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Una vergüenza

Lo que ha ocurrido el domingo con las papeletas electorales no es un “error de forma” como nos han querido hacer creer las autoridades del Tribunal Supremo Electoral. ¡Ojo! Con ello no quiero decir que los resultados de la elección estén en duda y menos que los desconozca, pero estoy seguro de que la metida de pata fue hasta el fondo, fue vergonzosa y —qué pena— lamentable para el registro histórico de una institución fundamental para preservar el estado de derecho.

Bautizar al Estado como “plurinominal” en lugar de “plurinacional” no es equivalente a un error de ortografía, que sí pudiera ser considerado de forma.

El concepto plurinominal hace referencia al sistema por el cual los legisladores se eligen de acuerdo con el porcentaje de votos que obtiene un partido; en cambio, Estado plurinacional “es la organización política y jurídica de una sociedad de varias naciones unidas en un solo Estado con un Gobierno de representación plurinacional y sujetas a una única Constitución Política del Estado” (El concepto es de Margot Mariaca).

¿Será un error de forma intercambiar estos dos conceptos? ¿Error de forma haber impreso el concepto equivocado en millones de papeletas electorales? ¿Será superficial el daño que esta errata ocasiona a la imagen de uno de los cuatro poderes del Estado?

Peor aún. Las papeletas fueron presentadas en agosto y resulta que los vocales no se dieron cuenta (o al menos no abrieron la boca) hasta después de dos meses, cuando la población puso en evidencia esta irregularidad violando una disposición que casualmente había emitido el TSE poco antes, prohibiendo el uso de cámaras en los recintos electorales.

Espero que esta medida no haya tenido nada que ver con el desacierto porque eso significaría que los vocales, además de haber cometido el error, habrían intentado taparlo aprovechando sus facultades. Pero el sol no se tapa con un dedo ni con una prohibición.

Lo que me extraña ahora es que se demoren tanto tiempo en identificar al o los responsables, lo que me lleva a pensar que no se trata de un funcionario de segundo nivel. Si así fuera ya habría rodado su cabeza en la plaza Abaroa.

Semejante documento no pudo salir a la imprenta sin la verificación de cada uno de los vocales, lo que debería estar validado en un acta con fecha y sus firmas. Y la imprenta de seguro debe tener un documento de recepción con similares características. Al menos eso se espera de instituciones serias.

Por eso, en defensa del prestigio del Tribunal Supremo Electoral, los vocales deberían dar a conocer a la brevedad posible un informe sobre lo que ocurrió para que se cometa semejante ridículo. Cuando se publique este artículo ya habrá transcurrido 48 horas, tiempo más que suficiente para que eso ocurra.

Para salir del entuerto, el domingo los vocales dijeron que el error pudo haberse cometido en la imprenta contratada para este proceso. Si fuera así, lo mínimo que corresponde es que esa empresa devuelva todo el dinero que recibió por el trabajo de impresión de las millones de papeletas que se utilizaron en Bolivia y 33 países de América, Europa, Asia y África. Y si hasta hoy la empresa no dijo nada me temo que el error se cometió nomás en las cuatro paredes del Tribunal.

Lamentable esta nueva mancha que aparece en el accidentado reciente historial de la institución que prometió resultados al 70% del escrutinio para el domingo en la noche y que hasta ayer en la tarde había publicado el recuento al 2,89% de las actas revisadas. Creo que el país no solo tiene problemas con el Poder Judicial.