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Programa de gobierno y G77

La Declaración de Santa Cruz puede ser un excelente   insumo para los partidos políticos

/ 23 de junio de 2014 / 08:03

Una de las funciones centrales de las cumbres políticas como la realizada en Santa Cruz la semana pasada es que los distintos gobiernos lleguen a acuerdos generales sobre problemas comunes y cómo resolverlos. Sin embargo, en el ámbito mundial hay mucho escepticismo sobre la utilidad práctica de las declaraciones finales que usualmente suelen ser grandilocuentes y fácilmente olvidadas en las políticas públicas nacionales.

La declaración de Santa Cruz de la Sierra, producto de la reunión de jefes y jefas de Estado, es un documento de 242 párrafos (aproximadamente 50 páginas) que reúne el sentir común de 133 países en desarrollo sobre los principales temas sociales y económicos internacionales. Conocimos varios de los posicionamientos expresados en la declaración a través de los discursos de los mandatarios o jefes de delegación de los distintos países que enfatizaban aquellos de su interés o especial preocupación y, en algunos casos, ilustraban cómo algunos de los gobiernos los intentaban superar.

En Bolivia, diez días después, y con los afanes electorales en su máxima expresión, pocos se ocupan de la declaración de la cumbre y su pertinencia, apurados en la confección de los programas de gobierno que deben ser presentados a la población el 4 de julio.

El MAS ya ha convocado a sus bases a un encuentro nacional en Cochabamba para debatir la propuesta electoral. En ese marco, Juanita Ancieta, dirigente de la Federación de Mujeres Bartolina Sisa, ya nos adelanta los cinco temas que, según su organización, son prioritarios y seguramente estarán incluidos en la discusión. Los ejes que ella señala son salud para todos, educación, temas productivos, erradicación de la pobreza y soberanía alimentaria. Sin duda estos temas son centrales para ser considerados por todos los partidos políticos en las ofertas electorales, lo interesante es constatar que justamente estos temas fueron abordados de manera central en la declaración de la cumbre, con problemas similares en los 133 países que conforman el G77, pero sobre todo enfrentando tensiones y disyuntivas nada fáciles de resolver.

En la declaración se puede constatar por ejemplo que, junto a la necesidad de todos los países de contar con un sistema de salud universal accesible, existe el riesgo de que los costos de las patentes de los medicamentos lo hagan inviable; así también, frente a la urgencia de promover la producción y la industrialización con empleos de calidad, se debe considerar los límites ambientales al crecimiento económico y a un modelo de consumo insostenible. En el documento también se puede constatar que ya no es suficiente ocuparse solo de la erradicación de la pobreza sin hablar de la extrema riqueza y los mecanismos que la generan, reproduciendo la desigualdad al interior de los países en desarrollo. Por último, no se puede hablar de la soberanía alimentaria sin considerar las distorsiones que las subvenciones de los países desarrollados provocan en el sistema alimentario mundial, así como plantear los problemas de inestabilidad excesiva de los precios de los alimentos manipulados por los oligopolios multinacionales de alimentos.

Por todo ello, la Declaración de Santa Cruz puede ser un excelente insumo para los partidos políticos que hoy se encuentran afanados en la redacción de sus ofertas electorales. Tal parece que el nuevo modelo que todos los países buscan es aquel que genere un crecimiento económico sostenible, con responsabilidad ambiental e inclusión social. Estaremos atentos a ver cómo esto se traduce en las ofertas electorales nacionales.

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Otro 25N de marchas por la vida de las mujeres

Tratando de denunciar este recrudecimiento de la violencia contra las mujeres y demandando acción al Estado, las feministas volvimos a las calles, lugar de protesta que nunca debimos abandonar.

/ 30 de noviembre de 2020 / 00:46

Conmemoramos este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en un país lleno de contradicciones. Lo único que no cambia son las cifras visibles de la violencia: cerca de 30.000 denuncias por violencia familiar o doméstica; más de 5.000 denuncias por violación, abuso deshonesto y estupro (de las cuales, 1.288 son cometidos en niños y niñas); 127 denuncias por acoso y violencia política y 105 feminicidios, cada vez con más crueldad y saña. Y detrás de estas cifras, miles de historias de impunidad en el sistema de justicia que desnudan que, en Bolivia, a pesar de todas las leyes favorables, las cosas no cambian y más bien empeoran.

Tratando de denunciar este recrudecimiento de la violencia contra las mujeres y demandando acción al Estado, las feministas volvimos a las calles, lugar de protesta que nunca debimos abandonar. Así, a pesar de la pandemia, diversos colectivos autoconvocados salieron a las calles en La Paz, Cochabamba, Santa Cruz, Tarija, Chuquisaca, Potosí, Oruro y El Alto. Con pañuelos lilas y verdes, miles de jóvenes portaban sus pancartas haciendo suyas las palabras de Vivir Quintana en su Canción sin miedo: Yo todo lo incendio, yo todo lo rompo/ Si un día algún fulano te apaga los ojos/ Ya nada me calla, ya todo me sobra/ Si tocan a una, respondemos todas.

Los medios tradicionales no reflejaron la protesta, obnubilados por la muerte de Maradona. Fueron las redes sociales las que ampliaron la voz de miles de mujeres. Con la consigna «La Policía no me cuida/ me cuidan mis amigas» las marchas protestaban en las puertas de la Fiscalía, los Tribunales de Justicia y en la UTOP, instituciones símbolo de la falla estructural del Estado en la protección de la vida de las mujeres.

Y justo el 25N muere Maradona, provocando la primera contradicción. ¡Qué difícil es asumir que los ídolos de pueblo, los que emocionan multitudes, nuestros caudillos y líderes son casi siempre hijos saludables del patriarcado! Y las feministas argentinas tuvieron que preguntarse: ¿Se puede ser feminista y llorar a Diego Maradona? Recogemos las palabras de Natu Maderna en esa contradicción: “Maradona conmovió a un pueblo entero, ¿por qué los feminismos se van a alejar de un fenómeno que logró igualar a les argentines en una felicidad inconmensurable? Yo soy feminista, no busco ser perfectamente feminista (…) Maradona es un montón de cosas que no nos gustan…que no nos gustan de él y de un montón de hombres más. Problematizarlo solo en él, no tiene sentido alguno. La batalla está en otro lugar y la estamos dando”.

Y la segunda gran contradicción que nos golpea este 25N es la detención domiciliaria de un feminicida. El vocal de la Sala Penal dos, Willy Arias, que beneficia con detención domiciliaria a William Kushner Dávalos, quien el pasado septiembre había sido sentenciado a 30 años de presidio. Para acceder a ese beneficio, Kushner pagó una fianza de Bs 50.000 que podría ser utilizada, según Arias, para su recaptura. Es la tercera vez que el juez Arias beneficia con detención domiciliaria a un acusado de feminicidio. Lo hizo también en septiembre de este año con Cidal Ch., uno de los acusados por la muerte de la premilitar Carmen Rosa Mollo Ayllón, y en mayo, también determinó dar detención domiciliaria a Franklin Q. F., presunto autor de la muerte de Grisel C. P.

Así, el sistema de justicia continúa fallando a las mujeres y se presenta como el principal cómplice del patriarcado. Su mensaje reiterativo y pedagógico es que la violencia contra las mujeres no se castiga, pues frecuentemente el feminicida encuentra un juez que facilita la impunidad.

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Las víctimas no contagiadas

/ 23 de marzo de 2020 / 12:03

De qué más podemos hablar en estos días si no es de la pandemia global provocada por el coronavirus COVID-19. A la hora de escribir esta columna, la cifra mundial de personas contagiadas con la enfermedad ascendía a 250.000 casos en 169 países, y más de 10.000 fallecidos. Pero en los contextos de precarización generalizada como la latinoamericana, la cuarentena está generando tantas víctimas como el propio virus. Como toda crisis, las consecuencias golpean de manera distinta, según el nivel socioeconómico de las personas. En el caso de Bolivia, y sin menospreciar a los enfermos, podemos enumerar a las otras víctimas de este desastre.

Partimos por lo más obvio. Al declarar una cuarentena en Bolivia estamos pidiendo más sacrificio a quienes menos tienen. Nuestra economía, de acuerdo con datos de la OIT, tiene los indicadores más altos de la región en empleo informal, llegando al 83% de los trabajadores. Si bien la informalidad no es sinónimo de pobreza, estas personas, sin acceso a redes de protección social, son las que mayor vulnerabilidad enfrentan. Según estimaciones, 4 millones de personas en Bolivia forman parte de una familia donde si no se trabaja hoy, no se come mañana. Por ello, el control policial o militar de la cuarentena, con represión y violencia, viola los derechos humanos de la gente que sale a las calles no por irresponsabilidad, sino por sobrevivencia.

Un segundo colectivo de víctimas de la pandemia, incluso si gozan de buena salud, son los dueños de pequeños negocios. Para muchos de ellos, no contar con ingresos durante una quincena implica el riesgo de cerrar definitivamente su negocio que, además de sostener a su familia, brinda empleo a tres o cinco personas. “Si estoy sana, estaré aquí para atenderla”, me decía mi peluquera que ha perdido cerca del 60% de sus clientes. Los amigos y dueños de mi cafetería favorita han decidido suspender operaciones, porque las tres mesas que logran atender no justifican sus costos salariales. Seguramente recurrirán a un préstamo para pagar el alquiler de fin de mes y tendrán que pagar diferido a sus proveedores.

Por último, cabe mencionar los desafíos que las mujeres de Bolivia enfrentan con un incremento, si esto es posible, de las formas de violencia estructural que enfrentan. Las mujeres son las enfermeras en la primera línea de atención de casos de coronavirus, y el impacto que esto tiene en su salud física y emocional nadie lo considera. Las mujeres son quienes ocupan la mayor parte del trabajo informal, y la cuarentena las coloca en mayor riesgo de perder su precario ingreso.

Las mujeres son quienes asumen con mayor responsabilidad las cargas de cuidado que se incrementan en momentos de crisis, teniendo por ello que renunciar a puestos de trabajo y oportunidades de estudio, profundizando su precariedad. Si celebramos que cerca al 80% de los enfermos de coronavirus podrán recuperarse en sus casas, liberando con ello al sistema sanitario, ¿nos hemos preguntado quiénes serán sus cuidadoras y a qué costo? También son las mujeres quienes asumen la mayor carga de los hijos e hijas cuando las escuelas están cerradas, teniendo ellas que encargarse de las tareas para que no haya retrasos en la educación.

El Gobierno recomienda quedarse en casa y disfrutar de la familia, con una visión idílica de ese refugio contra el coronavirus. Sin embargo, se ha comprobado que la casa es el lugar más peligroso para las mujeres, quienes viviendo el encierro domiciliario obligado en entornos machistas se exponen aún más a situaciones de violencia exacerbada.

Nada de esto parece estar en la cabeza de quienes toman decisiones sobre las políticas públicas para enfrentar la pandemia, y solo parece ocuparles el cálculo del costo electoral de sus acciones pensadas en el corto plazo. Tenemos mucho que aprender de aquellos países que están enfrentando mejor la crisis, abriendo nuestras mentes más allá de consignas ideológicas.

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Resultados del referéndum

/ 14 de marzo de 2016 / 07:30

Finalmente el Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha puesto a disposición los resultados consolidados del referéndum constitucional puesto a consulta el 21 de febrero. El 51,30% de los bolivianos rechazaron cambiar la Constitución para posibilitar la reelección de Evo Morales. Así, por una diferencia de tan solo 136.382 votos, se mantiene la prohibición de que el Presidente sea reelecto al terminar su tercer mandato. Esta es la primera vez que el líder cocalero es derrotado en las urnas desde su llegada al poder en 2006.

Si bien los números nos hablan de una polarización poco propicia para la reflexión en torno a los resultados, es necesario preguntarnos sobre las diversas lecturas que este dato nos proporciona en torno a la realidad nacional. Considero un error simplista atribuir el triunfo del No a una operación política del imperialismo, o al poder hipnótico ejercido por las recientemente descubiertas redes sociales; menos aún atribuir la derrota del Sí a la “traición” de los funcionarios públicos que, ejerciendo su derecho ciudadano a la disidencia, optaron por rechazar las modificaciones a la Constitución.

Creo más bien enriquecedor y propicio plantearnos una serie de preguntas que nos podrían ayudar a profundizar en los cambios y continuidades del contexto actual. Iniciemos la reflexión con dos de ellas. La primera, formulada por Lilián Celiberti, observadora internacional del proceso electoral pasado, nos plantea: ¿se puede hablar de una práctica política nueva cuando se convoca a la reelección de los mismos líderes? Y la segunda, de carácter sociológico, planteada por el propio Vicepresidente en su análisis del domingo pasado: ¿de qué cambios o continuidades en las mentalidades sociales da cuenta el resultado del 21F?

Es indudable que el No, resultado del referéndum, nos habla de un límite al poder constituido, una negativa a relacionar inevitablemente las virtudes del proceso de cambio con el liderazgo que lo conduce. Este liderazgo, al estar excesivamente personalizado, podría ser mucho menos convincente; por ello la brecha entre el 75% de aceptación de su gestión frente un voto de 48,70% que apoya su continuidad en el cargo. El mensaje es claro: renovación, pero no solo de los actores, sino fundamentalmente de las prácticas políticas, discursos y horizontes de cambio. La expectativa es que la derrota lleve al propio MAS a desarrollar su capacidad crítica frente a su acción, y sobre todo a pensarse como un proyecto político sostenible en la nueva Bolivia que ha creado. En ese sentido, más que inquietarse por la derecha contenida en el No, debería preocuparse por entender a las izquierdas que contiene ese mismo No.

Y esto nos lleva a la necesidad de identificar y conocer más a esa nueva Bolivia producto del proceso de cambio. ¿Será, como sostienen algunos, que la integración al mercado lo que da la nueva carta de ciudadanía social? ¿Es acaso que la igualdad como nuevo pacto social es entendido tan solo en su acceso al consumo? ¿En qué medida la narrativa revolucionaria y transformadora del proceso de cambio ha alterado las prácticas y relaciones sociales cotidianas? ¿Acaso la corrupción es un rasgo biológico humano imposible de erradicar? ¿Las ideas del vivir bien son tan solo una marca y empaque de un producto for export?

El resultado del referéndum, más allá de un recuento de derrotas y victorias, debe llevarnos a comprender mejor la realidad, para poder seguir actuando políticamente en ella.

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Plan Nacional de Desarrollo

/ 4 de enero de 2016 / 04:00

Celebramos la presentación en días pasados del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social, ya que pone en mesa el proyecto de país sobre el que podemos discutir en el próximo referéndum. Ya no se trata, como expresó el Presidente del Estado, de la definición de nuestro voto en torno al amor o desamor hacia él, sino en imaginar una propuesta de desarrollo y adscribirnos o no a ella. Esto sin duda cualificará una campaña que ha sido poco atractiva y vacilante desde ambos frentes.

Escuchar la exposición de la propuesta ya fue un ejercicio de disciplina y paciencia. El aparato comunicacional del Estado no se compadece suficientemente de su audiencia para buscar una forma pedagógica de difundir el plan, sin someternos a una danza de cifras y datos que dura horas y confunden al propio Presidente. Esperamos que en las próximas semanas contemos con una serie de material didáctico que nos permita conocer a profundidad las ideas y discutirlas.

Pero vayamos a la propuesta. Dos datos parecen encabezar un horizonte optimista de futuro: hasta 2020 se prevé un crecimiento económico del 5,8% que logrará disminuir la pobreza extrema a 9,5%. Los principales instrumentos para impulsar estas metas son la inversión estatal, sobre todo en infraestructura; la posible atracción de mayor inversión extranjera directa (IED); y el compromiso del sector privado que en este plan parece tener un protagonismo mayor.

En el campo social se prioriza la educación y la salud como una apuesta al capital humano que requiere la anhelada diversificación productiva. Sin embargo, todavía la propuesta se centra en el hardware y no lo suficiente en el software, cuyo análisis tanto se requiere. El gran ausente es un abordaje integral y renovado de la crisis en el sistema de justicia, así como una visión de resiliencia y sostenibilidad ambiental que son demandas sociales ya instauradas.  

El plan presenta una serie de indicadores macroeconómicos y sociales ambiciosos que dejan una gran interrogante sobre cómo alcanzarlos. En un contexto internacional de bajos precios de las materias primas y un desempeño triste de la productividad nacional, con muy poca diversificación y agregación de valor, los caminos para alcanzar la meta requieren de un liderazgo estatal potente.

La apuesta demanda una verdadera revolución institucional y voluntad política de los actores económicos, que en el actual contexto no se visibiliza. La energía de los sectores productivos y los territorios todavía parece estar concentrada en disputarse la torta del IDH que se imagina inagotable. Transmitir la visión del desarrollo propuesto y un sentido de responsabilidad compartida pueden ser los desafíos más grandes que enfrenta este plan, ya que no lo imagino sin la concurrencia de las entidades autonómicas subnacionales y los actores económicos privados.

Por otro lado, desde el Gobierno nacional este plan requiere de una batería de políticas sectoriales articuladas y una institucionalidad eficiente en la implementación. Todo esto acompañado de una voluntad de diálogo intersectorial con los actores del desarrollo que implica una transformación en la cultura de la gestión pública. ¿Será posible construir esta estatalidad en la próxima década? El desafío es grande y desde la sociedad tenemos mucho por discutir para, con base en lo planteado, construir en diálogo el desarrollo que queremos.

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Responsabilidad en el endeudamiento

/ 26 de octubre de 2015 / 04:00

La semana pasada, el presidente Evo Morales anunciaba con júbilo el compromiso asumido por China de otorgarnos $us 7.000 millones en deuda. Inmediatamente este anuncio fue interpretado de dos maneras opuestas, según visiones sobre el endeudamiento externo. Por un lado, algunos celebraron la capacidad de endeudamiento del país, producto de su estabilidad económica y crecimiento sostenido, bajo la idea de que “cuando te va bien, más dinero te permite crecer y, por tanto, generar más dinero”. Otras voces, más desconfiadas de esa visión, se plantearon “si nuestro crecimiento económico está blindado como dicen, ¿para qué necesitamos prestarnos dinero?”. Ambas ideas han sido discutidas desde distintas voces que nos podrían ayudar a celebrar o criticar la reciente medida.

Asumamos que el fantasma del sobreendeudamiento heredado del periodo de las dictaduras todavía nos hace asumir una actitud conservadora. Recordemos que la crisis de la deuda en los años 80 alcanzó a un porcentaje de endeudamiento del 90% del PIB boliviano. La memoria de costosos créditos para construir elefantes blancos, sin ningún impacto en el crecimiento económico, nos obliga a recibir la información del aumento de deuda con extrema precaución. Para salir de esta crisis fueron determinantes los procesos de condonación de países pobres muy endeudados (HIPC) y la Iniciativa de Alivio de Deuda Multilateral (IADM), resultado de la movilización de la sociedad civil en diversos lugares del mundo. No queremos volver a someternos a los condicionamientos que estos procesos implican.

Algunos analistas nos alejan de esos tiempos, recordando que Bolivia tiene un buen soporte económico reflejado en sus Reservas Internacionales Netas, que nos permitiría una mejor capacidad de negociación de las condiciones de los créditos. Sin embargo, como en una familia, adquirir un crédito no solo depende de la posible capacidad de respaldo financiero y de pago, sino fundamentalmente del destino que se le da al crédito.

La información que tenemos es que la inversión propuesta al Eximbank (Banco de Importaciones y Exportaciones de China) está contenida en 11 proyectos que serían negociados individualmente, y necesariamente aprobados por la Asamblea Legislativa Plurinacional. Esto nos permite entender que en los próximos meses podremos conocer una adecuada evaluación de la necesidad del endeudamiento y el destino de esos recursos, considerando que serán compromisos de pago con fondos públicos. Así, comprendemos que el monto revelado finalmente como de $us 7.500 millones no vendrá de una vez “en paquete”, sino dependiendo de la negociación de cada uno de los proyectos y la capacidad de ejecución. Permítanme afirmar en ese sentido que no me cabe duda que la integración caminera planteada es absolutamente estratégica; sin embargo, dudo mucho que la construcción de un estadio para los Juegos Odesur en Cochabamba tenga la misma prioridad.

Recordemos que el Art. 322 de la Constitución Política del Estado menciona que la estrategia de financiamiento del país con nuevos créditos debiera optar por las condiciones más ventajosas en las tasas, los plazos, los montos y las condicionalidades que debemos comprender en cada uno de los proyectos propuestos. Esto implica que la sociedad civil boliviana tiene el desafío de poner atención al nuevo endeudamiento para poder discutir, proyecto a proyecto, la necesaria sostenibilidad y responsabilidad de nuestro endeudamiento.

En ese sentido, la Fundación Jubileo, en su nota de prensa Deuda externa en Bolivia, sostenibilidad y responsabilidad, nos plantea que es importante velar por mantener el nivel de sostenibilidad de deuda alcanzado por el país, y para ello es importante evaluar el impacto de los créditos, a través de un análisis de sostenibilidad de deuda con proyecciones que muestren el comportamiento previsto de los indicadores de deuda en su aporte al desarrollo.

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