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¿Solo un cambio de nombre?

En los últimos tiempos, algunas urbes buscan armonizar los opuestos con nuevas formas de hacer ciudad, que comprenden pequeños paraísos de exclusividad que están siendo incorporados a sus programas urbanos. Esto para equilibrar un poco la vida acelerada de la ciudadanía.

Nos referimos a las pequeñas transformaciones que hoy viven ciertas metrópolis que, por la inseguridad ciudadana y el estrés que producen sus calles abarrotadas de gente, mezclan la responsabilidad de construir sus ciudades con la incorporación de proyectos imaginativos orientados a fomentar las emociones y extraer las actitudes positivas de la gente. Todo ello en busca de una vida mejor para la población. Estas propuestas son recibidas con entusiasmo especialmente por los jóvenes, pues están pensadas para ofrecer actividades de ocio y esparcimiento en lugares adoptados para ese fin. De igual manera, esos espacios buscan crear otras prácticas urbanas apoyadas, por ejemplo, en expresiones artísticas, que repercuten en el estado de ánimo del ciudadano que los transita o visita.

En La Paz, en julio, se pudo percibir distintas expresiones de estima a la urbe que nos cobija que estuvieron acompañadas de actividades cargadas de optimismo y esperanza. Un ejemplo de aquello fue la inauguración de la Calle de la Felicidad, ubicada en la Hermanos Manchego, en el barrio de Sopocachi. Esta elección dotó a ese sitio de una carga simbólica importante y logró su conversión a otro tipo de vía, ya que ahora está circunscrita a una cualidad como la de su nuevo nombre: la felicidad, un “estado” que está apoyado con murales expresivos que manifiestan esa sensación.

Como era previsible, esta calle especial fue blanco de todo tipo de opiniones de la ciudadanía. No faltan quienes aseveran que fue solo el destrazamiento de límites por parte de la Alcaldía en sus planes urbanos; otros señalan que se hizo un derroche innecesario de recursos en la venta de ilusiones cuando existen grandes necesidades en otros barrios. A pesar de todo ello, esa calle hoy ha logrado dos importantes transformaciones: una, referida a la visita de la población para observar el porqué del nombre, felicidad; y la otra, relacionada con el cambio en una vía que en los últimos años se había caracterizado por ser intransitable, aun en coche, debido a que estaba abusivamente invadida por el parqueo vehicular en ambas aceras.

Con todo, el impacto que tuvo su aparición parece estar nuevamente ensombrecido, ya que su uso actual está retrocediendo al pasado. Empero, la incorporación de jardines en esa calle (que seguramente florecerán y la embellecerán en primavera) la ha convertido en particular, debido a su invitación a distintos encuentros que busquen no solo darle vida a ese sector de la ciudad, sino nutrirlo con distintos componentes místicos y culturales. En otras palabras, hacer honor a su nombre. La Calle de la Felicidad sentó presencia en esta ciudad como un nuevo “vacío urbano”, el cual no debe ser considerado inerte, sino, por el contrario, como opinaban los griegos, un “lugar ocupado y animado por otra suerte de realidad no tangible”.