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Monday 29 Apr 2024 | Actualizado a 15:34 PM

¿Cómo mejorar la Justicia?

Es hora de medir el trabajo de los jueces por el número de casos resueltos cada mes.

/ 30 de junio de 2014 / 07:44

Según opositores y oficialistas, abogados y litigantes, autoridades y ciudadanos comunes, la administración de justicia pasa por uno de sus peores momentos, principalmente por el agravamiento de la retardación, uno de los males endémicos, malignos y nocivos de nuestra justicia.
¿Qué hacer? La experiencia aconseja que la opción más efectiva para terminar, o por lo menos reducir este mal, es medir, a manera de un termómetro, el trabajo de los jueces por el número de sentencias que dictan cada mes.

Desde el Gobierno —a través del Ministerio de Justicia— y desde la sociedad civil —a través de los colegios de abogados y universidades— hay un sano y sincero interés por encontrar los remedios más efectivos para curar este mal. En seminarios regionales y nacionales se analiza este padecimiento y se proponen soluciones, pero el mal subsiste, se expande y empeora.

Sin lugar a dudas, una de las causas directas de este desastre judicial son las designaciones de jueces y fiscales sin experiencia y, lo que es peor, sin vocación ni interés en la pronta justicia. Personas indolentes, perezosas y engreídas que solo buscan atornillarse de por vida en un cargo, sin importarles para nada los resultados de su trabajo.

¿Cuál es la excusa más común de los jueces retardadores? Invariablemente, mecánicamente, instintivamente, que tienen demasiado trabajo, que no les alcanza el tiempo, que están sobresaturados de procesos, que es humanamente imposible despachar todos los casos dentro los plazos establecidos por ley. Y, sin embargo, si a alguien se le ocurriría realizar una auditoria en dichos juzgados, se sorprendería al comprobar que tales jueces, durante semanas, meses y hasta años no dictaron una sola sentencia, limitándose a emitir simples decretos.

Hace años, siendo vocal de Corte, ante sucesivos reclamos de retardación provenientes de un juzgado de sustancias controladas en Cochabamba, a cargo de los jueces Vidal y Castro, hicimos una auditoria, y con verdadera sorpresa nos enteramos que tales jueces no habían dictado una sola sentencia durante un año, limitándose a celebrar audiencias y enviar presos a la cárcel. La Sala Plena de entonces ordenó el enjuiciamiento penal de ambos malos jueces por el delito de retardación.

Estos “jueces retardadores” son la mayoría en el Órgano Judicial, pues hay otros, los menos, los más idóneos, decentes y laboriosos, que sacrifican aún sus horas de sueño y descanso con tal de acercarse al ideal de la pronta justicia. Entonces, en esta hora de cambio, cuando se buscan medidas eficaces contra la retardación, el remedio no puede ser otro que el de medir el trabajo de los jueces a través del número de sentencias dictadas.

Ejercí la abogacía y la judicatura por muchos años, conozco las falencias de nuestra justicia desde sus dos ángulos y, amparado en esta experiencia, es que propongo la solución antes mencionada, que es la de fijar un número determinado de sentencias que semanalmente o mensualmente debe dictar un juez obligatoriamente. Si no cumple el cupo, debe ser despedido para que venga otro, con mejor ánimo de trabajo, vocación, experiencia y responsabilidad. Este termómetro será el remedio más eficaz para comprobar si un juez trabaja o no, porque cada semana, con la simple revisión del libro de tomas de razón del juzgado, se podrá verificar su trabajo.

No dudo que las críticas de los “jueces retardadores” a esta propuesta se basarán en los conocidos argumentos falsos de que hay casos muy difíciles, que hay mucho trabajo, que no les alcanza el tiempo, etc., etc., que no son otra cosa que cortinas para ocultar su pereza y falta de compromiso con las delicadas funciones que cumplen. Entonces, es hora de medir el trabajo de los jueces por el número de casos resueltos cada mes, única manera de identificar a los buenos y malos jueces.

A ningún juez responsable afectará que controlen su trabajo a través del número de sentencias dictadas, medida que más bien los enaltecerá y presentará ante la sociedad como verdaderos paradigmas de la pronta justicia. 

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La Ministra de Salud, en el banquillo

A la Ministra de Salud se la acusa de todos los males imaginables, incluso de ser joven, soltera, médico y mujer.

/ 30 de enero de 2018 / 04:06

Está de moda atacar a la Ministra de Salud, quien incluso acaba de ser interpelada en el Parlamento, sin éxito, por la oposición, que cuestionó desde su formación profesional hasta la forma cómo afrontó el último conflicto médico. Y el odio contra ella se ha recrudecido por haber sido ratificada en su cargo. Se la acusa de todos los males imaginables, incluso de ser joven, soltera, médico y mujer; pero sobre todo, por haber tenido el atrevimiento de pedir que no se les pague a los médicos por su larga huelga de 48 días.

La periodista Amalia Pando la acusó de no ser médica, sino simple enfermera, con estudios de solo dos años en Cuba. Y meses antes, con verdadero escándalo, la acusó falsamente de estar embarazada… El alcalde de Yacuiba, Carlos Bru, la agredió verbalmente con la siguiente frase: “Cama adentro, jefe, la Ministra también, cama adentro, patrón encima”. El sacerdote y director de radio Fides, Eduardo Pérez Iribarne, la llamó “desplazada de la vida” y le dijo “¡Discúlpeme, señora, no me atrevo a llamarla médica, no me atrevo! Será porque soy un maricón, pero no me atrevo a llamarla médica, prefiero llamarla Ministra de Salud. ¿Por qué está de ministra? No sé, me han contado chismes, pero no quiero difundir porque son chismes”. El Presidente del Comité Cívico Potosinista la injurió públicamente y pidió su destitución. Y en las redes, comentarios callejeros y en la prensa opositora se dice que Ariana Campero solo estudió cuatro años en una escuela de Cuba, que no es médica y que, consiguientemente, no está habilitada para ser ministra de Salud y menos para impugnar las huelgas de los galenos.

Sin embargo, lo cierto, lo objetivamente cierto, es que la Dra. Campero estudió seis años en la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba, cuyo plan de estudios abarca seis años (como se puede comprobar en internet); que fue una destacada estudiante y que a su regreso trabajó como médica comunitaria en el municipio de Aiquile y en la implementación del Bono Juana Azurduy en las áreas rurales. Fue nombrada viceministra de Salud en 2014, para finalmente ocupar el cargo de ministra en enero de 2015, a los 29 años, siendo la ministra más joven del ramo en toda nuestra historia, despertando el odio de viejos galenos que no perdonan que una mujer, más aun joven, ocupe ese cargo.

Todo este odio y maldad no toma en cuenta y no reconoce que Ariana Campero impulsó desde su cartera ministerial la implementación de trasplantes renales gratuitos en todo el país; que durante su gestión se lanzó el programa universal de lactancia o subsidio prenatal en octubre de 2015, con el objeto de entregar gratuitamente productos alimenticios a todas las mujeres embarazadas a partir del cuarto mes de gestación; y se implementaron las ferias de salud gratuitas en todos los confines de la patria, el programa Telesalud, el programa Mi Salud, así como atención médica y dental gratuitas por medio de ambulancias, etc.

Además, no se toma en cuenta que el cargo de Ministra de Salud es enteramente administrativo, de dirección y aplicación de políticas de salud; para lo que se necesita sobre todo energía, honradez, patriotismo y experiencia. Al presente, la Dra. Campero tiene experiencia continua como viceministra y ministra de la cartera de Salud por más de cuatro años, con resultados óptimos. Entonces, ¿es justo acusarla de no tener experiencia, méritos y capacidad para ejercer ese cargo? En fin, considero que fue un acierto y un acto de justicia ratificarla, porque lo contrario hubiese significado dar la razón y contento a los enemigos de la atención médica gratuita y universal.

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Los silencios del general Gary Prado

A medio siglo del suceso, es hora de que el Gral. Prado cuente la verdad de lo acaecido tras la captura del Che.

/ 2 de octubre de 2017 / 04:21

El Gral. Gary Prado Salmón es autor de un suceso militar por el que siempre será recordado. Hace 50 años, al mando de su patrulla, capturó en la quebrada del Churo al célebre guerrillero Ernesto Che Guevara, y su nombre, junto al de su prisionero, se hizo mundialmente famoso. Pero lo lamentable es que Prado nunca contó la verdad del hecho del que fue protagonista. Ocultó la verdad, muy comprensible, para evitar represalias en aquella época de pasiones desenfrenada, pero dando lugar con su silencio a la aparición de falsos “héroes” de aquella contienda.

A medio siglo del suceso es hora de que el Gral. Prado cuente la verdad de lo acaecido luego de la captura del Che Guevara, sin disfrazar la verdad, como hasta hoy lo ha hecho. Prado sostiene, sin sensatez, que al día siguiente de la captura del guerrillero argentino-cubano, muy temprano, llevó al Cnl. Zenteno a la quebrada del Churo, donde ya se encontraban los capitanes Torrelio y Ayoroa  y los suboficiales Totti y Espinoza, al mando de una numerosa tropa rastrillando la zona. Que luego de hacerle conocer a Zenteno el Churo, muy de mañana, lo devolvió a la Higuera con escolta, quedándose él en la quebrada hasta después de la una de la tarde, y que cuando regresó a la Higuera le informaron que el Che ya había sido ejecutado.

¿Cómo es posible admitir que Prado haya preferido quedarse en el Churo en vez de estar junto a su famoso prisionero? La lógica se reciente. No es admisible que Prado, un oficial de carrera y con fama de leído, haya cometido semejante desliz. Ese momento Prado vivía su hora más gloriosa, tenía en sus manos al Che Guevara, por lo que cuesta creer que dando la espalda a la historia se haya quedado en el Churo.  

Días después dijo que cuando llegó a Vallegrande con su tropa, el cadáver del Che ya había sido incinerado, alterando una vez más los hechos. ¿Qué buscaba Prado? Minimizar su actuación para evitar represalias. Muy comprensible y razonable su postura. Nadie tiene por qué arriesgar su vida por reconocer algo que su deber le impuso. Prado siempre dijo, buscando protegerse de la venganza, que entregó vivo a su prisionero y que fueron sus superiores los que decidieron su destino.  

Sin embargo ahora, pasado medio siglo, cuando ya no hay peligros que pongan en riesgo su vida, ni su honor, es hora de que Prado nos cuente la verdad de lo sucedido en La Higuera aquel mediodía del 9 de octubre de 1967. Con su versión se derrumbarán muchos mitos y falsos héroes.

Su silencio ha dado lugar a que el exagente de la Central de Inteligencia de EEUU (CIA) Félix Rodríguez diga lo que le venga en gana, la vez que quiere ganar dinero a costa de contar la historia de la ejecución del Che en La Higuera. Rodríguez, cambiando de tiempo en tiempo su relato, según su conveniencia dice, por ejemplo, que fue él quien recibió la orden de ejecutar al Che; que abogó por la vida del prisionero; que recibió los últimos encargos del mítico guerrillero, que se quedó con su reloj, que eligió a su matador, que fue él quien certificó la muerte del Che, etc.

Lo más probable es que Prado regresó del Churo con Zenteno y que estuvo junto al Che hasta su ejecución, historia que es hora de que la cuente sin retoques ni falsificaciones.

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Museo Marcelo Quiroga Santa Cruz

El museo impulsado por Rossells rinde el mejor homenaje a uno de los hijos más insignes de Bolivia

/ 21 de enero de 2017 / 04:28

Fue en la respetable Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) que, con sorpresa y deleite, encontré un magnífico museo dedicado a la vida y obra de Marcelo Quiroga Santa Cruz, erigido con afecto, finura, constancia y convicción por la notable profesora de dicha facultad Beatriz Rossells, que así, sin halagos ni algazara, ha rendido el mejor homenaje a la memoria de uno de los hijos más insignes de Bolivia.

Marcelo Quiroga Santa Cruz, líder socialista, fue inmolado el 17 de julio de 1980 por las balas asesinas de la última dictadura militar, quedando su cadáver desaparecido hasta hoy y su obra frustrada, cuando remontaba espléndido vuelo en búsqueda de una patria mejor. Era hora de perpetuar la memoria de Marcelo en una galería que recuerde, a las nuevas generaciones, el paso de este gigante de la política por las páginas gloriosas y a la vez funestas de nuestra historia.

En los pasillos y paredes de la Facultad de Lingüística, a la manera de una película mostrada al revés, está la vida de Marcelo desde su niñez hasta su trágica muerte. Allí están algunas de sus prendas, abundantes fotografías, su máquina de escribir, sus libros, sus cuadros y los magníficos óleos que le pintaron artistas nativos y extranjeros. También están los retratos de los autores materiales e intelectuales de su muerte y de las ambulancias que cumplieron siniestra misión aquel funesto día.

Además, el museo Quiroga Santa Cruz muestra los hechos y personajes que sobresalieron en Bolivia y el mundo desde 1930 hasta 1980, o sea, durante las cinco décadas en las que transcurrió su existencia. Ahí, por ejemplo, están cuadros, fotografías, utensilios y libros sobre la Guerra del Chaco. También pinturas y libros sobre los grandes mineros de la época, una excelente colección de obras sobre la revolución nacional del 9 de abril, de las dictaduras militares y de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, a través de los cuales se trata de mostrar el marco en el que se forjó la personalidad de Marcelo.

Es importante mencionar que por la excelente utilización de espacios, el museo no interfiere en las labores de la facultad que la acoge. Por eso mismo, uno de los afiches de presentación dice: “El desafío era poder utilizar los espacios públicos de la casa, sin interferir en las labores ordinarias de las oficinas. El auditorio refleja la fulgurante y breve vida de Marcelo y su trágico, prematuro e injusto final. Las escaleras y los pasillos del segundo piso contribuyen también con sus imágenes a recrear la vida intelectual y política del mismo período (…)”.

En el museo me llamó la atención un inmenso lienzo con el retrato de Marcelo, de cuyo pecho cuelga la medalla presidencial, obra de un pintor aymara que de alguna manera refleja la frustración histórica sufrida con su prematura desaparición. También en la pinacoteca resaltan trozos de opiniones de diferentes autores, como la de Jesús Urzagasti, quien dice: “Marcelo brillaba demasiado para que unos hombres y un sistema ilegal, antidemocrático y corrupto pudieran tolerarlo. Pero ni el odio, ni la envidia, ni la propia muerte podrán borrar la estela luminosa que él dejó para todos nosotros”. Y también hay versos como uno de Matilde Casazola que reza: “Pero tú no has muerto. ¡No muere la luz! Vives en el tiempo, Quiroga Santa Cruz”.

En Cochabamba, ciudad natal de Marcelo, hasta hoy no hay un museo que perpetúe su memoria y, sin embargo, en La Paz, una ilustre dama de esa ciudad ha hecho realidad tan importante obra, que enriquece la cultura del país y rinde justo homenaje a Marcelo Quiroga Santa Cruz, un hombre notable de nuestra historia.

* es abogado e historiador, dirige una oficina jurídica en Cochabamba.

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La notable vida de Mariano Baptista

Con tal bagaje, es lógico que un libro sobre su vida se parezca a los cuadros de un bello calidoscopio.

/ 25 de octubre de 2016 / 05:49

Hay personas que marcan honda huella en la cultura de un país, cuyas vidas merecen ser plasmadas en un libro no solo como una merecida retribución social, sino también como modelos que impulsan el progreso de los pueblos. Este es el caso del escritor Mariano Baptista Gumucio, cuya notable vida acaba de ser retratada en un estupendo libro autobiográfico que, por su amenidad y el conjunto de ensayos, entrevistas, libros y memorias que contiene, es un grato obsequio a todas las personas que tienen el hábito y el gusto por la lectura.

El libro se titula Por la libertad y la cultura y ha sido editado por el ilustre escritor orureño Luis Urquieta Molleda, con quien el país está en deuda por esta trascendental obra. Mariano Baptista Gumucio es autor de 70 libros y ensayos, fue tres veces ministro de Educación y Cultura, embajador de Bolivia en varios países, director de los periódicos Última Hora y Hoy por 14 años, fundador de la Biblioteca Popular (que editó más de 50 libros de autores bolivianos), gestor de museos históricos en las principales ciudades del país, secretario de presidentes y muchas otras altas funciones desempeñadas y lauros recibidos a través de su prolífica vida. Entonces, con tal bagaje de experiencias es lógico que un libro sobre su vida se parezca a los cuadros de un maravilloso calidoscopio.  

Son notables los conceptos de Baptista Gumucio sobre la educación, la política, el militarismo, la diplomacia, etc.; así como sus memorias sobre Paz Estenssoro (del que fue su secretario), de Hernán Siles Zuazo, Wálter Guevara Arze, Juan Lechín Oquendo, Alfredo Ovando Candía, Jaime Paz Zamora, Augusto Céspedes, Augusto Guzmán, Roberto Querejazu, Raúl Botelho, Joaquín Aguirre Lavayén y muchas otras importantes personalidades del mundo de la política, la cultura y las letras.

También son de tremendo interés sus opiniones sobre Fidel Castro, el Che Guevara, la revolución cubana y en especial su entrevista con el presidente chileno Eduardo Frei Ruiz-Tagle, a la que se coló su canciller, José Miguel Insulza, quien mostró su odio visceral contra Bolivia. “El hombre, dice, era taimado, arrogante y en mi caso prepotente, pues me trataba como un majadero que no había aprendido bien las lecciones de la historia. Pregunté a Frei si él consideraba posible iniciar un nuevo diálogo con mi país, y en lugar de que él me respondiera, Insulza, adulterando mis palabras, me dijo arrebatado de furia que si los bolivianos querían cambiar el Tratado (de 1904) debían esperar el juicio final…”.  
Me llamó la atención que un escritor que fue tres veces ministro de Educación y Cultura y promotor de masivas campañas de alfabetización tenga este certero concepto sobre la escuela: “La culpable de la aversión al libro existente en Bolivia es la escuela. Es ahí donde se enseña a detestar a los libros (…) Cruel encerrar a los niños 12 años en aulas que parecen cárceles (…) Los horarios son rígidos y las materias, anticuadas (…)”.

También me pareció certero su juicio sobre la actual enseñanza obligatoria de lenguas nativas: “Perú, dice, ha sido país pionero en la educación bilingüe, pero nunca se ha impuesto obligatoriamente allí, en ninguna región, el quechua. Lo mismo puede decirse de Guatemala o México con sus respectivas lenguas originarias (…) En las escuelas habría que dar el salto ahora a los idiomas que servirán a los jóvenes para relacionarlos con el mundo: inglés, chino mandarín, portugués (…) Muchos se preguntan si la enseñanza obligatoria de las lenguas nativas obedece a un fin pedagógico que ayude a los jóvenes en el futuro o es una suerte de revancha histórica de quienes sometidos ayer gozan del poder hoy (…)”. En fin, por la libertad y la cultura es un libro admirable y ameno que vale la pena leer.

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Cumbre de Justicia

La falta de recursos incide en la mala calidad del sistema judicial y en el fomento de la corrupción.

/ 11 de junio de 2016 / 02:35

Todos los cambios que se propongan en la Cumbre de Justicia serán inútiles y caerán en el vacío si no se mejora el presupuesto del Órgano Judicial, que es el más bajo de la región y el mundo. Actualmente sus recursos representan el 0,56% del Presupuesto General de la Nación (PGN). Es decir que este fundamental Órgano del Estado agoniza con un presupuesto de sobrevivencia, por lo que de nada servirá cambiar jueces, aprobar nuevas leyes, implementar mecanismos anticorrupción y otros, buscando mejorar la Justicia, si se mantiene este mísero monto para su funcionamiento.

Para una población de 11 millones de habitantes, Bolivia tiene apenas 1.000 jueces, lo que significa que para cada 11.000 personas hay un juez; siendo la situación del Ministerio Público peor que la judicial. Actualmente hay jueces en La Paz, Santa Cruz y Cochabamba que atienden hasta 3.000 procesos, por lo que es humanamente imposible resolverlos en los plazos que señala la ley y con el debido estudio, situación que incide directamente en la mala calidad del sistema judicial y en el fomento de la corrupción.

¿Cómo se puede descolonizar, modernizar y mejorar la Justicia en tan deplorable situación económica del Órgano Judicial? Las regalías de la nacionalización han incrementado los presupuestos de las gobernaciones, alcaldías, universidades, poder central, etc., pero no han llegado al sistema judicial, que es la cenicienta del Estado. Este sector no tiene independencia económica, como lo tiene por ejemplo la Asamblea Legislativa, que aprueba su presupuesto autonómicamente; mientras que el Órgano Judicial depende de un porcentaje fijo del presupuesto del Estado, lo que lo subordina inevitablemente al gobierno de turno en el poder. Entonces, sin independencia económica, nunca existirá independencia judicial.

Por eso, los sectores que llegan a la Cumbre con propuestas temerarias como el destituir a todos los jueces o agravar las penas contra éstos, como condición para mejorar la Justicia, están totalmente desubicados si tales medidas no se acompañan con un mejor presupuesto para el sector judicial. La Justicia necesita urgentemente recibir por lo menos el 3% del PGE, para triplicar el número de jueces y fiscales, mejorar la infraestructura, incorporar medios tecnológicos en el equipamiento de las salas de audiencia, mejorar los mecanismos de investigación en el Ministerio Público y, desde luego, mejorar la situación económica de sus operadores, única condición para lograr la modernización, independencia, eficacia e imparcialidad de la Justicia.  

Lamentablemente en la agenda a debatir en la Cumbre de Justicia no figura de manera prioritaria el tema presupuestario, por lo que, anticipamos, los resultados de este evento serán tan inútiles, intrascendentes y ociosos, como los resultados de las tres cumbres anteriores. 

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