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Somos marítimos desde Tiwanaku

Hace unos días, el Vicepresidente del Estado Plurinacional señaló con precisión y asidero científico que los bolivianos siempre fuimos, somos y seremos gente de mar, ya que tanto la cultura tiwanakota como los señoríos aymaras tenían relación con el mar, por lo tanto, “nuestras raíces están ancladas en el mar”. La evidencia arqueológica ratifica lo indicado por la autoridad, ya que hubo una importante influencia de la civilización Tiwanaku en el norte chileno, donde ocupó desde Arica hasta Cobija, según estableció el fallecido arqueólogo Carlos Ponce Sanginés, respaldado por sus homólogos chilenos como Láutaro Núñez, entre otros.

Cabe señalar que el imperio de Tiwanaku alcanzó en su época imperial una extensión de 600.000 kilómetros cuadrados, ocupando la zona costera de Perú, el norte de Chile, parte del noroeste Argentino y buena parte del territorio que hoy es Bolivia. Allí está la raíz de la identidad cultural aymara de la zona que pervive hasta la actualidad.

La presencia tiwanakota en lo que ahora es Chile, de acuerdo con la datación radiocarbónica, se inició cuando Tiwanaku era un estado regional en el siglo IV de nuestra era y se intensificó cuando se convirtió en un imperio entre los siglos VIII y XII. Los grupos tiwanakotas se ubicaron especialmente en los valles de Azapa y Lluta, donde se han encontrado más de 24 sitios del período tiwanakota. Es, sin embargo, en San Pedro de Atacama, Antofagasta, donde se enfatiza la influencia de Tiwanaku, sobre todo en el aspecto religioso, evidenciándose intercambios de productos entre los ayllus de la cultura San Pedro con los asentamientos altiplánicos del sur de Bolivia y también con el gran centro urbano de Tiwanaku, situado a 670 kilómetros al norte.

La evidencia está constituida por cerámica, tejidos y artefactos de madera y metal correspondientes a la época imperial de Tiwanaku encontrados en esa región, los que están asociados fundamentalmente a la simbología política y religiosa. Esto se explica por la presencia de burócratas tiwanakotas que eran desplazados a zonas lejanas. Muestras notables de esto son los hallazgos de ajuares funerarios de funcionarios gubernamentales que usaban adornos y artefactos de puro estilo tiwanakota en San Pedro de Atacama. Cabe señalar también que han sido frecuentes los hallazgos de gorros de cuatro puntas o chukus, distintivos de los funcionarios tiwanakotas, los que representaban a las cuatro partes del Pusisuyo.

El eje de la ocupación de la costa era el intercambio comercial, actividad que generaba un intercambio social e ideológico. Los productos que se llevaban desde el altiplano y los Yungas hacia la costa eran, entre otros, charqui, pieles, madera, llamas en pie, papa, chuño, quinua, plata y coca. Desde el Pacífico se transportaba al interior algas secas, conchas, pescados y mariscos secos, cobre, sal, guano y cuero de lobo, entre otros.

Cuando el estado tiwanakota colapsó y se desintegró en sus provincias en 1187, la zona costera del Pacífico correspondió al señorío aymara Caranga. Este territorio fue posteriormente ocupado por el incario y luego por la colonia española hasta la independencia en 1825,  en que Bolivia nació con mar. Por lo tanto, está científicamente comprobado que en la larga historia sudamericana, nuestra cultura marítima data desde el siglo IV hasta el siglo XIX, es decir que tuvimos mar durante 15 siglos y que éste solo nos fue arrebatado con la invasión chilena de 1879. En ese sentido, es correcto afirmar, como manifestó el Vicepresidente, que los bolivianos siempre fuimos gente de mar.