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Tentáculos de El Abra

Candados en las heridas, galletas en la boca, pedazos de llave en la oreja y mucha agua y bebidas gaseosas alrededor de los cuerpos sin vida. Ritos dentro del submundo de la mafia. Todo para que los asesinados no puedan volver del otro mundo, no puedan perseguir a los que cortaron su vida.

Múltiples heridas con armas punzocortantes y de bala. La verdad, los victimadores se ensañaron con los hombres que querían eliminar, lo que demuestra que no solo les temían (en ésta y en la otra vida), sino que además los odiaban, no en vano los muertos eran los dueños del penal, los más abusivos, los torturadores, los golpeadores, los que cobraban hasta por entrar al baño.

El caso del Tancara y sus secuaces, salvajemente asesinados en la cárcel de El Abra, tiene todos los elementos para hacer una novela, una película, una teleserie. Pero también es una muestra de que la prisión es nada más que el reflejo exacerbado de la sociedad que le da vida.

La fiesta patronal por la Virgen de Urkupiña sirvió de pretexto para una señora borrachera, en la que estuvieron invitados hasta jueces, para no hablar de los policías que hicieron la vista gorda (alguien dice que fueron fajos de billetes los que les taparon los ojos) para que ingresen al penal hectolitros de trago, mucha droga y armas de fuego. Por increíble que parezca, había afiches anunciando la fiesta, actuaron en ella hasta un grupo traído de la Argentina, La Repandilla, mariachis y otros.

La fiesta fue costeada con la plata de los propios internos que eran extorsionados por el grupo del Tancara, quien merecería un capítulo especial en la narración de esta historia, pues hace un año que debió abandonar la cárcel, pero se negaba a hacerlo por las grandes ganancias que recibía allí.

Claro que el delincuente es solo uno de los tentáculos, detrás de él hay una mafia muy grande que maneja los penales de todo el país, que cobra por “seguros de vida” y otros “servicios”, y luego distribuye el dinero entre muchas manos. Algunas de ellas, no me cabe la menor duda, con don de mando. Como en todo negocio turbio, aquí hay muchas boquitas que tapar.

Sin embargo, Bolivia merece otras cárceles, prisiones donde nadie pueda vender un pedazo de tierra para acostarse, donde nadie pueda cobrar por ir al baño, donde nadie pueda extorsionar amenazando la vida o la integridad de nadie. Para eso hay que construir más cárceles y hay que cambiar a la Policía. Esta institución es indispensable para defender a la sociedad, pero así como vamos… bueno usted ya sabe la respuesta.