Los programas de gobierno
La inercia parece presentarse como un signo de este periodo electoral, carente de sorpresas.
La inercia parece presentarse como un signo de este periodo electoral, carente de sorpresas. Esta inercia puede deberse, entre otras razones, a la contundencia con la que el gobierno del MAS ha logrado imponer algunos ejes que engloban el “proceso de cambio”: participación plena de las mayorías indígenas, rol protagónico del Estado en la economía, redistribución y un antiimperialismo militante. Estos cuatro elementos han sido los que han marcado una gestión de gobierno que ya lleva ocho años con un balance positivo en lo económico, en lo social y en lo político. Las encuestas revelan una alta satisfacción de la ciudadanía con esta trayectoria. En ese sentido, las oposiciones de (centro)derecha se ajustan a los cuatro ejes del proceso de cambio.
Resulta curioso cómo ambos candidatos han intentado acercarse, al menos simbólicamente, al mundo indígena; con Samuel incorporando a Rafael Quispe en sus listas y con Tuto repitiendo la fórmula del binomio blanco-indígena que Goni usó hace dos décadas.
Por otro lado, ninguno de los programas de estos dos contendientes cuestiona la presencia del Estado en la economía. Tuto arranca su programa resaltando lo mucho que defendió los intereses del Estado, mostrándose como opositor a la capitalización, defensor de las regalías y como un estadista sensato, cuando reconoce que “en tiempos de crisis, el Estado es más necesario que el mercado” (sic). Samuel es más explícito con relación al Estado y promete defender las empresas estatales y convertirlas en corporaciones “eficientes, transparentes y competitivas”.
Los candidatos de (centro)derecha tampoco cuestionan la necesidad de continuar con las medidas de redistribución impuestas como un sello del MAS. Tanto Tuto como Samuel le dan una alta preferencia a la entrega de bonos y a la distribución directa de dinero a la gente como un componente esencial de su política social. En cuanto a las relaciones internacionales, Doria Medina es consecuente con los lineamientos del proceso de cambio y resalta la necesidad de la independencia de las decisiones del Estado frente a los organismos internacionales y las grandes potencias. En este punto Tuto marca el quiebre: su programa no dice absolutamente nada al respecto.
A su vez, el oficialismo muestra un programa electoral propio de quien hace la tarea por compromiso. El MAS arranca con el ya acostumbrado discurso sobre lo mal que nos iba en tiempos del neoliberalismo y lo mucho que se logró durante el régimen de Evo. El problema de ese discurso es que ignora la realidad de que al menos el 20% del electorado tiene menos de 24 años. Mal que bien, los logros del Gobierno son ya un estándar de calidad de vida para esa parte de la población; además pasa por alto que quienes van a votar por primera vez el 12 de octubre tenían solo diez años cuando Morales asumió la presidencia. Básicamente, estos jóvenes no conocen otra cosa que no sea Evo.
Así, el MAS, confiado en sus resultados y en el arrastre de su líder, omite proyectar un relato de futuro y se contenta con señalar con cifras, datos y programas de gestión cómo ve a nuestro país hacia 2020. Solo Morales, en su condición de candidato, ha señalado dos temas que pueden marcar la diferencia: el “corazón energético” y la “ciudadela tecnológica”. Su programa de gobierno desaprovecha el potencial de estos elementos para marcar un horizonte nuevo.
En resumen, tenemos una oposición que se ajusta a las líneas del proceso de cambio, a un oficialismo que pretende consolidar una gestión tecnocrática de sus logros y a un Presidente que intenta marcar una línea de futuro que no se reflejó en su programa de gobierno.