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El muerto acusa

Un hombre es asesinado a balazos en Guatemala, mientras montaba en bicicleta por la calle. Parece un caso más de violencia criminal, en un país en el que mueren violentamente 17 personas al día. Pero el día de su funeral, un amigo suyo reparte un video entre los deudos. El muerto ha dejado una declaración grabada antes de morir. Quiere que todos la oigan. Y comienza así: “Buenas tardes, mi nombre es Rodrigo Rosenberg, y, lamentablemente, si usted está en este momento viendo este mensaje es porque fui asesinado por el señor presidente Álvaro Colom”.

El mensaje es un llamado a la insurrección. Rosenberg asegura desde la muerte que el presidente del país en persona ha ordenado su ejecución y la de un cliente de su despacho, un empresario al que le volaron los sesos un mes antes, junto a su hija. Rosenberg llama al pueblo a levantarse contra la impunidad de los poderosos, que manejan el país con métodos de la más pura mafia. Pide dejar de soportar en silencio y exigir responsabilidades a los gobiernos. El presidente Colom niega las acusaciones. Pero ¿cómo no creerle a un mártir, que se ha inmolado por la justicia? ¿Qué interés podría tener un cadáver en difamar a falsos culpables? El video no parece una denuncia, sino una evidencia. Los guatemaltecos salen a la calle en masa. Las manifestaciones se multiplican. La sociedad está harta de violencia y corrupción. Los líderes de la oposición exigen que se aclare lo ocurrido. El Gobierno tiembla.

Hay que investigar el caso, claro, pero nadie confía en la Justicia. El país sufrió una guerra civil durante 36 años que dejó 200.000 muertos y desaparecidos en una población de 15 millones. Tras los acuerdos de paz de 1996, combatientes de todos los bandos se incorporaron en la sociedad civil cambiando la violencia política por violencia criminal. Las mafias conservaron 300.000 armas de fuego y, para garantizar su impunidad, se infiltraron en el poder judicial y en la Policía. En los últimos años, la tasa de homicidios duplica la de la guerra y el 98% de los delitos quedan sin resolver. Si el acusado de un crimen es el presidente del país, ¿quién es el valiente que se atreve a investigarlo?

Podría tratarse de una espectacular película de Hollywood. Pero la historia es real. Así que se trata de un espectacular documental del inglés Justin Webster: Seré asesinado. Seleccionado para el festival Hot Docs, premio al mejor documental en el festival de Tallgrass, premio coral en el festival de La Habana y mejor director de documental en el de Cartagena de Indias, el documental de Webster se ve como un thriller que te deja sin aliento, pero da mucho más miedo porque es de verdad.

El protagonista del documental (digamos el detective del thriller) es el fiscal español Carlos Castresana. En España, Castresana había dirigido batallas jurídicas contra la corrupción de Marbella e impulsado el proceso contra el dictador chileno Augusto Pinochet. Con tal currículo, la ONU lo designó para crear la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, un equipo especial de investigadores nacionales y extranjeros. Entre sus misiones: encontrar al culpable de la muerte de Rosenberg.

Seré asesinado nos cuenta la investigación, y de paso nos muestra las secuelas de una guerra: en Guatemala es posible contratar a un sicario con un par de llamadas telefónicas, y como nadie cree en la Justicia, el que puede se la toma por su mano. Sin embargo, la historia tiene final feliz: la comisión resolvió el caso, mostró que una investigación competente puede hacer la vida de todos más segura, y animó a Guatemala (y al mundo) a creer en un sistema judicial fiable. Seré asesinado es sobre todo un alegato a favor de la verdad y la esperanza. ¿Pero quién era el asesino? Si lo escribo aquí, no lo van a creer. Mejor véanlo con sus propios ojos.

Es escritor y periodista  peruano, columnista de El País.