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Secreto de fuente

Es decir, no se busca escarmentar a ningún periodista. Se trata más bien de encontrar en la delegación boliviana al personaje (o los personajes) que hoy traiciona(n) a su país entregando documentos a un periodista y mañana puede elevar la dimensión de su traición divulgando —o traficando— otros términos del proceso judicial que durará todavía varios años”.

Ése es el meollo del asunto. Lo dice de manera clara el prominente asesor del gobierno de Evo Morales Wálter Chávez, en su columna del 12 de mayo, titulada En busca del traidor.

Sin embargo, connotados opinadores han elucubrado, han mezclado sus intereses personales, sus odios infundados y sus apoyos incondicionales, cuando se han referido a la demanda judicial presentada por el procurador del Estado, Héctor Arce, en contra de los periodistas Ricardo Aguilar y Claudia Benavente, del matutino La Razón. A ellos los acusó de “espionaje” y de “revelar secretos de Estado”, además les pidió que den a conocer la fuente de su información.

El artículo que ha desatado la polémica y el juicio penal se titula De cómo en la demanda marítima triunfó la idea de los actos unilaterales, publicado en el suplemento Animal Político de La Razón el 13 de abril.

El más desenfrenado y prejuicioso es Raúl Peñaranda, exdirector de Página 7. “Por lo tanto no se puede descartar que esto no sea más que una tramoya, justamente para evitar que persista el descrédito de La Razón debido a que es un diario que pertenece a la órbita del oficialismo”, sentenció en su columna del 9 de mayo. Y renglón seguido hizo conocer sus verdaderos intereses: “o le quitan la publicidad y el juicio sigue o se demuestra que la acusación es parte de una tramoya”. Es decir, lo que le preocupa es la publicidad gubernamental.

Peñaranda dice siempre, a tono de denuncia, que el diario que dirigía, Página 7, carece de publicidad estatal, entonces ésa es su preocupación y ése su interés.

Esto no le permite ver el meollo del asunto, le evita escudriñar un poco en el tema que nos ocupa y le hace actuar como empresario y no como periodista. Pero el exdirector piensa como aquellos propietarios que siempre en el país han vivido de succionar al Estado.

Pero Chávez también deja de pensar como periodista, pues alguna vez lo fue, y le sugiere a Aguilar que, como Dreyfus, “ayude” a encontrar al “traidor”, ese que está en las filas del Gobierno. Pero Chávez y el Gobierno se equivocan. ¿Se imaginan a Aguilar diciendo a los cuatro vientos quién fue su fuente? Aguilar habría perdido toda ética y toda credibilidad. Aguilar habría dejado de ser periodista, como Peñaranda y Chávez.