Se podría considerar a Vladímir Putin como un estadista del siglo XIX, que utiliza el poder político antiguo para salirse con la suya. Sin embargo, resulta claro que el presidente chino Xi Jinpig se encuentra un paso adelante, adoptando cómodamente tácticas tanto del siglo XIX como del siglo XXI.

Comencemos por la temática del siglo XIX: el gigantesco acuerdo de gas natural siino-ruso, firmado semanas atrás, que puede ser comprendido en términos del realpolitik (políticas públicas prácticas). Beijing, que desde hace mucho intenta buscar un suministro de energía seguro, coloca este interés vital por encima de cualquier deseo de castigar a Rusia por su anexión con Crimea o de fortalecer las normas globales en contra de las agresiones. De hecho, los chinos hábilmente reconocieron que los rusos, quienes enfrentan sanciones, estaban ansiosos por diversificarse de su dependencia con los clientes europeos. Así que Beijing hizo un buen negocio.

A pesar de que el acuerdo de gas ha merecido toda la atención, vale la pena estudiar el discurso dado por Xi Jinping en Shangai el mismo día en que el acuerdo fue concretado. La sesión contó con la participación de un grupo asiático poco conocido, que incluye a Turquía, Irán y Rusia; excluyendo a Estados Unidos. Xi Jinping especificó en su mensaje que los asiáticos debían ocuparse de tomar medidas para cuidar su propia seguridad. De esta manera realizó una amenaza velada a los intrusos que intentan inmiscuirse en los asuntos del continente. “El que intente apagar la lámpara de aceite de otro, se prenderá fuego”, dijo Xi. Luego presentó la visión china de la región, a la que llama “Asia” y no “Asia-Pacífico”, término escogido por Estados Unidos. Esto implica que para los chinos Washington, como potencia exterior, no debería jugar un rol importante en los asuntos del continente. Xi también advirtió a los países asiáticos: “No fortalezcan una alianza militar dirigida a un tercero”. Esto claramente hace referencia a países como las Filipinas, que actualmente están expandiendo su cooperación militar hacia Estados Unidos.

En esto se basa el poder político. Pero la semana anterior también fuimos testigos de un nuevo mundo con una gran intriga política. El Departamento de Justicia de Estados Unidos presentó cargos contra cinco oficiales militares chinos, y detalló el espionaje económico de las compañías estadounidenses que presuntamente llevaron a cabo en los últimos ocho años. Se trata de una actuación inédita, ya que estos oficiales nunca serán arrestados y probablemente nunca se irán de China.

¿Por qué el Gobierno estadounidense tomó esta medida? En las observaciones al Consejo de Relaciones Exteriores realizadas el miércoles anterior, el exsecretario de Defensa Robert Gates especuló que el propósito era triple. Por un lado, señalar a las compañías estadounidenses que deberían estar atentas ante posibles robos cibernéticos; por otro, advertir a China que Washington se siente cada vez más frustrado con este problema; y, finalmente, comunicar a los estadounidenses que su gobierno está tomando este asunto con seriedad.

El problema es que nadie cree que esto hará diferencia alguna. Los chinos emitieron una llana negación, hasta el punto que dijeron que los militares chinos “nunca participaron en actividades de espionaje cibernético”, lo cual resulta imposible de creer. Es poco probable que los oficiales chinos sean castigados, de hecho, tal vez ellos mismos consideran el haber sido acusados por Estados Unidos como un honor.

Algunos expertos consideran la escala del espionaje cibernético chino como fuera de serie. “Es el mayor hurto en la historia de la humanidad”, me dijo Peter Singer, de la Institución Brookings, tomando como referencia el siguiente ejemplo. Estados Unidos invertirá cerca de un billón de dólares (mil millones) en desarrollar el avión F-35, diseñado para constituir su sistema de armas más avanzado. “Pero, ahora podemos ver con claridad que los elementos del F-35 han trazado su trayectoria bajo un plano chino similar. Las inversiones estadounidenses que estaban destinadas a proveer una ventaja de 15 años en el campo de batalla han sido socavadas”, dijo Singer. Y señala que el público objetivo de China abarca a todo el mundo, tanto a contratistas de defensa como a fabricantes de muebles, cuyos diseños de sillas son robados y copiados un año después.

Los ataques cibernéticos forman parte de un nuevo mundo, sucio y caótico, alimentado por la globalización y la revolución de la información. En un mundo cada vez más interconectado, es muy difícil cerrar este tipo de actividad, que desdibuja los límites entre los gobiernos y los ciudadanos privados, las esferas nacionales e internacionales y los robos y guerras. Y, ciertamente, no será posible realizarlo utilizando mecanismos tradicionales de seguridad nacional. Notemos que Washington actualmente utiliza un mecanismo legal (que será ineficaz y mayormente simbólico) en lo que realmente es un asunto de seguridad nacional.

El acuerdo de gas chino-ruso nos recuerda que la geopolítica tradicional está vivita y coleando. Washington sabe cómo abrir su camino en este mundo, con sus propias alianzas e iniciativas. Pero el espionaje cibernético representa una nueva frontera y nadie realmente posee las ideas, herramientas o estrategias para abordar adecuadamente este desafío.