Danza autóctona en ‘Chuqiyapu marka’
Para escuchar música ancestral no es necesario usar tantos micrófonos y juego de luces
El 19 de julio tuve la oportunidad de presenciar en la ciudad de La Paz el IX Festival Intercultural de Música y Danza Autóctona, organizado por la Gobernación de La Paz. Participaron representantes de las 20 provincias del departamento con cerca de 40 fraternidades entre música ancestral y otras nacidas en la época colonial. Para el ciudadano urbano, acostumbrado a presenciar “entradas folklóricas”, tuvo varias novedades como la presencia de ancianos en las comparsas e incluso a varios niños.
Al ver bailar con tanto entusiasmo a la gente de la tercera edad me preguntaba ¿qué es ser anciano, anciana en las comunidades aymaras, quechuas, urus, pukinas? No significa estar excluido de las actividades cotidianas, como ocurre en los centros urbanos, donde se ha estigmatizado y excluido a los ancianos hasta convertirlos en personas casi inservibles para la sociedad. Los awki y taika de las comunidades rurales no solo decidieron viajar hasta la sede de gobierno, sino también demostrarnos con tanto entusiasmo y derroche de alegría que son parte fundamental de sus comunidades, bailando con creaciones musicales poco conocidas en la urbe.
La presencia de jóvenes junto a sus mayores, bailando danzas como la tarqueada, waka waka, qarwani o llamerada, sikuris y muchas otras, significa compartir la alegría y el significado fraternal de la danza comunal entre distintas generaciones, y no buscar el show-espectáculo al que nos tienen casi acostumbrados las danzas folklóricas urbanas. Varios bailes lucieron algún vestuario de animales heredado de sus abuelos, e incluso de sus tatarabuelos, como las qhawa o especie de caparazones hechos de piel de tigre o las plumas de aves silvestres utilizadas por los ch’unch’u. Sé que después de la presentación de las comunidades de las diferentes provincias varios funcionarios del Ministerio del Medio Ambiente cuestionaron la utilización de pieles y plumas en las vestimentas, señalando que los danzarines habían cometido el delito de usar piezas de animales en peligro de extinción. No creo que nuestros comunarios hayan cazado animales para venir a bailar a la ciudad, sino que éstos fueron heredados, y es preciso comprender esa situación.
Después de varios eventos realizados, es preciso ir más allá de la participación encomiable de las provincias del departamento de La Paz o Chuqiyapyu marka, que alberga desde la época precolonial en su territorio a muchos pueblos y culturas, y esa dinámica no ha perdido vigencia en la actualidad. Por lo tanto, urge hacia adelante la participación de otras provincias del país. Estoy seguro de que a simple invitación de la Gobernación otras comunidades y ayllus de tantas provincias participarían con mucho entusiasmo, pues Chuqiyapu marka o La Paz es eso, el taypi o el centro que aglutina al país entero.
Escuché comentarios de que el presidente Evo Morales, ante el éxito de este festejo y otro denominado Festival de Vientos habría decidido la participación de otras provincias del país para el próximo año. Si fuera así, sería un gran acierto, pero es importante deslindarnos del show y espectáculo montado y, particularmente, de la participación de grupos folklóricos como los Awatiñas, Kalamarka y hasta Los Kjarkas, muy acostumbrados al show, lo cual no quiere decir que estemos en contra de los grupos mencionados; pero para escuchar música ancestral profunda no es necesario usar tantos micrófonos y juego de luces, por eso apuesto a seguir escuchando la autenticidad de los bailes y música de los ayllus y comunidades de las provincias del país. Ma suma jallallt’awi khitinakatixa thuqhuwimpi, suma phusawimpi purt’anipxixa Chuqipayu markaruxa. ¡Jallalla!