Este año se espera que América Latina y el Caribe crezcan por debajo del 2%, quizá incluso más cerca del 1,3%. Sin embargo, nuestras estimaciones muestran que Bolivia será uno de los líderes en crecimiento de la región este año. Si bien no será el 6,8% alcanzado en 2013, es probable que vaya más allá del 5%, superado únicamente por Panamá y República Dominicana. Esto posiciona a Bolivia en una trayectoria de casi 5% de crecimiento promedio por año durante la última década.

Si bien muchos simplifican este desempeño como ligado puramente a un entorno externo, éste no es el cuadro completo. El ambiente externo (precios del gas, minería, etc.) proporcionó vientos favorables para Bolivia, pero importantes inversiones previas en hidrocarburos, una gestión macroeconómica prudente, el enfoque en programas sociales, en prosperidad compartida, y un ambicioso programa de inversiones públicas permitieron a la economía aprovechar estos vientos. Esto no sucede en piloto-automático, por lo que se debe reconocer el esfuerzo de las autoridades.

América Latina en su conjunto presenció una próspera década. Hasta 2012 se redujo la pobreza por la mitad al 12% y se duplicó la clase media hasta llegar al 34%. Bolivia fue parte de este éxito, alcanzando en los últimos diez años una considerable caída en pobreza, pobreza extrema y desigualdad. La pobreza se redujo del 66% en 2002 al 45% en 2011, cifra que probablemente sea aún menor ahora. La pobreza extrema se redujo del 40% al 21%, y la desigualdad siguió la misma tendencia. El Banco Central logró acumular reservas internacionales de aproximadamente la mitad del PIB y el ratio de deuda pública con respecto al PIB se mantuvo a menos del 37% (aunque aquí debemos recordar la Iniciativa para el Alivio de la Deuda Multilateral que se implementó en 2006 y 2007, cuando el Banco Mundial y otros organismos multilaterales condonaron $us 2.900 millones de deuda externa a Bolivia).

Así y en resumen, la historia reciente del crecimiento de Bolivia es exitosa, y esperamos que continúe navegando así en el mediano plazo. Retos tales como la suficiente disponibilidad de gas para cubrir la demanda futura son de conocimiento del Gobierno, que tiene planificado impulsar inversiones en exploración. Se están realizando también esfuerzos de industrialización en el sector. La caída en los precios internacionales, que es un riesgo más allá de las fronteras bolivianas, puede ser contrarrestada por el aumento en producción, y por los colchones fiscales que evitarán, al menos por un tiempo, caídas bruscas en el gasto y en la inversión pública.

Ahora es el momento de abordar aquella pregunta abierta por la Agenda Patriótica 2025 para establecer el sendero hacia un crecimiento sostenible a largo plazo. A menudo se me acercan periodistas para pedirme que compare las cifras de crecimiento del Banco Mundial con las cifras de crecimiento del Gobierno, y me preguntan si es cierto que Bolivia va a crecer un 5,3% o un 5,6%, o si es cierto que la economía boliviana tuvo un buen desempeño. Si bien estas preguntas son razonables, no son las que nos deberían preocupar. Como socios de Bolivia, creemos que las tres preguntas clave son: (a) la economía está teniendo un buen desempeño, pero, ¿es éste el potencial que Bolivia tiene y merece? (b) ¿podríamos “sacarle el jugo” para impulsar el crecimiento aún más? y (c) ¿qué podemos hacer ahora para asegurarnos que esta ventana de oportunidad se aproveche para generaciones futuras?

No se puede negar la notable trayectoria reciente del país. ¿Pero qué pasa ahora? Bolivia ya es miembro de la familia de países de ingresos medios y, como tal, enfrentará nuevos horizontes y desafíos. Uno de los retos sigue siendo reducir la pobreza y asegurar que la prosperidad sea accesible a toda la gente. El otro reto es mantener su presencia dentro de la nueva clase media, y que estos avances no sean revertidos por un shock. Una cosa es salir de la pobreza, otra es mantenerse fuera por siempre. Esto necesita de herramientas políticas diferentes.

Sería ingenuo suponer que los recursos naturales dejarán de ser fundamentales para el crecimiento de Bolivia en un futuro próximo: son y seguirán siendo importantes. Para una economía en la que la exportación de gas y minerales representan aproximadamente el 80% de las exportaciones, y en la que casi un tercio de los ingresos del Estado están ligados a exportaciones de hidrocarburos, es fácil ver que la tendencia es continuar explotando el gas. Sin embargo, desde un punto de vista de manejo del riesgo, enfocar los esfuerzos del país en un número reducido de productos no es el escenario óptimo. Además, experiencias en todo el mundo muestran que los países que han logrado un desarrollo más sólido aprovecharon estos recursos en tiempos buenos para desarrollar otros sectores y diversificar su economía. Entonces, de lo que se trata es cómo utilizar estos valiosos recursos subterráneos para desarrollar recursos aún más valiosos sobre la tierra, incluyendo por ejemplo las maravillosas riquezas turísticas de Bolivia, su rico potencial agrícola y su capital humano. Este capital humano es el recurso que necesita la mayor cantidad de inversión, no solamente en dinero, sino también en educación competitiva en el mundo, de tal forma que sea consistente con las ambiciones del país en cuanto a su desarrollo e industrialización.

El crecimiento sostenido es como una orquesta con muchos músicos. La importancia del sector privado y los mensajes positivos transmitidos por el liderazgo del país son bienvenidos. Después de todo, es perfectamente posible que la decisión soberana de Bolivia de perseguir un modelo dirigido por el Estado coexista con un sector privado energizado. El mundo está lleno de experiencias exitosas en las que un Estado fuerte se asocia con el sector privado en áreas en las que nuevas tecnologías y conocimientos son necesarios. Hay muchos sectores en Bolivia que podrían ser parte de la empresa privada, aumentando así la productividad y creando una nueva generación de empleos para una nueva generación de bolivianos. Éste no es un tema del sector público versus el privado, sino de encontrar ese equilibrio dorado entre ambos que desencadene un crecimiento sostenible, diversificado y a largo plazo.

Además, no se necesita cualquier tipo de inversión privada, se necesita aquella que no viene a través de ganancias rápidas, sino la de gran escala que puede proporcionar suficientes empleos técnicos para la nueva generación de bolivianos formados. Para que esto suceda, las empresas deben enfrentarse a un horizonte que va más allá de regiones específicas, abordando las demandas de Bolivia y, por qué no, también de sus vecinos. De esta manera alcanzarán mayor productividad y lograrán competitividad más allá del país. Para que inviertan, hace falta permitirles alcanzar esta alta productividad.

Este aspecto es particularmente importante para un país sin litoral, situación que lo obliga a ser aún más ambicioso en sus reformas para lograr que la actividad económica tenga mayor competitividad a nivel internacional. Bolivia deberá contar con una ventaja constante en sus estructuras de costos básicos como energía, telecomunicaciones, logística, carreteras, etc., para compensar su limitación geográfica. Esto reforzará los planes nacionales de integrarse al mundo basados en productos más allá de los recursos naturales.  

Así que, si de nuevo me preguntan si un 8% de inversión privada es bueno o malo, mi respuesta es siempre la misma… cualquier aumento de inversión es buena. Pero, ¿qué tipo de inversión es? ¿Es inversión en capital humano y productividad a largo plazo? Más importante aún, dado el potencial de este rico país, ¿es lo mejor que podemos hacer?

Estas opiniones no son ideas nuevas que las autoridades desconocen. Principalmente se trata de utilizar este precioso “ahora” para combinar los impulsos de un programa fuerte de inversión pública en infraestructura, con una inversión privada dinámica y con una inversión sostenida en capital humano. Son un recordatorio de que el éxito del Banco Mundial se encuentra en apoyar a este país durante esta época dorada para lograr activar la nueva fase de la narrativa económica de Bolivia, una que no solo se trate del buen desempeño macroeconómico de Bolivia, sino de alcanzar su verdadero potencial, el cual es prometedor. En otras palabras, se trata de convertir la fortuna de Bolivia en una riqueza a largo plazo.