México sangra
La tragedia de Iguala revela el grado de descomposición de la seguridad en México.
La desaparición de 43 estudiantes normalistas la noche del 26 de septiembre podría haber llegado a un macabro final tras la confesión de tres sicarios, quienes afirmaron haber asesinado a los jóvenes, calcinado sus cuerpos y arrojado los restos a un río. Se trata, sin embargo, de solo la más visible de las heridas que la violencia está causando en México.
En efecto, la tragedia de Iguala, tercera ciudad más importante del Estado de Guerrero, en el suroeste mexicano, ha conmocionado a la opinión en muchos países del orbe debido a que es la muestra más evidente del estado de descomposición de la seguridad en México, donde el Presidente vive su peor crisis desde que asumió el mando del país, ya envuelto en infinidad de sospechas y denuncias por el proceso electoral. Se le acusa claramente de ser cómplice de crímenes de Estado.
A lo largo de las dos semanas transcurridas desde la noche cuando desaparecieron los 43 estudiantes, multitudinarias marchas reclamaron al Gobierno por no hacer lo suficiente para dar con el paradero de los jóvenes. En varias capitales del mundo se organizaron manifestaciones y actos con el mismo fin; la consigna era, y sigue siendo a pesar de la nueva evidencia, “vivos se los llevaron, vivos los queremos”. La demanda puede usarse por extensión para las aproximadamente 13.000 personas registradas como desaparecidas en ese país.
Según los testimonios recogidos durante la indagación, que hasta el viernes incluía 74 personas detenidas, los estudiantes habían acudido a Iguala para recaudar fondos pues querían llegar a la capital para participar, coincidentemente, en una manifestación por la masacre de estudiantes de la Plaza de Tlatelolco, en 1968. Primero tuvieron un enfrentamiento con la Policía de la zona, controlada por el Alcalde y su esposa, hoy detenidos por sus vínculos con el narcotráfico, además de su participación en el caso que se comenta; ese mismo día, durante la noche, fueron atacados por comandos de sicarios que los secuestraron, luego de asesinar a algunos más.
La indagación sirvió, además, para dar con varias fosas comunes, donde se halló decenas de cuerpos de personas asesinadas en el marco de una feroz guerra entre cuatro cárteles del narcotráfico, que son los que verdaderamente están ensangrentando a México ante la mirada impotente, cuando no cómplice, de las autoridades de todos los niveles gubernativos de la Federación mexicana.
El Procurador General de México ha afirmado que el caso no es un delito de Estado, lo cual seguramente será discutido por los especialistas en derecho internacional, pero lo que sí es un delito de Estado es no hacer lo suficiente para proteger siquiera el derecho a la vida de la población de ese país. Son 43 los de- saparecidos ahora, pero los asesinados con impunidad suman miles en los últimos años, y eso es inadmisible en cualquier Estado democrático.