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Niñas en el infierno

Martín Quispe, padre de una niña de 12 años que desapareció hace 41 días en Sucre, estuvo en la sede de gobierno tocando puertas a la espera de que las autoridades lo ayuden a encontrar a su hija. Además de instituciones estatales, este hombre visita cuanto lenocinio encuentra a su paso, pues cree que su hija fue secuestrada para ser explotada sexualmente.

La última vez que los familiares de Francis la vieron fue el lunes 19 mayo a las 13.30, cuando salió de su hogar caminando hacia su colegio. Desde entonces iniciaron una cruzada para encontrarla, empapelando la Capital con letreros y a través de campañas publicitarias con la esperanza de poder recabar cualquier información sobre su paradero. Asimismo, con el apoyo de diferentes instituciones, han organizado marchas con el fin de presionar a la Policía y a la Fiscalía para que se comprometan con la resolución de este caso. Gracias a estas campañas, un hombre se contactó con los padres de la menor, identificándose como el chofer de la banda que la había secuestrado y que, les dijo, estaba a punto de trasladarla a otro departamento donde iba a ser vendida a una red de prostitución. Para evitar esta transacción les exigió Bs 3.000. Pese a que el rescate fue pagado, la niña aún no aparece.   

La Policía logró aprehender al autor de la llamada, quien a su vez incriminó a otras dos personas. Un tercer sospechoso, el dueño del teléfono desde donde se hizo la llamada, fue detenido en Cochabamba. Sin embargo, los cuatro niegan su participación en el secuestro y aseguran que solo quisieron aprovecharse de la desesperación de esta familia para extorsionarlos.

Esta nueva desaparición trae a la memoria la historia de Zarlet Clavijo, la adolescente de 17 años que fue secuestrada   a plena luz del día en El Prado de La Paz. Han pasado dos años desde entonces y aún se desconoce su paradero. Lamentablemente estos casos podrían ser dos gotas de agua en un inmenso lago de horror, conformado por las miles de mujeres que cada año caen en poder de organizaciones criminales que se nutren del tráfico de personas y de esclavas sexuales, empleando métodos atroces para doblegarlas, en un infame negocio que lucra con la dignidad humana sin reparo alguno.

Hasta ahora, la voluntad y persistencia de los padres de Francis Martín Quispe ha logrado comprometer la participación del Ministerio de Gobierno, cuyas principales autoridades han ordenado a la Policía la conformación de un equipo especial para encontrar a la niña desaparecida. Es de esperar que este caso se convierta en la punta de lanza que permita identificar los tentáculos de estas redes criminales en el país, que a veces logran involucrar a las propias fuerzas del orden y a algunos fiscales; pero también y sobre todo para que la población adopte una actitud de repudio ante estos delincuentes, que por amor al dinero son capaces de cometer atrocidades sin nombre.