Voces

Tuesday 23 Apr 2024 | Actualizado a 03:58 AM

La próxima revolución

¿Necesitábamos un invento tan rimbombante para que nada cambie en nuestro sistema judicial?

/ 6 de julio de 2014 / 04:00

La próxima revolución es prácticamente una de las pocas que quedan por hacer en este proceso de cambio. Me refiero a la revolución de la justicia, que tiene directa relación con el vivir bien… Bien libres de asaltantes, bien provistos de jueces que trabajan con honestidad y bien atendidos, todos por igual, sin privilegios a la hora de llegar a los estrados.

Bajo la bandera del proceso de cambio, el campo político se nutrió de una numerosa y saludable cantidad de dirigentes de origen campesino-indígena. Antes solo pisaban el Palacio de Gobierno empresarios encorbatados. Hoy, gracias a un proceso de inclusión irreversible, podemos apreciar todos los estilos de sombreros regionales en la plaza Murillo y sus alrededores. También bajo la bandera del proceso de cambio se nacionalizaron los hidrocarburos, minería, telecomunicaciones, a tiempo de ensanchar el rol del Estado en la economía. En tercer lugar, la bandera del proceso de cambio cobijó también todas aquellas medidas de redistribución que eran tan necesarias en un país lleno de riquezas y de gente pobre al mismo tiempo.

Sin embargo la revolución de la justicia aún tarda en llegar. Y no, definitivamente, no era cuestión de cambiar a los actores (antes elegidos por componenda parlamentaria, hoy elegidos por voto popular).

Visto está que el modo de acceso al aparato estatal para las autoridades judiciales no era ni de lejos el principal cuello de botella para la transformación de la justicia boliviana. El experimento de las elecciones judiciales salió tan mal, que el propio Presidente lo reconoció hace poco. Ahora se escuchan voces de reforma (a la anterior reforma), buscando aunque sea un referéndum revocatorio de los magistrados elegidos por voto popular. En rigor de la verdad, debemos decir (como en la obra de Lope de Vega) que todos somos culpables; pero hay culpables con poder de decisión y hay culpables sin poder de decisión.

Primero, los culpables sin poder de decisión al menos debemos hacernos cargo de nuestro poco interés por la marcha del poder judicial y de nuestra poca curiosidad para informarnos. A su vez, los culpables con poder de decisión deben asumir al menos la responsabilidad de no cumplir con el deber básico de conocer su oficio y no leer lo suficiente acerca de cómo otros países (de los casi 200 que forman parte de las Naciones Unidas) han lidiado con la reforma de su poder judicial. ¿Realmente necesitábamos un invento tan rimbombante para que nada cambie en nuestro sistema judicial? Otra pregunta: ¿realmente no hay ningún país que haya hecho en reforma judicial algo que merezca, al menos, una miradita pequeña de reconocimiento?

Estamos hoy en el medio de un conflicto con los policías de bajo rango. Típico de periodo preelectoral, es cierto. Pero también sintomático del funcionamiento de un componente del sistema de justicia (la Policía) que siempre se trata al margen del sistema. Aunque digan lo contrario, no solo es cuestión de ofrecer a los policías un sueldo que sea el doble o el triple del actual. La revolución del sistema judicial debe apuntar a toda una nueva institucionalidad que acabe con las prácticas más perversas del sistema y de sus operadores: jueces fiscales, policías… abogados. Esto insume recursos, por supuesto, pero también requiere de decisión política para renovar drásticamente los esquemas actuales; y de paso, instalar contrapesos efectivos y automáticos que limiten los poderes discrecionales.

En los pocos meses que faltan para la elección, éste bien puede ser un tema de debate entre la sociedad y los partidos políticos. En infraestructura vamos bien,  en economía no nos quejamos, en inclusión social… faltan más mujeres (es justo reconocerlo); y en el sistema de justicia, o es una revolución o es más de lo mismo.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

La adaptación permanente

En Bolivia, los servicios públicos han logrado hitos interesantes en ciudadanía digital

Pablo Rossell Arce

/ 29 de mayo de 2023 / 08:47

Los avances en digitalización y tecnologías de la información se han propagado a una velocidad inimaginable y hoy en día ocupan los más diversos espacios de la vida cotidiana. Y vivimos esta realidad en muchos ámbitos con total naturalidad y, en otros, con resquemores y desconfianza.

Por ejemplo, hace apenas 20 años nos comunicábamos con nuestros seres queridos que estaban fuera de nuestra ciudad mediante las costosas llamadas DDN (discado directo nacional) o las costosísimas llamadas de DDI (Discado directo internacional). La masificación de los smartphones y la aparición del WhatsApp en 2009, el Telegram en 2013 y más recientemente otras apps con mejores niveles de privacidad, como Signal, han facilitado y abaratado la comunicación interpersonal enormemente.

Las redes sociales nos permiten conectarnos, mantenernos conectados y conectadas con nuestros intereses y fijaciones, y el internet es una fuente ilimitada de información y educación, incluso hay cursos enteros de nivel universitario que son gratuitos.

Pero también hay un mundo de desinformación rampante, teorías de la conspiración de diversa laya y problemas severos de suplantación de identidad.

Lea también: Todos los bancos centrales del mundo venden oro

El reto consiste en que la población cuente con canales que faciliten la mejor selección posible de contenidos y la sociedad en su conjunto cuente con medidas confiables y universalmente aceptadas de reconocimiento de la identidad digital. Es un reto enorme, pero vale todo el esfuerzo.

Por otro lado, los avances de la digitalización han dado lugar a nuevos tipos de negocios —como las dark kitchens— y nuevos tipos de oficios, como los influencers. Por cierto, sobre esto último, no solo se trata de ser fotogénico o telegénica, lo más importante es saber contar una historia en el poco tiempo que la audiencia dedica a cada post de sus redes sociales.

Las grandes empresas han desarrollado nuevos tipos de servicios y han generado innovaciones revolucionarias en nuevos productos. La forma de trabajar está experimentando cambios permanentes y eso exige una actualización constante de las competencias profesionales.

El reto, de nuevo, está en el ámbito educativo y de la formación profesional. La adaptación de la malla curricular educativa puede ser un evento anual y la adopción de nuevas modalidades y nuevos contenidos en la formación profesional no debería tener un ritmo menor.

Pero, por otro lado, en empresas muy grandes la adaptación permanente tiene el reto de gestionar el impacto emocional del cambio —más importante aún: del cambio permanente—. La gente se resiste a ser cambiada, nos es difícil adoptar una nueva identidad. Y el oficio “de toda la vida” requiere adaptarse a los cambios permanentes que implican la adopción acelerada de las nuevas tecnologías. Los últimos avances en neurociencia aplicados a la transformación organizacional traen prometedoras soluciones al tema.

En Bolivia, los servicios públicos han logrado hitos interesantes en ciudadanía digital, pagos mediante plataformas virtuales y digitalización parcial o total de algunos trámites. El reto ahora consiste en masificar las modalidades virtuales, universalizar el acceso y hacer converger las velocidades del cambio. La masificación de la digitalización de los trámites ahorra tiempo y aporta en transparencia. Generar acceso universal nos remite de nuevo a programas educativos; de otra manera, las beneficiadas y beneficiados con las nuevas modalidades serán las mismas personas que desde su nacimiento contaron con los recursos para acceder a niveles de educación y formación que el sistema público no proporciona. Y en relación a las velocidades del cambio, es importante cerrar la brecha entre, por ejemplo, las interfaces de registro de ingreso internacional en la sala de migración de Viru Viru con el registro manual del punto de ingreso del Desaguadero.

(*) Pablo Rossell Arce es economista

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Un plan anticrisis

La inversión proyectada está dirigida al potenciamiento de nuevos sectores productivos

/ 20 de febrero de 2016 / 06:11

En las últimas semanas el precio del petróleo ha bordeado los $us 30 por barril, generando movimientos de infarto en los mercados financieros. El precio del crudo es clave para ese 46% de nuestras exportaciones que representa el gas, así que es importante tomar en cuenta que precios más bajos significan menores ingresos por exportaciones y menores ingresos fiscales.

La semana pasada, la Asamblea Legislativa aprobó la ley que pone en vigencia el Plan General de Desarrollo Económico y Social 2016-2020 (PGDES), presentado por el Presidente a fines de 2015. Dicho plan tiene como horizonte la Agenda Patriótica 2025 y marca la hoja de ruta de las políticas públicas en el próximo quinquenio. En un entorno en el que nuestras proyecciones de exportaciones y de resultado fiscal ya no serán las de la década pasada, el Ejecutivo está apostando por una inyección de inversiones del orden de $us 48.000 millones en el quinquenio; se potenciará la inversión como motor del crecimiento.

La inversión proyectada está dirigida al potenciamiento de nuevos sectores productivos (energía, litio, economía del conocimiento) y a cerrar paulatinamente la brecha de infraestructura de nuestro país. Es cierto que en tiempos de crisis esta inyección masiva de inversiones requerirá endeudamiento y generará algún nivel de déficit fiscal, y al mismo tiempo exigirá un esfuerzo más sistemático por concretar los compromisos de inversión extranjera directa efectuados el año pasado en Nueva York.

La inversión pública proyectada está claramente orientada a apoyar el aparato productivo nacional y a sembrar las bases de una Bolivia posgasífera. Por lo tanto, los cuentos de terror que algunos colegas están propagando en la prensa escrita, sugiriendo que el Gobierno no tiene capacidad de gestión para estos tiempos de crisis internacional no tienen fundamento.

Los creadores del maquillaje del déficit fiscal excluyendo el gasto de la reforma de pensiones quieren ahora empobrecer los logros del Gobierno en gestión económica, inflando las cifras del déficit fiscal “sin ingresos por hidrocarburos”. Tal ejercicio es fútil. Sin importar quién esté en función de gobierno, nuestra economía tiene una base gasífera importante y la tendrá en los próximos lustros.

El endeudamiento y el déficit que se han proyectado en el PGDES se fundamentan en un esfuerzo del país para salir de la crisis fortaleciendo la estructura productiva. La alternativa consiste en realizar un ajuste social para cuadrar las cuentas macro, dejando vacío el espacio de las políticas productivas. Esa historia ya la conocemos, y el actual Gobierno no la repetirá.

Es economista, asesor económico de la Vicepresidencia.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Un plan anticrisis

La inversión proyectada está dirigida al potenciamiento de nuevos sectores productivos

/ 20 de febrero de 2016 / 06:11

En las últimas semanas el precio del petróleo ha bordeado los $us 30 por barril, generando movimientos de infarto en los mercados financieros. El precio del crudo es clave para ese 46% de nuestras exportaciones que representa el gas, así que es importante tomar en cuenta que precios más bajos significan menores ingresos por exportaciones y menores ingresos fiscales.

La semana pasada, la Asamblea Legislativa aprobó la ley que pone en vigencia el Plan General de Desarrollo Económico y Social 2016-2020 (PGDES), presentado por el Presidente a fines de 2015. Dicho plan tiene como horizonte la Agenda Patriótica 2025 y marca la hoja de ruta de las políticas públicas en el próximo quinquenio. En un entorno en el que nuestras proyecciones de exportaciones y de resultado fiscal ya no serán las de la década pasada, el Ejecutivo está apostando por una inyección de inversiones del orden de $us 48.000 millones en el quinquenio; se potenciará la inversión como motor del crecimiento.

La inversión proyectada está dirigida al potenciamiento de nuevos sectores productivos (energía, litio, economía del conocimiento) y a cerrar paulatinamente la brecha de infraestructura de nuestro país. Es cierto que en tiempos de crisis esta inyección masiva de inversiones requerirá endeudamiento y generará algún nivel de déficit fiscal, y al mismo tiempo exigirá un esfuerzo más sistemático por concretar los compromisos de inversión extranjera directa efectuados el año pasado en Nueva York.

La inversión pública proyectada está claramente orientada a apoyar el aparato productivo nacional y a sembrar las bases de una Bolivia posgasífera. Por lo tanto, los cuentos de terror que algunos colegas están propagando en la prensa escrita, sugiriendo que el Gobierno no tiene capacidad de gestión para estos tiempos de crisis internacional no tienen fundamento.

Los creadores del maquillaje del déficit fiscal excluyendo el gasto de la reforma de pensiones quieren ahora empobrecer los logros del Gobierno en gestión económica, inflando las cifras del déficit fiscal “sin ingresos por hidrocarburos”. Tal ejercicio es fútil. Sin importar quién esté en función de gobierno, nuestra economía tiene una base gasífera importante y la tendrá en los próximos lustros.

El endeudamiento y el déficit que se han proyectado en el PGDES se fundamentan en un esfuerzo del país para salir de la crisis fortaleciendo la estructura productiva. La alternativa consiste en realizar un ajuste social para cuadrar las cuentas macro, dejando vacío el espacio de las políticas productivas. Esa historia ya la conocemos, y el actual Gobierno no la repetirá.

Es economista, asesor económico de la Vicepresidencia.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Desafíos de 2015

Economías como la nuestra, con escasa diversificación, no tienen muchas alternativas de acción

/ 1 de febrero de 2015 / 04:00

Como ya hemos podido escuchar de analistas, comentadores y gurús de medios de comunicación en general, la economía mundial enfrenta este 2015 un panorama de franco estancamiento: las economías europeas y el Japón tienen proyecciones de crecimiento muy modestas; EEUU queda como una solitaria potencia que crecerá más que el promedio. La China y la India, hasta hace poco motores del crecimiento de los países exportadores de materias primas, han dejado atrás la época de vacas gordas.

En este contexto de estancamiento global, el Banco Central Europeo (BCE) anunció una flexibilización cuantitativa en su política monetaria, para inyectar un trillón de euros mediante la compra de bonos soberanos en el mercado secundario. La preocupación del BCE se concentra en el peligro de deflación de la eurozona, deflación que es un indicador de los serios problemas del estancamiento económico, que se reflejan en los mercados de consumo.

Los analistas han observado con cautela las medidas del BCB. Algunas voces indican que el ambicioso programa de política monetaria no convencional puede fácilmente llevar a inflar una burbuja de activos financieros sin que ello tenga una repercusión económica real. Por otro lado, puede no tener efecto en la medida en que el BCB está impedido de hacer compras directas de bonos soberanos; esto implica un efecto nulo en la capacidad de los países endeudados de ganar margen fiscal a pesar de la inmensa creación de dinero.

A este lado del Atlántico, mientras el nivel de comercio internacional decae, a los países como Bolivia (especializados en exportación de hidrocarburos) nos toca enfrentar un entorno de pronóstico reservado: Brasil y Argentina, dos de nuestros principales mercados de exportación, enfrentan problemas económicos serios. Por ello nuestro país se debe preparar con medidas que no son ningún secreto para nadie, pues economías como la nuestra, con tan escaso margen de diversificación, no tienen muchas alternativas de acción.

Sin embargo, la posición macroeconómica de nuestro país permite en el corto plazo pensar con calma la implementación de las medidas que de todos modos tendremos que considerar. En primer lugar, un incremento en los volúmenes de exportaciones, acción que enfrentará límites tarde o temprano. En segundo lugar, acelerar la inversión pública en infraestructura, que tiene un impacto inmediato en el empleo. En tercer lugar, se debe apurar los megaproyectos que podrían sustituir las divisas que van a dejar de llegar por efecto de la caída del precio del crudo: energía eléctrica, litio y a más largo plazo, el Mutún. Si las condiciones económicas no mejoran, incluso habría que prever un programa intensivo de empleo en infraestructura local para las regiones más afectadas.

La pieza que falta en este panorama es la contribución del sector privado. En unos días más, el Gobierno sostendrá una cumbre con los empresarios para analizar salidas a la coyuntura internacional actual. El Ejecutivo entrará a las salas de negociación en franca desventaja, pues no existe información sistematizada de la inversión privada sectorial, ni de la cantidad de capital que fuga del país para inversiones en el resto de Sudamérica, hacia los bancos de inversión globales o directamente hacia Miami, en inversiones inmobiliarias. Controlar estas variables es clave para una política equilibrada de premios y castigos que maximice el aporte de los privados al desarrollo del país, habida cuenta de que la época de bonanza les ha beneficiado con una relativa prosperidad.

Es economista.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Las guardianas de la bocamina

Si logramos un mínimo piso de derechos laborales, nuestra Bolivia será un país más equitativo.

/ 7 de diciembre de 2014 / 04:00

En inmediaciones de lo que alguna vez fue el cerro más rico del mundo, algo más de 100 mujeres sobreviven en una situación de pobreza difícil de imaginar. Ellas cuidan las entradas a los parajes que han sido entregados a los cooperativistas mineros. Son las “guarda-bocaminas”.

Las guarda-bocaminas trabajan para las cooperativas mineras; pero no se engañe, estimado lector, estimada lectora: el 94% de ellas no son socias de ninguna cooperativa. En el mejor de los casos están contratadas por salarios que van desde los Bs 400 a los 800 al mes. No tienen horario de trabajo, pues deben quedarse el año redondo cuidando los parajes, no tienen seguridad social, ni vacaciones ni un aguinaldo (imposible soñar con un segundo aguinaldo, por supuesto). Viven y trabajan en instalaciones por demás precarias, que en muchos casos fungen como vivienda y a la vez como depósito de explosivos para el trabajo en interior mina. Las viviendas prácticamente no tienen acceso a servicios básicos: más de la mitad de las familias de las guarda-bocaminas consume agua de pozo.

Esta es la situación del eslabón más débil de la cadena de producción cooperativa minera; nos referimos a la capa humana menos favorecida del sector,  que en los últimos años ha recibido apoyo estatal como nunca en la historia, pues las inversiones que el Estado destinó para maquinaria, ingenios y préstamos para el sector cooperativo, se valoran en varios millones de dólares.

Y aquí vemos nomás cómo las condiciones de discriminación y explotación van bajando como en una pirámide: los de arriba, con un poco más de recursos y un poco más de prosperidad, adoptan la lógica de comprimir los costos hasta el mínimo posible y de excluir de cualquier beneficio laboral a las de más abajo, bajo una racionalidad que, al menos en parte, se fundamenta en una idea de distinción social que justifica los beneficios para los de arriba y los sacrificios para las de abajo… casi como una estratificación natural de la vida.

Este lamentable ejemplo nos muestra cómo los humanos necesitamos tan poco para establecer jerarquías sociales, y de las jerarquías pasar rápidamente a la asignación de méritos para asignar beneficios o excluir del goce de beneficios, todo fundamentado en esa pirámide imaginaria que nos muestra capas de seres humanos esencialmente desiguales. Y como la imaginación es infinita, de la asignación de beneficios pasamos a la exclusión de derechos, en un rango que puede llegar con una facilidad sorprendente a la definición de quién tiene derecho a la vida y quién no

Afortunadamente el caso que hoy ocupa esta columna no llega a ser tan drástico. Estamos hablando del cumplimiento simple y llano de los derechos laborales de la gente trabajadora. Hace poco vimos a un dirigente de la poderosa Central Obrera Boliviana sugiriendo que el doble aguinaldo debería llegar a la clase trabajadora incluso si no se lograban las metas de crecimiento económico que hacen viable este beneficio. Me gustaría escucharlo defendiendo el derecho mínimo de las guarda-bocaminas a tener un aguinaldo y una vacación. No dos.

Si logramos un mínimo piso de derechos laborales, nuestra Bolivia será un país más equitativo. Necesitamos derribar las pirámides mentales que hacen valer distinto a los de piel más clara que a los de piel menos clara, que hacen que quienes tienen un poco más, puedan comprar los derechos a los que no acceden los que tienen un poco menos, y que hacen que quienes tienen un poquito de poder subordinen a los que no lo tienen. La mitad del problema está en nuestras mentes; allí es donde se construyen las pirámides imaginarias. La otra mitad, la mitad que se palpa y que se ve, la debe resolver el Estado.

 

Temas Relacionados

Comparte y opina: