La visita de nuestras difuntas
Ayer vino mi mamá Naty (mi abuela) a visitarme. Se levantó de entre los muertos y vino como vendrá también al año. En la mañana, a las 12.00, con toda su fuerza, su calor, su amor por la vida, se apropió de esta casa. Volvió con su mano torpe de tanto trabajo a acariciar mi cabeza, caricias que más parecían una cachetada, pero claro que para mí siempre serán deliciosas. Son las manos de mi abuela, esa mujer grande fuerte, zapatera de oficio, amante de la vida, alegre, clara en sus opiniones, honesta con sus errores. Siempre lista para sacar cara por las mujeres y llamar la atención a los hombres. En el barrio Vardona, zona Santa Bárbara, “doña Naty” (mi mamá Naty) era bien respetada, le venían a pedir consejos para todo, desde medicinas para el estómago hasta problemas de amores. Aunque los reñía por sus errores, los hombres de la zona la respetaban.
Su tiendita de barrio era como un centro de consejos y opiniones políticas también. Recuerdo que la tiendita la puso con el dinero que sacó de la venta de su máquina de zapatería. Ya la vista no le daba para seguir cosiendo zapatos. Yo la miraba y era mi giganta, la superheroína de las revistas que me fletaba los domingos para leer en el parque de los monos. Mi mamá Naty sabía darme cariño, yo era su “negrita”, ella me puso en las tarimas del barrio para que recitara poemas copiados en hojitas de cuaderno, de libros prestados, y todas las mañanas o tardes, un mes antes del 8 de diciembre, me hacía repetir hasta aprender. Me ejercitó la memoria, sabia mujer, esa memoria que hoy me sirve para la lucha y para recordar las cuentas pendientes con las dictaduras, los genocidas, los femicidas y pedófilos malditos.
Mamita, ayer entre wayños, cuequitas y bailecitos, llegaste, tomamos café tinto, con marraqueta y queso, y todas estas 24 horas estás conmigo; nos serviremos unos coctelitos de tumbo, comeremos el bizcochuelo que tu hija, mi mamá Cruz, hizo para recibirte; suspiraremos con suspiros rosados, celestes y blancos; jugaremos en la mesa con las pluriformas de las galletitas de coco, chocolate, almendras, vainilla y naranja. Todas esas ricas cositas que para ti pondremos en la mesa, con tu foto, esa de tus 15 años que te mandó hacer no sé quién, no me acuerdo, pero donde estás bien pintuda. También pondré la foto que yo tengo de cuando ya estabas cansadita, que macana, no te sacamos una foto cuando estabas adulta, no teníamos cámara fotográfica, pues.
¡Cómo te quiero mamita Naty! De nuevo me vuelve el sentimiento, de nuevo te siento, así de lindo cada año. ¡Como te quiero! Estás aquí este domingo y luego, con lágrimas, te despediré de nuevo, para que vayas a andar tu camino, sabiendo que estás aquí, en este cuerpo mío que es tu hechura.
Chau, mamita Naty, chau superheroína, chau anarquista, chau; nos vemos al año, te prometo los duraznos de partir que este año no pude conseguir, pero al año buscaré por todo lado; este año me pescó con muchas cosas, tareas revolucionarias que cumplir. Te quiero abuela mamá, chau, hasta el año.