Ayotzinapa indigna
La indignación es la materia prima que motiva las movilizaciones en las calles y en las redes sociales
Ayotzinapa ha despertado a gritos una conciencia que estaba adormilada, aunque no callada, por el miedo en México y que ha sacudido a la región. No puede dejar de impresionar y doler que seis personas hayan muerto en condiciones espeluznantes y 43 estudiantes de una normal rural estén desaparecidos y probablemente muertos, y sus restos, calcinados. Es cierto que desde hace unas décadas venimos escuchando desde México, Centroamérica y Colombia historias de decapitaciones, ajustes mortales de cuentas entre bandas de narcos, escándalos de corrupción fruto de la perforación de mafias en los gobiernos y que forman parte del cotidiano de la gente en esos países, pero no por eso deja de impresionar, indignar y mover por dentro lo que ha pasado con los alumnos de la normal de Ayotzinapa.
Este sentimiento de indignación es la materia prima que motiva las movilizaciones en las calles y en las redes sociales. Así también vivimos estos eventos desde Bolivia. Leemos en internet o nos enteramos por medios tradicionales las noticias acerca de eventos de este tipo, abrimos nuestras cuentas en redes sociales y ponemos un like y compartimos los mensajes crudos como: “¿Qué cosecha un país que siembra cuerpos?”, o “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Incluso, a veces, participamos en una marcha o una vigilia con la indignación por los increíbles grados de violencia, la corrupción estatal y la impunidad, con un sentimiento universal humano de respeto a la vida. Y luego, seguimos con nuestras vidas.
La función de las redes sociales en eventos como éste es ¿informarnos, conmovernos, motivar el apoyo, sentir algo de desahogo y seguir viviendo? ¿Todo terminará como en el caso de las niñas raptadas por Boko Haram, organización fundamentalista que dio por concluido el tema declarando que las niñas habían sido casadas con hombres que se las llevaron y no se las podría recuperar nunca?
Las redes dan la opción de participar en diversos grados, ya no es solamente blanco o negro, sino que abre la opción a una serie de grises. Y aunque estos temas duelen, aprendemos a vivir con ellos a partir del apoyo leve que les damos en redes sociales y algunas veces en las calles. Este es uno de los argumentos de los críticos del clicactivismo (el involucramiento político con acciones en internet que nunca llegan a las calles), dicen que el uso de redes sociales anula la posibilidad de una participación política más activa y comprometida. Por mi parte, tiendo a creer que dan oportunidad a las personas que están dispuestas a dedicar un minuto para enterarse del tema y apoyar. Y por eso, el espacio es válido, es una puerta para generar conciencia y entender que Ayotzinapa es una muestra de lo que no se puede dejar pasar.