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Paisaje y estética

Después de los años 70 son muchos los países que profundizaron el estudio conceptual de lo bello, lo cual ha movido el interés por la estética del paisaje, que estuvo relegada en algunas ciudades a un segundo plano.

Y es que los paisajes naturales de la tierra, ilimitados y disponibles, fueron agredidos con el tema del proceso de urbanización, construcción y crecimiento de las ciudades. Hoy, luego de tanto desastre natural, el paisaje comienza nuevamente a ser reconocido y necesitado dentro de los planes urbanos para enfrentar esa realidad. Aquello presenta una primera tarea referida a la sensibilización y enseñanza de la importancia de la naturaleza en la vida humana.

En el caso del desarrollo de la urbe, este año, gracias a la Línea Roja del teleférico pudimos observar y conocer mejor el sector noroeste de La Paz, el cual refleja cómo en esa área urbana desde hace mucho tiempo se ha ido destruyendo de a poco el paisaje de su entorno.

Si bien cuando levantamos los ojos todavía el bello horizonte nos invita a la esperanza con el juego de los cerros, el Illimani y la fuerza del sol, al bajar la mirada nos encontramos con otra realidad. La pobreza de ciertos sectores, la agresión y la construcción desmedida de todos esos laberintos conformados por pequeñas y grandes edificaciones (unidas y entrecruzadas) han logrado estrangular todo espacio libre. Ese avasallamiento llegó hasta los quiebres verticales y cañones naturales, lo único bello y natural que quedaba, en los que hoy se están construyendo caminos que de todas maneras se deslizarán por la conformación geológica de sus suelos. Todo esto delata la falta de visión a futuro en esos barrios.

A pesar de ello, esa realidad que hoy percibimos y observamos desde las alturas debiera invitar a la imaginación a urbanistas y arquitectos para que en distintos planes programen intervenciones en esos sectores paceños, pues está visto que allí sí son necesarios y vitales. Con dicha labor, los factores naturales y el ordenamiento territorial se conjuncionarían para lograr impactos urbanos que redundarían en el mejor vivir de esa población. Para alcanzar esa nueva visión de ciudad parece oportuno, por ejemplo, la implementación de las huertas urbanas y escolares que fueron planteadas en artículos anteriores, las cuales incentivarían la creación y/o habilitación de espacios abiertos y, por ende, vacíos urbanos útiles para áreas recreativas que tanto necesitan esos barrios.

La Paz siempre tuvo un entorno singular gracias a la tipología de sus cerros, formas y colores, los cuales aún se imponen en la imagen estética de la ciudad. Empero, es más que evidente que esta urbe requiere el aprovechamiento de lo exótico y pintoresco que tiene, para ser utilizado en esquemas espaciales propositivos de nuevos paisajes. Así, esos elementos serían los reguladores y creadores de una estética premeditada, que dotaría de gran belleza “innovativa” a la ciudad.

Por todo ello, no cabe duda de que todos los proyectos que se llevan adelante y a futuro deben estar encaminados en la premisa de que la estética y el paisaje en las urbes son la expresión externa del mundo interior de su sociedad.