La oferta hecha al tupamaro y actual presidente de Uruguay, José Pepe Mujica, por un jeque árabe de comprarle su mundialmente conocida peta por un millón de dólares, me produce una rara sensación, pues, como él mismo ha dicho, esta compra se realizaría en un ámbito fetichista, donde este austero vehículo, que pregona la ética política del Mandatario uruguayo, pasaría a valer cientos de veces más que su valor real, pero que representaría, si se concreta la oferta, una oportunidad para que el saliente gobernante pueda construir viviendas para las familias más necesitadas de su país.

No deja, pues, de ser inspirador el maestro Mujica, quien ante cada circunstancia, como la presente muestra, refleja su talante revolucionario y solidario, en un mundo político perdido por el sórdido espectáculo de la corrupción, del engaño y el prebendalismo. Da esperanza saber que todavía existen políticos con ética, consecuentes y solidarios con la población que les confió el ejercicio del gobierno; porque, al final, en países como los latinoamericanos los pobres son los más, y no en la óptica de medición de los organismos internacionales, sino en la realidad diaria de acceso a educación, alimentación y oportunidades para mejorar su calidad de vida.

Mujica, hombre revolucionario, estuvo preso muchos años por luchar por los más necesitados, y tras el retorno de la vida democrática en su país logró, junto a otros tupamaros, la confianza del pueblo uruguayo. Ya como ministro de Agricultura y después como presidente, su accionar y discurso político interpelaron en los distintos foros internacionales la necesidad de cambiar el paradigma del desarrollismo que impera en la visión de los líderes políticos, realizando certeras críticas al consumismo innecesario. Es por eso que saludo y agradezco al tupamaro, inspiración libertaria de Túpac Amaru, por sus permanentes enseñanzas que nos recuerdan la importancia de la ética en la política, la importancia de enseñar con el ejemplo; por su forma de hacer política con humildad y solidaridad, que revela que con poco se puede hacer mucho.

Bases sólidas para generar una nueva manera de pensar el desarrollo de nuestros pueblos, con mirada propia y sin copiar los modelos preestablecidos por los países considerados desarrollados y que han desembocado en sociedades vacías, con altos índices de violencia y suicidio; y que asimismo están generando graves daños al medioambiente, el cual se comporta como nunca antes de forma extrema. Cambiar el rumbo es tarea de todos, pero principalmente de los políticos, quienes al actuar en representación de la sociedad, definiendo políticas públicas, son los llamados a de-sarrollar políticas que éticamente beneficien a toda la sociedad, gracias nuevamente, maestro Pepe Mujica.