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El retorno de María Cristina

Conocí a María Cristina Botelho durante el gobierno de la UDP. Ella ocupaba un alto cargo en un ministerio, mujer bella, culta, de finos modales y portadora de la herencia intelectual y literaria de su padre, Raúl Botelho, escritor y diplomático. María Cristina, al igual que muchos de nosotros, había participado de la lucha por la reconquista de la democracia, ella lo hizo con un grupo de mujeres activistas que se autodenominaban Las juanas, en homenaje a la Coronela del sur.

María Cristina no solamente es escritora, poeta y ensayista, fue una de las más destacadas gestoras culturales de nuestro país y, en tal sentido, fue presidenta y fundadora de la Asociación Pro Arte, que reúne a algunos de los más importantes actores y gestores de la ciudad de La Paz que han realizado una reconocida labor cultural y que ya ha alcanzado más de tres décadas de vida.

Tuvo que emigrar al país del norte por motivos familiares, y vuelve a Bolivia de cuando en cuando para publicar y presentar sus libros, y este año, aprovechando su visita, la editorial Correveidile le publicó el volumen de cuentos y relatos Memoria de las mariposas. Libro con el que María Cristina está visitando, además de La Paz, Santa Cruz y Cochabamba para presentarlo en sendos actos. Su obra está incluida en varias antologías de cuento y poesía a nivel nacional e internacional.

La labor cultural de María Cristina no acabó al irse de Bolivia, siguió realizando actividades en Estados Unidos, donde radica. Allá dirige tertulias literarias en Butler University de Indiana y colabora con varias revistas tanto de ese país como de Latinoamérica. En el Diccionario Cultural Boliviano de Elías Blanco Mamani, copiamos un extracto de un comentario que el periodista Mario D. Ríos (Premio Nacional de Gestión Cultural Gunnar Mendoza 2014) hace de uno de sus libros: “Basta una corta vigilia para leer Poemas en vigilia, de María Cristina Botelho. Su libro es más bien un breviario poético que nos lleva por ese mundo del ensueño que el poeta recorre arrancando pétalos de huertos floridos para trocarlos en poesía”.

El novelista Juan de Recacoechea afirma que “en Memoria de las mariposas Cristina nos consuela al decirnos que, como las bellas mariposas, nosotros, los seres humanos también podemos cambiar y tener una oportunidad en la vida.  Un cuento que contagia optimismo y que nos hace ver la vida con ilusión. En El hombre de harina, un relato que toca la desmedida ambición de un hombre que desea alcanzar el cielo con las manos, pero que se consume en una telaraña de sueños, Cristina nos pinta un individuo que se destruye a sí mismo y que en lugar de concretar sus delirios se topa inesperadamente con la muerte”. Y Enrica J. Ardemagni aclara que “así son los cuentos, cortos o un poco más largos, pero no importa su longitud; lo que importa es el fascinante vuelo (…) Artesanía de una narradora excepcional. Botelho es quiromántica sin predecir cosas, pero con la capacidad de que cada persona produzca sus propias memorias.”