Gaza asfixiada
No hay un solo sitio, ni escuela ni mezquita u hospital, que no pueda convertirse en blanco de un ataque
No pude seguir viendo las imágenes, dan rabia, dan asco, dan pena. El ser humano quemándose como un pedazo de carne asada. Niños, mujeres. Es algo trágico”, dijo Ahmad Yacoub, un palestino que no entiende, como tantos otros en el mundo entero, los ataques que Israel inició el 8 de julio contra la Franja de Gaza. El 80% de muertos son mujeres y niños que habían encontrado refugio en alguna de las 11 escuelas bombardeadas, o quizás eran parte de los 15.000 que dependían del pozo de agua ahora inutilizado, o murieron dentro de alguno de los 25 centros de salud destruidos por los ataques.
Gaza tiene una superficie de apenas 360 kilómetros cuadrados, en los que viven 1,7 millones de personas, “si tiras una piedra hacia arriba, va a caer sobre la cabeza de alguien” es una forma de dibujar en la imaginación lo densamente poblada que es esta zona. Rafah, frontera con Egipto, el único paso no controlado por Israel y la única salida al mundo de Gaza, está cerrado. Con solo unas horas de electricidad al día, con una mayoría sin agua potable incluso antes de los ataques, Gaza es una trampa para la población civil.
Cuatro niñas lloran porque su madre murió en uno de los ataques, su padre también llora al darles la noticia y se desmaya. Otra mujer, mientras habla sin dejar de caminar, dice que el bombardeo llegó cuando sus hijos dormían en la casa donde estaban 19 personas, todas mujeres y niños. —“¿Por qué ocurre esto?”, se pregunta, como seguramente lo hacen la veintena de mujeres con menores cogidos de la mano o en sus brazos que caminan detrás y al lado de ella buscando otro refugio que pronto podría dejar de serlo. Una mujer de mediana edad camina como errante con su madre anciana portando una bandera blanca como protección, aunque ambas saben que no hay un solo sitio seguro, ni escuela, ni mezquita, ni hospital que impida que se convierta en blanco de un ataque.
“Mi equipo sigue investigando varios casos en los que residencias de familias fueron destruidas, provocando la muerte de civiles y en las que, según indicios preliminares, no había ni un solo miembro de un grupo armado”, dijo Navi Pillay, alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos cuando hablaba de la situación en Gaza.
Durante los últimos 60 años se han acumulado muchos sentimientos de venganza que asfixian al pueblo palestino, que apenas sobrevive, y desde los escombros denuncia la muerte de sus mujeres y sus niños, el bombardeo de sus escuelas, de sus viviendas, de sus hospitales, el desempleo del 40% de su población y la escasez de agua y comida, para decir que esta locura tiene que terminar.