Sauma es periodista

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Después de Carnaval

/ 6 de marzo de 2025 / 06:00

Después del martes de ch’alla de Carnaval es cuando comienza el año de verdad. Se cierran negocios más o menos grandes o cientos de pequeños emprendimientos, incluso puestos callejeros, que comenzaron en octubre con vistas a las fiestas de fin de año y que en carnavales marcan su final. A esta altura, los escolares completaron las listas de útiles, terminaron de aclimatarse en el nuevo curso y acabaron de vencer el primer mes de actividades. Ahora es cuando comienza la verdadera pugna por el aumento salarial, los trabajadores ya lanzaron sus solicitudes de 20 por ciento o más de incremento, los empresarios también ya emitieron su inconformidad y todos tomaron la debida pausa en bien de una fiesta que exige baile, comida tradicional, juego y diversión.

Terminada la euforia se inicia el engranaje con la realidad. Comienza el recuento de daños, por ejemplo, la falta de control en las terminales de transporte terrestre donde se hacen de la vista gorda frente a conductores en estado de ebriedad permitiendo que manejen buses de pasajeros, causando la muerte de un elevado número de esas personas que quizás estaban de turistas visitando el Salar de Uyuni, o se trasladaban para bailar en la entrada de Oruro, o iban a reunirse con su familia. ¿Nadie percibió que el conductor estaba ebrio?

En esta ápoca de golpes con la realidad, otra vez nos topamos con las largas filas frente a las gasolineras. Voces agoreras repiten, como en las tragedias griegas, que no hay combustible porque como país no tenemos dinero para pagar a las empresas extranjeras que nos venden tanto la gasolina como el diésel. Lo cierto es que el transportista o quien tiene una pequeña movilidad para su familia vive recordando los días en que cargar combustible no significaba ningún problema y sabe que eso, al menos por ahora, se acabó.

Entre todas las realidades que se deben encarar después del carnaval, están las reconstrucciones por los desastres que ocasionaron las lluvias y que para mal de nuestros pesares no terminan todavía. Las alcaldías deben encarar estas situaciones que siempre parece encontrar en curva a las autoridades, por inexperiencia, por falta de previsión, por mal manejo de sus recursos o porque dejaron archivada a la previsión.

Tampoco podemos olvidar que nos encontraremos con el callejón oscuro en el que nos meterán los políticos para bombardearnos con sus promesas electorales, las denuncias que se lanzan unos contra otros, de sus mentiras disfrazadas de verdades. 

Después del baile, de la comparsa, del derroche, viene la realidad y no queda sino darle la cara y afrontarla serenamente, pero con firmeza, con dignidad, con apronte.

Lucía Sauma es periodista.

Comparte y opina:

Disculpen el pesimismo

/ 20 de febrero de 2025 / 06:00

Las noticias dan cuenta de hechos policiales, asesinatos, robos, atracos a mano armada, estafas de todo tipo, imágenes de víctimas y delincuentes. Es clara la falta de noticias positivas, alentadoras, que den esperanza, que infundan orgullo, que crezcan nuestra autoestima, que nos hagan sentir seres humanos dignos.

Caminamos por las calles de nuestras ciudades y nos encontramos con imágenes extraídas del surrealismo. Son las 2 de la tarde del anterior viernes en el centro cochabambino, en medio de dos entidades bancarias y casas de cambio, cinco cuerpos de indigentes alcohólicos unos encima de otros, apilados como en una morgue, ellos respiran, están durmiendo a la intemperie, con el sol golpeando sus rostros hinchados y desencajados, expuestos y exponiéndose a quienes siquiera se intranquilicen al mirarlos. ¿Hay alguien a quien esos seres les importe?

Son las 10:00 de la mañana y en plena calle 21 de la zona Sur de La Paz, una mujer claramente con trastornos mentales está echada en medio de la vereda con los brazos en cruz, los ojos cerrados, su respiración delata que está durmiendo. Obstruye el paso, pero los transeúntes esquivan el obstáculo ¿El Estado, tiene alguna responsabilidad sobre esa mujer?

Podríamos seguir relatando estos encuentros en todas las ciudades del país y también podríamos concluir que es parte de lo que se vive en cualquier ciudad del mundo, pero eso no es verdad, no todos los países tienen esos grados de pobreza e indiferencia, el nuestro sí.

Los jóvenes y los niños bolivianos ven estos hechos como normales, como parte de su realidad. En el año electoral que vive Bolivia, no hay Alcalde, autoridad zonal o vecinal, dirigente de club deportivo, representante parroquial o de cualquier otra organización religiosa, que no se sumerja en la actividad política, sopesando, tanteando (o tonteando) a quien se arrimará para seguir detentando su mediano o micro espacio de poder. Todo lo demás está absolutamente postergado hasta nuevo aviso.

En otras palabras, la vida cotidiana, la nutrición, la salud física y mental, la educación, la convivencia, el arte, la cultura, está en statu quo, aunque eso signifique postergar el avance y desarrollo de todo el pueblo por ir detrás de camarillas que se disputan el poder con candidatos que ofrecen todo, sabiendo que al momento de cumplir cuentan con la frágil memoria de la gente y su propia habilidad para escabullir cualquier reclamo por justo que sea. Disculpen el pesimismo, pero tal vez la única esperanza que queda es contar con la gente de a pie, pedirle que no se olvide que los verdaderos cambios comienzan por casa, que esa es la única forma de revertir las miserias a las que nos hemos acostumbrado.

Lucía Sauma es periodista.

Comparte y opina:

Mala educación

/ 6 de febrero de 2025 / 06:00

Este lunes terminaron las vacaciones para más de 3 millones de estudiantes en todo el país. Desde enero, los padres de familia hicieron filas frente a escuelas y colegios. Las librerías, los centros comerciales y los puestos callejeros abarrotaron sus espacios con útiles escolares, mochilas y uniformes. El domingo 2 de febrero, las familias con hijos se prepararon con afán para asistir el lunes al primer día de clases, todo como parte de un ritual que se repite año tras año para que los niños y adolescentes inicien su educación. Pero la verdad es que el 3 de febrero comenzó el año escolar, es decir el proceso de instrucción de los escolares en determinados contenidos de matemáticas, física, historia, geografía, etc. etc… la verdadera educación no tiene vacación, es permanente y es la que nos enseña cómo vivir. Esa educación, la que nunca se detiene, la aprendemos en la casa, en la calle, con nuestra familia, con los amigos, es la que sólo se aprende con el ejemplo, es la que lastimosamente hemos delegado a las redes sociales, al internet.

Lea: Libre pensamiento

Los padres suelen festejar y hasta admirarse por las destrezas con que sus hijos pequeñitos manejan un celular o una tablet. Los adultos cuando están a cargo de un menor suelen calmarlo o distraerle entregándole un celular, la criatura aprieta las teclas a su antojo y tiene imágenes que captan su atención sin límite de tiempo, incluso mejor que el televisor. Esa mente de 3, 5 o 7 años se convierte en presa fácil de manipulación. ¿Qué problemas genera la exposición frecuente de los niños a las pantallas de aparatos electrónicos? Aumento de peso hasta la obesidad, déficit de sueño, retraso en el desarrollo del lenguaje porque no habla con otras personas, le produce falta de atención y bajo rendimiento escolar, aislamiento y hasta problemas de malformaciones físicas.

Desde el año pasado, en Europa se abrió el debate sobre la edad mínima para que los niños accedan al celular u otros medios electrónicos, unos países dicen que a partir de los 12 años y otros aún más, es decir hasta los 15. La Organización Mundial de la Salud es mucho más específica limitando en primer lugar a que los niños menores de 2 años tengan 0 acceso a las pantallas. De 2 a 4, una hora al día y de 5 a 17, dos horas al día. Esto representa todo un reto para los padres o tutores de los niños y adolescentes.

A todo lo citado anteriormente se debe agregar un mal que está en crecimiento acelerado y es el acceso a pornografía, a ser presa de la trata de personas. Es muy difícil controlar el torrente de información mala, buena, útil o desechable a la que tienen acceso los niños y adolescentes en cuanto tienen un teléfono en sus manos.

Es necesario debatir sobre las edades mínimas para que los niños accedan al celular o cualquier otro medio electrónico en nuestro país y no confundamos coartar la libertad con un tema de cuidado de salud mental y física que ya está dañando a niños y jóvenes.

(*) Lucía Sauma es periodista

Temas Relacionados

Comparte y opina: