El dinero no es un problema para Hillary Clinton. A pesar de los comentarios en los medios de comunicación acerca de algunas observaciones personales de la 67ª secretaria de Estado de los Estados Unidos, la mayor parte de la gente entenderá su situación rápidamente y no la juzgará. No nació en la riqueza, pero se convirtió en una persona millonaria. Mitt Romney no perdió en las elecciones pasadas debido a su riqueza. Los hispanos y asiáticos no votaron en números récord en su contra por ser un empresario exitoso. El gran desafío de Hillary Clinton será decidir si representará el cambio o la continuidad.

Clinton hará historia de una forma significativa y dramática si llega a ser elegida como la primera mujer presidenta de Estados Unidos. Pero también hará historia en un sentido más pequeño y complicado, pues se uniría a otros tres candidatos no tradicionales que desde 1900 han ganado la Casa Blanca luego de que su partido hubiese estado en el poder por ocho años; y sería la primera en ganar que no fue vicepresidente o la clara protegida del presidente. Los siguientes ejemplos clarifican su situación. Desde 1900, estos tres presidentes eran William Howard Taft, Herbert Hoover y George H. W. Bush. Otros seis hicieron el intento pero no lo lograron: James Cox, Adlai Stevenson, Richard Nixon, Hubert Humphrey, Al Gore y John McCain. Curiosamente los tres más exitosos solo estuvieron un periodo en el poder.

Una advertencia, esté atento a cualquier declaración pública acerca de la presidencia ya que, en términos estadísticos, no han habido suficientes ejemplos y si uno modifica el criterio, siempre encontrará patrones interesantes. El partido republicano ha infringido casi todas las normas desde 1861 hasta 1933, tiempo durante el cual estuvo en el poder por 52 de sus 72 años.

El desafío de Clinton se puede apreciar claramente a través del prisma de sus antecesores. ¿En qué debería basarse su régimen de gobierno? ¿En el cambio o en la continuidad? Los tres presidentes que ganaron se comprometieron a seguir con la política de su antecesor. También estuvieron al mando en tiempos de bonanza económica, con presidentes populares. Por supuesto, eso no siempre es una garantía. Cox prometió estar “un millón por ciento” detrás de las políticas de Woodrow Wilson. Pero, dado que Wilson era en ese tiempo bastante poco popular debido a su política en la Liga de las Naciones, Cox recibió la peor paliza (en el voto popular) de la historia.

Algunos candidatos tuvieron mayor facilidad distanciándose de presidentes no populares. McCain fue claramente un rival y opositor de George W. Bush. Stevenson era muy diferente a Harry Truman y, en efecto, no solicitaba un tercer periodo en el gobierno para los demócratas, sino un sexto periodo, luego de 20 años de FDR y Truman.

Poco tiempo antes de las elecciones de 1952, Stevenson escribió al diario Oregon que “el principal obstáculo” en su campaña es el “tiempo (de prueba) para el cambio”. Después de todo, si el país desea un cambio, votará por el otro partido. “Es hora de cambiar” decía el slogan de la campaña oficial de Dwight Eisenhower, en 1952.
La situación más difícil fue el intento de los vicepresidentes de distanciarse de sus jefes. Humphrey intentó explicar que era diferente a Lyndon Johnson sin criticarlo.

“Uno no repudia a su familia para establecer su propia identidad”, dijo. Gore enfrentó el mismo problema en  2000, aunque muchos creen que no debería haber tratado de distanciarse tanto de un presidente popular que estuvo al mando en buenos tiempos. Michael Kinsley afirma que la campaña fuerte y populista de Gore parecía tener como slogan: “Nunca lo tuviste tan bien, y estoy loco de rabia por ello”.

Hoy en día, Estados Unidos  se recupera lentamente y el índice de aprobación de Obama es bajo. Esto podría sugerir que lo mejor para Clinton sería distanciarse de su antiguo jefe. Pero la Ley de Cuidados de Salud y otras medidas de este presidente son muy populares entre varios grupos demócratas. Una vez más, las tres personas que estuvieron en su lugar y ganaron se basaron en la continuidad. En su memoria más reciente, Clinton parece no tener claro qué rumbo tomar. El libro es una mezcla cuidadosamente calibrada de elogio y crítica, lealtad y opinión, para que, de forma plausible, pueda tomar cualquier rumbo que desee.

El mundo actual es diferente. Y Clinton se encuentra en una posición única, especialmente si puede movilizar a las mujeres a votarla. Pero la historia sugiere que la decisión más difícil será optar por el cambio o la continuidad.