Los estrechos vínculos entre España y Bolivia se alimentan de numerosas y magníficas manifestaciones tejidas a lo largo del tiempo. Probablemente las más poderosas y vigorosas son las que tienen que ver con la relación establecida entre nuestros pueblos y entre las personas. Al hilo de esta reflexión, resulta emotivo el homenaje que el 4 de julio se rendirá en el edificio del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, en la ciudad de Sucre, a una de las figuras que mejor simbolizan esta sólida unión: Alfonso Querejazu Urriolagoitia. Se renueva así el tributo de reconocimiento y gratitud que ya se le dispensara el 27 de abril de 1999 en el Palacio Arzobispal de Sucre, en el acto conmemorativo celebrado con motivo de los 25 años de su muerte.

Cuarenta años después de su fallecimiento en la ciudad española de Ávila, queremos recuperar la memoria de Querejazu, un hombre que fomentó una profunda reflexión en torno al diálogo entre fe y razón, como tantos otros eximios representantes del renovado pensamiento católico de la Europa y España de la posguerra.

Fue figura clave en las “Conversaciones de intelectuales católicos de Gredos”, que reunieron a lo largo de 25 años a un grupo de pensadores, poetas, profesores, médicos, y algún político. En aquellos cenáculos se generó un verdadero debate sobre las ideas de libertad y democracia, así como germinó de nuevo con fuerza el debate en torno a  la idea de España, reflejando una verdadera apertura intelectual en pos de la reconciliación entre la España interior y la España peregrina del exilio.

Teólogo y jurista insigne, Querejazu dedicó su palabra y su acción al pensamiento y a la reflexión sobre el catolicismo y el futuro de España. Se ordenó sacerdote con la firme convicción de que solo concentrándose en lo interior podría aprehender objetivamente el mundo exterior, y así lo demostró en su papel como guía espiritual, además de intelectual y pensador.

Citando a Olegario González de Cardedal, uno de los estudiosos de su obra,  “solo un corazón purificado en el crisol del silencio, de la renuncia y de la distancia interior, tiene capacidad de amarlo todo sin mancharlo, de acercarse a los hombres sin prostituirlos con la utilización y la envidia”.
No se puede entender la evolución ideológica y espiritual de la España de esos años sin acudir a la figura de Alfonso Querejazu Urriolagoitia, un hijo ilustre de la ciudad histórica de Sucre, y por ello se hace acreedor una vez más a la admiración de España y de su patria Bolivia, que reconocen en él a un símbolo de la amistad entre nuestras dos naciones hermanas.