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Dos visiones

Los habitantes de las ciudades han ido construyendo territorialidades singulares gracias a las distintas actividades que se fueron practicando en su interior, las cuales con los años se convirtieron en experiencias que fueron y son parte de la vida cotidiana de la población. Nos referimos a los festejos del 6 de agosto que se realizaron en La Paz durante el siglo XX. Aquellas celebraciones forman parte de la memoria colectiva y espacial de esta urbe, y aun hoy son añoradas por ciertos sectores de la población. Y si bien en la actualidad existen expresiones cívicas en esa fecha, éstas han perdido el carácter representativo de la nación.

En esos otros tiempos, La Paz se engalanaba y se limpiaba con esmero para la llegada de distintos visitantes diplomáticos que arribaban a la sede de gobierno con motivo de homenajear la fundación de la República de Bolivia. No faltaban los banderines de los países invitados, que eran colgados en los postes de luz para dar a conocer el paso de esos personajes por esta ciudad. La población se apropiaba de ese signo para salir a las calles y avenidas a recibirlos con algarabía. Un acto retórico anual.

De esa manera, y posiblemente movidos por la nostalgia de ese ayer, en estos días nuevamente se escucha a algunos ciudadanos hacer planes para asistir a la parada militar que se llevará a cabo el 7 de agosto. Ello demuestra la flotante ansiedad colectiva por el pasado, la cual está cimentada por ejemplo en la ausencia de ese tipo de actos. No es extraño, por tanto, escuchar a quienes aseveran que La Paz hoy solo es útil para la concentración de los conflictos sociales y el periodo electoral.

Así, lo singular de toda experiencia pasada es apreciar la reacción de la población. En este caso, se podrá hacer una comparación a propósito del retorno de la parada militar a esta urbe después de nueve años. Independientemente de aquello, es notorio y claro que esta ciudad ha dejado de ser el centro o lugar de recepción de eventos de carácter internacional y de trascendencia en este país. Claro ejemplo de aquello es el aeropuerto, que aun con cierta ampliación no podría cumplir con ciertas exigencias al respecto.

En contraparte, también existe la otra visión “futurista” de La Paz, en la que se enmarcan quienes señalan la necesidad de vivir la aceleración del tiempo histórico, para que el mundo sociocultural desplace las nostalgias del pasado a un segundo orden. Si bien la memoria viva es respetada, sigue latente y es practicada por este grupo social (sobre todo la juventud), también asegura que todos los hechos y hábitos anteriores se irán perdiendo en el tiempo tanto en costumbres como en importancia. Esto además por el vertiginoso omnipresente que busca superar todo tipo de límites.

En ese sentido, se busca ingresar a la emergencia incipiente de los nuevos tiempos sin objeción alguna, entendiendo que todo pasado puede convertirse en demasiado pequeño para habitarlo. Y que lo importante es delinear metas y dejar de lado los absolutos, ya que generalmente son solo obstáculos que evitan encontrar otras formas de bienestar para la población. A pesar de esas actitudes y visiones que coexisten, es evidente que la ciudadanía paceña siempre antepone el destino del país ante los intereses de La Paz.

Es arquitecta.