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La caída del Muro cambió el mundo

Hemos venido a comunicarles que hoy día su salida del país es…”. Este mensaje, de Hans-Dietrich Genscher, enunciado  el 30 de septiembre de 1989, no necesitó llegar al final. Los gritos de las miles de personas que habían huido a la Embajada de la República Federal de Alemania (RFA) en Praga cubrieron la voz del entonces ministro de Asuntos Exteriores de la RFA, expresando el júbilo de saber que les estaba permitido viajar a la RFA. El 1 de octubre de 1989, trenes especiales llevaron a los refugiados a la RFA, donde experimentaron una emocionante bienvenida. El 3 de octubre había 5.000 personas más en la Embajada de la RFA en Praga, también a ellas se las dejó salir. Lo que pasó aquel 30 de septiembre de 1989 era el gran paso hacia la reunificación de la RFA, de la República Democrática Alemana (RDA), y de los bloques de Europa de entonces.

El deseo de un cambio político, el anhelo de viajar a la RFA y a otros países del oeste, y el sueño de vivir en libertad caracterizaron el ánimo de los alemanes en la RDA, especialmente a fines de los años 80. El sistema político de aquel país no dejaba otra alternativa a la gente que no estaba de acuerdo con el gobierno que la salida ilegal.

El Muro de Berlín fue construido en 1961. Según la propaganda socialista, su objetivo era la “protección de los ciudadanos contra los elementos fascistas”. Pero en realidad el Muro sirvió para impedir la emigración masiva que ocurrió en Alemania del Este posterior a la Segunda Guerra Mundial. La RDA existió 40 años, un tiempo de presión ejercida por el Gobierno y su Servicio de Seguridad que vigiló a la población y llevó a opositores, incluso a sospechosos, a cárceles infames, donde reinaban la tortura y la vejación.

Las demandas de salida de la RDA eran mayormente rechazadas, por ello la alternativa era, por lo general, hacerlo de forma ilegal. Mucha gente intentó vencer el Muro enfrentándose a la dura vigilancia de los guardias fronterizos de la RDA. Según datos oficiales, 138 personas murieron en el intento de pasar la frontera. En el Museo Checkpoint Charlie, en Berlín, se puede ver las ideas creativas, y a la vez peligrosas, para cruzar la frontera: volar en un globo o cavar túneles ilustran solamente dos de los muchos ejemplos.

A fines de los años 80, un gran número de personas decidió tomar el desvío yendo hacia los Estados vecinos, muchos huyeron a las embajadas alemanas en Varsovia, Budapest y Praga. En mayo de 1989 los soldados fronterizos húngaros desmontaron el alambre de púas que separaba Hungría de Austria. En septiembre, Hungría abrió oficialmente la frontera con Austria, lo que permitió el paso a los ciudadanos de la RDA. No se puede desestimar el rol que jugó Hungría en este proceso de apertura.

Las calles de las ciudades de la RDA se llenaron con manifestantes que demandaban la libertad de circulación y de opinión, el permiso para la existencia de grupos opositores y el derecho a elecciones libres y transparentes.  Hasta su último día como Jefe de Estado de la RDA, Erich Honecker actuó con mano dura contra los manifestantes. En enero de 1989 anunció que el Muro “existiría durante 50 y 100 años más”. Pero con la presión de la gente en las calles, las embajadas de la RFA llenas de miles de fugitivos, la idea del Jefe de Estado de Alemania Oriental sobre la vigencia del Muro por las siguientes décadas ya no se podía sostener. El 17 de octubre de 1989 Honecker dimitió. Hasta hoy se recuerda la famosa expresión del entonces líder de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov: “La vida castiga a quien llega tarde”.

La noche del 9 de noviembre de 1989, el entonces funcionario del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) Günter Schabowski anunció al mundo que todas las leyes restrictivas para viajar al extranjero habían sido derogadas con “efecto inmediato”, sin percatarse de que esa derogación entraba en vigencia recién al día siguiente. El anuncio erróneo impulsó a los ciudadanos de Berlín este y oeste a ir a derribar el Muro esa misma noche. Lo hicieron celebrando, cantando, llorando y abrazándose. Los televisores en el mundo estaban encendidos: la gente vio un espectáculo único en la historia universal. La caída del Muro de Berlín o “die wende” (el cambio) reunificó Alemania y estableció Berlín como su capital. Este acontecimiento no solo fue significativo para Alemania, sino que reviste una importancia fundamental para el mundo entero, pues significa la caída del telón de acero.
Con el advenimiento de procesos democráticos en toda Europa se formaron nuevos Estados independientes y se hizo posible el desarrollo y la ampliación de la Unión Europea. Se configuraron nuevas relaciones económicas y políticas, y emergió un nuevo círculo de valores e ideas.

Bolivia siempre mantuvo buenas relaciones con Alemania. Los inicios se remontan a la época cuando el país se independizó. Después de la Segunda Guerra Mundial, Bolivia retomó las relaciones diplomáticas con la RFA en 1952, y con la RDA en 1973. Puesto que muchos alemanes habían inmigrado a Bolivia, la caída del Muro también les afectó, debido a que muchos tenían familia en la RDA. Hoy las relaciones boliviano-alemanas (que se centran en las áreas del diálogo político, la cooperación, el comercio, la educación y el intercambio cultural) están en muy buenas condiciones. La presencia de la Cámara de Comercio e Industria Boliviano-Alemana, de los colegios alemanes en el país, del Goethe-Institut y de los institutos culturales en Santa Cruz, Cochabamba y Sucre, así como el Centro Cultural Alemán son ejemplos del intenso intercambio.

A pesar del entusiasmo sobre la reunificación alemana y las nuevas oportunidades que se ofrecían, perdura una forma de desilusión. La reunificación le costó mucho a la RFA: la antigua RDA no se pudo desarrollar y adaptar al mundo del oeste tan rápido como se había pensado. Aunque Alemania está reunificada desde hace casi 25 años, aún existen diferencias entre oeste y este, sobre todo en la economía. Los índices de desempleo, por ejemplo, son más altos en el este que en el oeste. Lo que es significativo también es que la diferencia existe en la mente de muchas personas cuando se habla de prejuicios y estereotipos. Por eso se dice que para alguna gente el Muro aún está en la mente. Un estudio de 2010 revela que una de cada tres personas de Alemania del oeste dice que ha sufrido más pérdidas en lugar de obtener beneficios por la reunificación.

No obstante esas desilusiones, el 9 de noviembre es un día muy importante para Alemania, para Europa y para el mundo: conmemoramos el XXV aniversario de la caída del Muro de Berlín. Muchos van a celebrar en Berlín, donde se encuentran todavía unos restos del Muro que se han convertido en una atracción turística. También se recordará a la gente que murió en el intento de superar la dura vigilancia de los guardias fronterizos.

El Muro de Berlín es el símbolo de la Guerra Fría y de la opresión, y su caída simboliza el éxito de una revolución pacífica, la reconciliación y la reunificación en el marco de una Europa unida. El 9 de noviembre es un día para recordar, alegrarse y soñar con un mundo mejor.