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¿Adiós superciclo?

Aparentemente el superciclo de precios de las materias primas, que reforzó la base de la relativa prosperidad y estabilidad que vivimos las economías latinoamericanas (especialmente las que son ricas en recursos naturales), se está agotando: se espera una caída de los precios de los minerales en al menos 5%, según el Banco Mundial; si las cosas no se deterioran más, el precio del petróleo tal vez (solo tal vez) se estabilice en torno a $us 80 el barril, si hemos de creer a la Agencia Internacional de Energía y, de acuerdo con las proyecciones de la OCDE y la FAO, los precios de los productos agrícolas como los granos se estabilizarán en el largo plazo por debajo del boom de fines de la década de 2000. Ante este panorama surgen noticias acerca de que el Gobierno está empezando a tomar previsiones; el sector más nervioso es el sector minero, naturalmente. Mucho trabajo precario pero relativamente bien remunerado depende de lo que pase en este mercado. Y muchos empresarios encubiertos van a desear que el Gobierno les mantenga sus márgenes de ganancia.

En hidrocarburos la cosa está seria, pero no parece (como algunos analistas se alegran en anunciar) que nos enfilemos hacia el desastre: las previsiones del Presupuesto General de la Nación se hicieron sobre la base de un precio relativamente bajo del barril de petróleo ($us 74) y la fórmula de asignación de precios de nuestras exportaciones de gas suaviza las caídas y los aumentos bruscos con una media trimestral, de manera que ahí hay algún margen para tomar previsiones.

En alimentos es llamativo el brusco descenso del precio de la quinua. Este hecho tiene muchas implicaciones, una de ellas es que, afortunadamente, la quinua estará un poco más accesible al bolsillo de las familias bolivianas, una buena noticia luego de años en los que nuestro país, como potencia quinuera, sufría la paradoja de no consumir suficiente este alimento porque la mayoría se exportaba. Las causas del descenso del precio en este caso tienen que ver con el ingreso al mercado de la quinua peruana. Luego de años de haber gastado millones de dólares en el desarrollo del sector, y luego de años de haber logrado muchos más millones de dólares en beneficios por exportación de la quinua, cabe preguntarse qué hicieron bien los peruanos para tener una quinua tan barata que compita con la nuestra en nuestro propio territorio. Y no estoy seguro de que tenga que ver con la peor calidad de la quinua peruana. Esa es historia vieja, no es nada reciente.

Por cierto, valga la oportunidad para que contemos, como país, con un estudio confiable de las prospectivas del mercado mundial de la quinua: ¿cuánto tiempo más vamos a vivir del eslogan de que nuestro grano es el mejor del mundo mundial por nuestras excepcionales condiciones geográficas? El curioso caso de la quinua peruana compitiendo en el altiplano boliviano indica que el mundo se mueve a una velocidad poco condescendiente con nuestra autoestima.

En resumen, ¿qué se puede esperar, en el corto plazo? Si los precios de las materias primas que exportamos siguen bajando, sin duda habrá un impacto en la economía, pero no será catastrófico: tenemos reservas internacionales por más de $us 14.000 millones, suficientes para cubrir un año y medio de importaciones; tenemos un fondo fiscal en caja y bancos de las entidades subnacionales por más de $us 3.000 millones (un fondo de emergencia no planeado, para el caso); y tenemos proyecciones de inversiones para exportación de energía, la más inmediata posibilidad de diversificación exportadora hasta el momento. Vale decir que tenemos que tomar previsiones, pero es distinto hacerlo con las condiciones financieras que hoy disfrutamos, y no en las condiciones de un país en quiebra.