Un hotel que huele mal
Con otro tono, el hotel Europa y sus hombres de negro por lo menos podrían disimular su racismo
A mitad del recibidor un hombre de negro me tomó del brazo derecho desde atrás y enunció una sarta de preguntas: ¿qué quieren?, ¿quiénes son ustedes?, ¿adónde van? Le dije que deseaba ver la pizarra de eventos. Respondió que no podíamos entrar, que debíamos abandonar el hotel. ¿Desde cuándo está prohibido entrar al recibidor de un hotel?, le pregunté, y, mientras caminábamos hacia la salida, me respondió con el mismo tono de estar dando órdenes que son las reglas y que para cubrir algún evento debíamos tener autorización expresa. Antes de salir le advertí que cometía un abuso. Hizo como que no había escuchado y prestó atención a su walkie-talkie. Esto sucedió a la una de la tarde del miércoles 1 de octubre en el hotel, de cinco estrellas, Europa. Con mi compañero camarógrafo fuimos con la intención de realizar la cobertura periodística de un evento relacionado con el proceso electoral.
A mediados de mayo, en ocasión de un acto público del Viceministerio de Producción, para lanzar una nueva versión del “Premio Nacional a la Excelencia para Vivir Bien”, pedí a mi compañero que se adelantara para realizar tomas de apoyo. Cuando llegué, me comentó que la seguridad del hotel le había obligado a ingresar por el garaje. Pregunté a por lo menos cuatro colegas camarógrafos si habían sufrido el mismo trato, y me dijeron que no, que entraron por la puerta principal.
Terminada la cobertura periodística, pedí a mi colega me indicara quién le obligó a ingresar por el garaje. Era un sujeto de seguridad. Me presenté y pregunté su nombre, dato que me negó. Le pregunté por qué había impedido el ingreso de mi colega por la puerta principal. Primero lo negó, luego dijo que todos quienes llevaban cámaras entraban por el garaje para registrar los equipos y evitar robos. Le dijimos que era falso porque otros colegas con cámara ingresaron por la puerta principal y en el garaje nadie registró nuestra cámara y que había cometido un acto de racismo. El sujeto huyó, se perdió dentro del hotel. Pedí a los tres empleados de recepción el nombre del sujeto de seguridad y los tres dijeron que no lo sabían. Pedí hablar con una autoridad del hotel (eran como las ocho de la noche), dijeron que no había. Pedí el nombre del gerente del hotel Europa y también se negaron.
Apareció el Jefe de Seguridad (había sido advertido por su funcionario), quien con esa prepotencia característica y el tono de mandamás me preguntó cuál era el problema. Le expliqué lo que había pasado, pero aumentó el tono de su voz y su mala educación con el claro afán de amedrentar.
No deja de tener un tufillo de humillación ser desalojado (en este caso del hotel Europa) por un funcionario encargado, supuestamente, de mantener a raya a los delincuentes. La única explicación del atropello es nuestra condición y apariencia de bolivianos, porque si uno observa, la actitud de esos mismos sujetos con los gringos es de genuflexiones (lo que está bien, pero el mismo trato deberíamos recibir los bolivianos, ¿o no?).
Luego nos enteramos de otros actos de racismo y discriminación por parte de los funcionarios de seguridad del hotel Europa. Guardando distancias, esto puede compararse a la violencia de género, casos en los que la ley y la sociedad exhortan a las víctimas a no guardar silencio. Y claro, no resulta fácil publicitar que un sujeto con rasgos tan bolivianos como uno te humilla nada más que por no ser gringo. ¿Y si hubiésemos ingresado al Europa para ir a su cafetería o a su restaurante?
Qué distinto sería solo un cambio de tono: —¿Disculpe, le puedo colaborar? —Sí, por favor, nos dijeron que hay un evento relacionado con la capacitación de jurados electorales. —No señor, no tenemos esa actividad. Mire usted mismo la pizarra de eventos. —Gracias, buenas tardes. —Buenas tardes. El hotel Europa y sus hombres de negro, por lo menos, disimularían su racismo.