Economía digital
La economía digital es todo un circuito de bienes y servicios, empleo, inversiones y ganancias
La economía digital ha llegado para quedarse. Incluso a Bolivia, a pesar de la velocidad de caracol tuberculoso de nuestro internet; incluso a pesar del irritante tartamudeo o bien súbito enmudecimiento de nuestra señal de celulares (dizque obra de un inexplicable corte de luz). Pese a todo, ya está acá.
Por economía digital se entiende a la economía basada en tecnología digital. En un sentido amplio puede abarcar a las tecnologías de la información y comunicación.
Es, pues, todo un circuito de bienes y servicios, empleo, inversiones y ganancias. Los avances de la economía digital están casi en cada aspecto de nuestras vidas: compramos smartphones, hacemos transacciones bancarias en línea, hablamos con nuestros seres queridos fuera del país por voz sobre ip, nuestros celulares reciben una señal digital que ha sido transportada por fibra óptica… los ejemplos son innumerables.
A diferencia de otras épocas, hoy estamos en condiciones de pensar y actuar inteligentemente para optimizar nuestra participación en los circuitos globales de la economía digital, que tiene, como todo en la vida, oportunidades y retos. De momento, su columnista se ocupará solo de la producción de software, una de las vertientes de la economía digital.
Las oportunidades más interesantes vienen por el lado de la posibilidad de contar con una fuerza de trabajo calificada, muy productiva y bien remunerada, que nutra una base empresarial dinámica y con alta capacidad de generación de valor agregado, en un entorno que haga posible la generación de tecnología nacional. Los retos principales se derivan de la estructuración de las cadenas globales de producción de software, con las transnacionales más grandes controlando el grueso de las ganancias, el diseño y los mercados desde los países centrales y los países periféricos captando los eslabones de menor valor de dichas cadenas. El modo de inserción, pues, se plantea como un reto serio.
La inercia del funcionamiento del mercado provocaría (está provocando) que nuestra inserción sea del tipo “a lo que venga”, con algunas empresas que son islotes de prosperidad, habiendo encontrado nichos de mercado (nacionales e internacionales) en los que hacen buenos negocios; mientras que al mismo tiempo cientos o tal vez miles de empresas con buenas ideas, pero con nulo apoyo, navegan en un entorno incierto, con una alta probabilidad de no sobrevivir mucho tiempo.
Otro reto es la extensión del software privativo, que implica el pago de licencias con divisas que, francamente, no le sobran ni siquiera a una economía tan sólida como la boliviana. Hemos logrado un pequeño paso hacia la soberanía tecnológica, ensamblando las primeras laptops en territorio nacional. Pero si no llenamos esos equipos con contenidos y software adaptados a la realidad boliviana, paulatinamente con una mayor participación de programadores y programadoras del país, habremos cedido esa parte de nuestra soberanía a lo que buena o malamente nos pueda dar la oferta del mercado mundial.
El punto de vista es el siguiente: si no tenemos claros los aspectos relativos a nuestro modo de inserción en la economía digital mundial, no viviremos el mundo, sino el mundo nos vivirá a nosotros. Para lograr una mejor posición, algunos elementos a tomar en cuenta son: la ampliación de nuestra infraestructura (primero que nada), una mayor inversión en educación en las ramas de tecnología digital y (por supuesto) la creación de un mercado dinámico para las empresas nacionales de software, mediante una acción agresiva del Estado en la promoción, uso y consumo de software nacional en nuestras computadoras y en nuestros procesos de gobierno electrónico, solo por dar dos ejemplos de lugares donde se puede arrancar.
Es economista.