China
Hay que asegurarse de que la planta genere baterías chino-bolivianas y no su propio litio refinado
China ha surgido inesperadamente como el mayor actor de la economía mundial. Durante 200 años, la producción industrial global obedeció a la amalgama occidental de la “ilustración” sobre un patrón protestante del trabajo digno, transformados en la revolución industrial de las naciones del norte que imperó en el mundo. La única excepción hasta comienzos del siglo XX fue Japón, que contrastó su laboriosidad, con una visión del mundo diferente; se dio el lujo de retar al Occidente en Pearl Harbor con una dinámica política, científica, tecnológica y productiva inimaginable a mitad del siglo pasado.
Japón, sin embargo, despertó el potencial de los tigres asiáticos. Era indudable ya en 1976 en tiempos de la inestabilidad de la famosa “Banda de los cuatro”, cuando trabajé limitadamente en China, que el embotellamiento mental, político y en especial económico generado por la visión revolucionaria y etnocéntrica-campesina de Mao había llegado a su fin. China, la nación más antigua del mundo, innovadora, laboriosa y subyugada, cuyo nombre se escribe con el ideograma del centro del mundo, estaba por despertar. Ya en los años 60 conocí a decenas de excelentes estudiantes chinos de posgrado al máximo nivel tecnológico en los EEUU, cuya meta ciega era contribuir a la hegemonía del futuro imperio, algo inimaginable en ese momento, desde la perspectiva deprimente de comunas populares, fabricantes de palas, bicicletas y motores a diésel de los años 20.
El rumbo que tomó su desarrollo era también inimaginable. Un gobierno cerrado de camarilla comunista estricta, que ofrecía estabilidad jurídica y económica reales y a largo plazo a sus enemigos, lo que promovió la mayor inversión extranjera de la historia, precisamente lo contrario de lo que ellos proponen al mundo luego de su éxito monumental.
Es cierto que el crecimiento se ha ralentizado, sin embargo, se hace conscientemente en favor de una mayor equidad nacional, que era una bomba de tiempo con la mecha encendida.
¿Qué relación económica y comercial nos ofrecen ahora? Precisamente la contraria a la que disparó su desarrollo. Ante la debilidad de la economía del —día a día— de Maduro, se están apoderando de las reservas más grandes de petróleo del mundo; en mejores condiciones de negociación, de casi la totalidad de la producción petrolera del Ecuador, de una parte importante de la producción minera peruana y la de soja de Argentina. Como excepción, este último país realizó un forcejeo arriesgado con bloqueos de importación, y es el único que ha logrado inversiones con valor agregado como hidroeléctricas y plantas de fertilizantes. Diego Guelar nos abre los ojos en su reciente libro. Mucho de lo prometido no se ha cumplido. Y hay que poner el ojo al tema del litio, para que la planta genere baterías chino-bolivianas y no su propio litio refinado (continuará).