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Universos paralelos

En el jardín trasero de una modesta casa londinense, una tarde reflexionaba Isaac Newton a la sombra de un manzano, cuando uno de sus frutos se desprendió de su rama y cayó al piso, aunque la tradición popular dice que le cayó en la cabeza de quien posteriormente sería considerado uno de los más grandes científicos del mundo. Fue en ese momento que la humanidad descubrió la principal ley que gobierna el universo.

De acuerdo con Newton, la gravedad era una fuerza instantánea, sin embargo esta idea no era consistente con el modelo. Con base en esta discrepancia, Albert Einstein estableció que la gravedad, estrictamente, no era una fuerza, sino un tema de geometría, donde la presencia de un objeto, al deformar el espacio-tiempo, hacía que los cuerpos se atraigan entre ellos. Así, con la Teoría de la Relatividad, alcanzamos a comprender cómo funciona el universo.

En 1867 se publicó la pequeña novela titulada Un descubrimiento prodigioso. Aunque no está del todo dilucidado si la obra de ciencia ficción pertenece a Julio Verne o a Francios-Armand Audoin, fue la primera vez que se planteó la hipótesis de que si existía la fuerza de gravedad, debiera existir, por simetría, la antigravedad. En el plano científico, otro de los más grandes científicos e inventores: Nikola Tesla, en sus años de madurez académica trabajó en la búsqueda de una teoría dinámica de la gravedad, sentando las bases para lo que en el futuro podría ser una teoría antigravitatoria.

De acuerdo con la Teoría Cuántica de Campos, existiría una partícula elemental responsable de transmitir la fuerza gravitatoria en los modelos cuánticos. Evidentemente en la actualidad esta partícula de tipo bosónica está en cuestión o, para ser más precisos, es una construcción hipotética que permite cerrar los modelos. La idea detrás de la existencia del gravitón es que la fuerza gravitatoria podría estar regida por otras leyes similares de la física.

Si bien la existencia del gravitón es la clave de simetría de los modelos, su descubrimiento, de acuerdo con lo expuesto por Brian Greene en su libro El universo elegante, demostraría que aquellas pequeñas partículas, que vibran tal como las cuerdas de un chelo, estarían dando cuenta de una sinfonía cósmica, en una realidad de universos paralelos y de múltiples dimensiones.
Siguiendo el razonamiento del profesor de la Universidad de Columbia, cabría pensar que esta posible revolución en la física no solamente cambiaría nuestra forma de concebir la mecánica del universo, sino nuestra concepción respecto a la inmortalidad del alma.