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Friday 29 Mar 2024 | Actualizado a 04:57 AM

Gestión colectiva

Hasta el momento, las entidades de gestión colectiva carecen de legitimidad en el país.

/ 7 de diciembre de 2014 / 04:00

La promulgación de una ley sobre derechos de autor en Bolivia es relativamente reciente (1992). Sin embargo, la legislación respecto a la protección por parte del Estado de los bienes materiales y posteriormente de los inmateriales tiene una historia de más larga data, en particular con las reformas jurídicas que se dieron después de la revolución de 1952.  

A comienzos de los 90, un grupo de músicos folklóricos y empresarios de productoras fonográficas se movilizaron para lograr una ley que proteja a los autores de la piratería y del uso de sus obras. Las condiciones socioeconómicas que se vivían en ese momento respecto al modelo económico neoliberal, junto al crecimiento de varias empresas disqueras, y posiblemente gracias a algún acercamiento al partido en funciones de gobierno, posibilitaron la promulgación de la Ley de Derechos de Autor el 2 de abril de 1992; norma que sin embargo no logró ningún beneficio para sus promotores.

Como consecuencia de la ley se crearon instituciones específicas (entidades de gestión colectiva), conformadas actualmente por la Sociedad Boliviana de Autores y Compositores (Sobodaycom), la Asociación Boliviana de Artistas e Intérpretes en Música (Abaiem) y la Asociación Boliviana de Productores de Fonogramas y Videogramas (Asboprofon); de tal manera que cada autor, al afiliarse como socio a alguna de estas sociedades, concede la administración de sus regalías por concepto de derechos de autor, de ejecución pública o derechos conexos.

Sin embargo, hasta el momento existe una falta de legitimidad respecto a estas sociedades autorales, toda vez que los compositores, comunidades y grupos de artistas no se sienten representados ni tampoco se benefician por el trabajo que realizan; y más bien se ven perjudicados por estas entidades, ya que deben pagar un porcentaje de los ingresos que reciben por cada actuación incluso si las composiciones que interpretan son de su autoría; esto sin que estén siquiera registrados en alguna de estas entidades autorales.

La dominación legal (burocracia) que se ha construido hasta el momento a partir de la Ley 1322 es la mejor forma de hacer callar a aquellos que no están conformes o que simplemente piensan que estas entidades son solo entidades recaudadoras de grandes empresas fonográficas, y no así de los verdaderos autores, menos aún de las comunidades que crean su música de forma colectiva y no individual.

Es necesario una revisión jurídica de la Ley de Derechos de Autor y entender la verdadera dimensión que las entidades de gestión colectiva cumplen en beneficio de los autores y compositores, para que la valoración de los artistas no se base en cuánto cotizan, sino en su aporte cultural e intelectual.

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El sentimiento como base del Estado-Nación

Según la Unesco, el patrimonio cultural se refiere a un conocimiento que se transmite de generación en generación; algo muy importante  es que esta definición hace referencia  a  grupos, comunidades e individuos y no así a Estados ni a naciones.

/ 7 de diciembre de 2014 / 04:00

Por el uso de los bailes folklóricos de Bolivia en el festival de Viña del Mar de Chile (como en otros festivales), y hoy, por la postulación por parte de Perú de la festividad de la Virgen de la Candelaria como patrimonio inmaterial de la humanidad incluyendo entre sus danzas a bailes bolivianos, nuevamente se produce la reacción de la mayoría de la población, que ve como una afrenta indignante el que el país vecino (al que por otro lado consideramos nuestro hermano por nuestra memoria colonial) quiera robarnos nuestro patrimonio.

Es que hablar del concepto de patrimonio es complicado porque hace referencia a una propiedad (un bien) y a un principio de pertenencia. Pero cuando se habla de propiedad inmaterial, el problema se complica más porque los límites físicos son ambiguos y las conceptualizaciones bastante generales, tal como sucede con los conceptos de cultura o folklore.

El concepto de patrimonio y su derivación en patrimonio material e inmaterial es producto de un largo proceso histórico, resultado de cambios políticos que suscitaron transformaciones socioculturales, siendo necesario repensar constantemente los conceptos desde diferentes ciencias, como también desde el Estado, para elaborar políticas públicas acordes a las transformaciones sociales.

En este sentido y en un contexto más amplio, enmarcado en los convenios y tratados internacionales, la Unesco define por Patrimonio Cultural Inmaterial “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas —junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes— que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos, reconozcan como parte  integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad, contribuyendo así a promover el respeto a la diversidad cultural y a la creatividad humana que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible”.

GLOBAL. Es desde una perspectiva global y como consecuencia de los cambios a nivel regional, tanto en lo político como en lo social, que comienza a diferenciarse el concepto de patrimonio cultural, desde una visión que no consideraba los saberes de los pueblos indígenas o las expresiones populares como expresiones culturales, siendo tomados en cuenta solo como patrimonio los monumentos y el legado arquitectónico de civilizaciones pasadas, es decir, todo aquello que es  material y cuantificable.

Según esta conceptualización que hace la Unesco, el patrimonio cultural hace referencia a un conocimiento que se transmite de generación en generación que es recreado según su entorno y, algo muy importante, es que esta definición hace referencia  a  grupos, comunidades e individuos y no así a Estados ni a naciones.

En Bolivia, la revolución de 1952 constituye un hito que ha marcado la historia del país. Las políticas culturales que se ejercieron en aquel momento fueron fundamentales en la construcción de una base ideológica, con la cual se intentaba construir una nación basada en el sujeto mestizo, lo que invisibilizaba las diferencias entre el indio y el blanco.

A partir de la revolución de 1952 y de las diversas reformas nacionalistas, se ha ido construyendo un mestizaje donde  lo artístico y, particularmente, la música ha sido fundamental como instrumento ideológico para reflejar los cambios producidos por la revolución, ya que la gran mayoría que vivía en el área rural no sabía escribir. Así, Michelle Bigenho, en su trabajo Para repensar el mestizaje boliviano a través del folclore boliviano (ponencia presentada en el Cuarto Congreso de la  Asociación de Estudios Bolivianos) detalla cómo una de las políticas que utiliza el MNR en ese entonces fue crear una revista musical denominada “Fantasía Boliviana”, integrada por personas de distintas clases sociales y etnias, donde se fusionaban los instrumentos denominados clásicos con los autóctonos, además de cuadros en que se reflejaba los diferentes paisajes existentes en el país.

Bigenho plantea que esta revista musical representaba el mestizaje como un discurso ideológico que utilizaba el MNR en 1952 para hacer pensar en una supuesta nivelación social. Tanto los indios, las cholas y todos los que veían el espectáculo se sentían reflejados en el mismo, ya que además de la música y de los instrumentos se utilizaba los cuerpos de los integrantes para causar un efecto en los espectadores.

Así, podemos entender la instrumentalización de la cultura con un fin ideológico, políticas culturales interesadas en reflejar un supuesto mestizaje como modo de hacer creer que existe una semejanza entre todos y, como dice Bigenho, evitar que se rebelen los indios; lo que busca es plantearnos la realidad no como preexistente sino como una construcción que se produce a partir de cambios socioculturales históricos. Estos aspectos se reproducen y se transforman debido a diversos acontecimientos políticos, económicos, sociales y culturales que se dan en un tiempo determinado.

MÚSICA. La música es un elemento importante en la construcción de la identidad; el antropólogo Ramiro Gutiérrez indica que la música en el área andina representa un código fundamental en la identificación de la identidad y que debido a la migración a la ciudad se produce un choque entre dos sistemas culturales distintos, lo que ocasiona el surgimiento de un tercer sistema “alienante o folklórico” que asume elementos de la modernidad quitando la función social que cumplía la música en el lugar que se originaba.

Este tercer sistema habría intentado dar una continuidad a la música tradicional a través de las bandas y también existiría el surgimiento del neofolklore, que busca la construcción de una identidad nacional y para ello se habría hecho una apropiación y transformación musical a través de la política cultural estatal.

Un claro ejemplo de esto, señala Gutiérrez, fue el surgimiento de nuevos grupos como Los Caminantes, Ruphay, Los Jairas y posteriormente Los Kjarkas, Proyección y otros que se habrían apropiado de los ritmos y melodías de la música tradicional o autóctona.

Hay que entender, entonces, que lo que ahora se reclama a otros países es la apropiación del patrimonio de la música y las danzas que surgieron producto de un proceso histórico que produjo cambios tanto en lo político como en lo social, resultado de la construcción de una identidad nacional que instrumentalizó la cultura para fines políticos y que la base de esa comunidad imaginada que fue la constitución del Estado-Nación fue producto también de una apropiación y transformación de la música tradicional de las comunidades.

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Migrantes bolivianos apoyan a Rousseff

Muchos de los líderes que pertenecen a diferentes asociaciones de la comunidad boliviana han trabajado de forma activa en la campaña electoral del Partido de los Trabajadores (PT). Con seguridad, la mayoría de los inmigrantes espera que el pueblo brasileño se decida una vez más por Rousseff.

/ 26 de octubre de 2014 / 04:00

La creciente migración de bolivianos a Sao Paulo es innegable. Cada día decenas de compatriotas llegan a la estación de Barra Funda, cargados no solo de maletas, sino también de sueños que piensan realizar en el menor tiempo posible. El principal objetivo es acumular el dinero suficiente para retornar al país e invertir en algún emprendimiento que les permita prosperar económicamente.

La mayor presencia de compatriotas en la inmensa ciudad de Sao Paulo se evidencia al transitar por las calles, o al hacer uso del transporte público, como el ómnibus, el tren o el metro. La zona de Brass sin lugar a dudas es uno de los barrios donde la presencia boliviana es masiva, la rua Coimbra que se encuentra en esta zona es la viva expresión de la apropiación territorial, reconfigurándola de manera estética a partir de la utilización del espacio físico, con la creación de restaurantes, discotecas, tiendas, oficinas de remesas y radios que operan de forma clandestina.

Esta apropiación del espacio tiene su explicación hace 20 años, cuando los comerciantes bolivianos empezaron a vender las prendas que costuraban en las calles aledañas a la estación del mismo nombre. Un lugar que en aquella época estaba conformado por grandes espacios desolados, que la gente sin vivienda usaba para refugiarse o por la excesiva criminalidad que existía entonces.

TALLERES. Esto aconteció debido a que los bolivianos dejaron de trabajar a destajo para empresarios coreanos, quienes tercerizaban para famosas marcas de ropa y empezaron a confeccionar sus propias prendas al tener ya talleres propios, fruto del arduo trabajo de años de costura; sin embargo, cuando el barrio empezó a transformarse en una zona de comercio importante, los bolivianos comenzaron a ser amedrentados por brasileños que usurpaban sus puestos de venta, además de ser extorsionados y amenazados de manera constante.

En la actualidad Brass es una de las zonas más importantes de comercio y todo indica que seguirá creciendo. Pero este cambio fue gracias a la persistencia del trabajo migrante, principalmente de bolivianos que batallaron en la ilegalidad bajo un sistema de economía oculta y que ahora siguen viviendo en un estado de sumisión a los dueños de estos locales comerciales, sin ningún tipo de seguridad que les garantice algún derecho propietario. Si Brass es una de las zonas más importantes que ha crecido y se ha trasformado por la presencia de bolivianos, también han ido asentándose en otras zonas como Bom Retiro, Penha, Ermelino Matarazzo, etcétera.

Las redes de parentesco han sido fundamentales para que el proceso migratorio continúe. Los ya establecidos hace varios años con casas y talleres propios dan trabajo a familiares o personas de la misma comunidad. Son formas de reciprocidad que se extienden de manera transnacional permitiendo que comunidades enteras se reproduzcan en diversos barrios de Sao Paulo, lo que permite la continuidad cultural.

También existe el otro tipo de migración que es a través de agencias de empleo, donde las condiciones de trabajo son inciertas. Estos últimos son los que la prensa brasileña ha visibilizado, calificando a todos los bolivianos con el estigma de inmigrante-esclavo-ilegal.

El censo de 2010 realizado por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) lanzaba un dato interesante: los inmigrantes bolivianos representaban la segunda comunidad de extranjeros más importante después de Portugal, desplazando a los japoneses. Sin embargo, los datos ofrecidos solamente tomaban en cuenta a los residentes, es decir, a los que viven en condiciones de legalidad, siendo que el grueso de la población vive en condiciones de ilegalidad y en un sistema de economía subterránea.

Con la Ley de Amnistía que el presidente Luis Inácio Lula da Silva del Partido de los Trabajadores (PT) promulgó el 2 de julio de 2009, las condiciones para los inmigrantes, y fundamentalmente para los bolivianos, mejoraron ostensiblemente. Esa fue la cuarta amnistía internacional general otorgada por Brasil en los últimos 30 años. Esto para los países del Mercosur favoreció a una migración legal que facilita la adquisición de una carteira de trabalho y el documento de permanencia.

La creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en 2008 en Brasilia también representó la importancia que Brasil daba a la región para lograr una mayor integración y cooperación entre los países sudamericanos, y libres además de la injerencia política de potencias ajenas a esta región.

Un dato relevante, que muestra los avances que hizo el gobierno del PT en la búsqueda de mejorar las condiciones de vida de los inmigrantes, fue crear en la Prefectura de Sao Paulo la Secretaría de Derechos Humanos. Dicha secretaría se encarga de coadyuvar con los grupos minoritarios a trabajar en proyectos que beneficien a sus sectores, en la adquisición de mayores derechos y en la capacitación, en convenio con algunas organizaciones no gubernamentales para brindar cursos gratuitos de portugués además de otros talleres.

Consejeros. La inclusión de los inmigrantes en las políticas estatales del PT también promovió un hecho catalogado de histórico, la elección inédita de 20 consejeros participativos extraordinarios en las subprefecturas de Sao Paulo, donde el 0,5% de su población estuviera constituido por población inmigrante. Dato interesante en una ciudad de aproximadamente 20 millones de personas y con barrios de 300.000 habitantes como es el caso de Ermelino Matarazzo, donde fue electa Mónica Rodríguez; un lugar donde se asentaron más personas provenientes de Chuquisaca, particularmente de la población de Tomina, ya desde hace dos décadas.

Dicha elección confirmó que la comunidad boliviana es una de las más importantes y con una presencia política relevante, al obtener siete representantes, que ahora trabajan en la fiscalización y elaboración de proyectos en beneficio de toda la comunidad inmigrante; como se ve, fue un avance importante para todos los extranjeros en general.

Por estas razones, la segunda vuelta de las elecciones que se llevan a cabo el domingo 26 de octubre y que confrontará a la actual presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y al candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves, será  gravitante —se espera— en la ampliación de políticas que beneficien a los sectores minoritarios si es que el actual partido de gobierno es reelecto una vez más, o un posible giro o estancamiento en torno a la política migratoria, si fuera electo el partido de la derecha.

En 2009, cuando se promulgó la Ley de Amnistía, la oposición criticó la medida tomada por el presidente Lula, indicando que no era posible que Brasil amplíe sus fronteras a los extranjeros cuando los países desarrollados a comienzos de la crisis actuaban de manera contraria, cerrando sus fronteras y endureciendo sus leyes migratorias.

Muchos de los líderes que pertenecen a diferentes asociaciones de la comunidad boliviana han trabajado de forma activa en la campaña electoral del PT. Con seguridad, la mayoría de los inmigrantes espera que el pueblo brasileño se decida una vez más por Rousseff.

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Bolivianos representan a migrantes en Brasil

Mónica Rodríguez, boliviana que vive en Sao Paulo hace ochos años, afirma que en su lucha en defensa de los derechos de los inmigrantes, denunció atropellos por discriminación, contra el trabajo esclavo y casos de bullying. Ahora es el momento de dejar de ser invisibles, dice; poder ser electos.

/ 20 de abril de 2014 / 04:00

El 30 de marzo en la Plaza de las Artes de Sao Paulo, Brasil, ocurrió un hecho sin precedentes: se eligió a 20 representantes de la población inmigrante extranjera residente en 19 subprefecturas de la capital paulista (Sao Paulo en total tiene 31 subprefecturas). Una elección con más de 1.700 votantes, de los cuales se contabilizaron 1.694 votos válidos.

El número de representantes de los inmigrantes fue determinado según los datos del Censo 2010, provistos por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Cada subprefectura que tiene al menos 0,5% de extranjeros en su población abrió un espacio para la representación migrante.

La referida elección, promovida y organizada por la Secretaría de Derechos Humanos y Ciudadanía, adquiere mayor relevancia para los inmigrantes bolivianos porque de los 20 representantes electos, 7 son de nuestro país: Mónica Rodríguez Ulo, Samuel Dany Santos Arnez, Luis Vásquez  Mamani, Juan Elvis Mayta Martínez, Ronald Soto Delgadillo, Rudencido Méndez Marupa y Alejandro Tuco Quispe.

Los representantes de los migrantes tienen un mandato de dos años y serán parte del órgano consultivo del Consejo Participativo Municipal. Con la nueva representación, según la Secretaría de DDHH, se busca que los extranjeros ejerzan un control social en beneficio de los inmigrantes, tanto en la planificación como en la fiscalización del gasto público allí donde viven; además de que puedan sugerir políticas públicas que mejoren sus condiciones de vida.

Mónica Rodríguez, que reside en Sao Paulo hace ochos años, afirma que en su lucha en la defensa de los derechos de los inmigrantes, denunció atropellos por discriminación, contra el trabajo esclavo y casos de bullying, y que ahora es el momento de dejar de ser invisibles: “Es un primer paso para todos los inmigrantes, al gran sueño de un día votar y ser votado en elecciones en el ámbito subprefectural”.

De acuerdo con el censo de 2010, en la capital paulista existen 151.071 residentes extranjeros legalizados y la comunidad boliviana, con 21.680 personas, ocupa el segundo lugar en importancia poblacional después de Portugal. Se trata de un dato histórico, ya que por primera vez se sobrepasó a las comunidades de japoneses e italianos. Sin embargo, estas cifras no comprenden a los indocumentados, por lo que la cantidad de inmigrantes bolivianos llegaría a 350.000 según el consulado boliviano en Sao Paulo. Rodríguez estima que este número se incrementó en los últimos años debido a la crisis económica de Argentina.

El proceso migratorio es de larga data y fue promovido principalmente por reformas estructurales. La Revolución Nacional de 1952 produjo un fuerte flujo migratorio indígena campo-ciudad e internacional, principalmente hacia la Argentina. La reforma agraria impuso la parcelación de tierras comunes, tanto en ayllus como en haciendas.

Posteriormente, tanto la hiperinflación en la época de la Unidad Democrática y Popular (UDP) como los efectos laborales que produjo en 1985 el decreto 21060, incrementaron el periplo migratorio hacia la Argentina, pero también hacia Estados Unidos, España y Brasil.

Los primeros flujos migratorios importantes a Brasil, según estudios de Sidney da Silva, están relacionados con un acuerdo bilateral de intercambio cultural, que favorecía la entrada de estudiantes bolivianos al país vecino, convenio firmado en 1958, y que fue parte de varios acuerdos conjuntos, como la exploración de petróleo, la definición de límites entre los dos países y el comercio. El perfil de los migrantes entre 1950 y 1970 era de personas de nivel educacional medio o elevado.

Para el mayor flujo migratorio de Bolivia hacia Brasil, también fue importante la construcción en 1954 de la línea ferroviaria entre Santa Cruz de la Sierra y Corumbá. Debido a los procesos políticos dictatoriales, la migración hacia el país vecino disminuyó, incrementándose nuevamente a partir de la década de los ochenta, siendo ahora mayoritariamente de personas que trabajan en el área textil, además de la importante industria creada por la inmigración de Coreanos a la zona metropolitana de Sao Paulo. Aparte de bolivianos, también se vio el incremento de migrantes peruanos y paraguayos. 

El estudio de la migración boliviana en Sao Paulo es un tema de interés constante tanto para investigadores bolivianos como brasileños. En el vecino país se estudia, entre otros aspectos, la explotación laboral y la identidad, los mercados informales, espacio y territorio, dinámicas culturales y procesos identitarios, derecho al voto y políticas migratorias. Del lado boliviano: el impacto de la migración en la parte de las familias que quedan en el país, las estrategias de continuidad de la comunidad en el extranjero pese a la migración, las familias transnacionales, el análisis de las remesas y su efecto en los lugares de origen en Bolivia.

La elección de los representantes de los migrantes en Sao Paulo abre una gran posibilidad a los bolivianos en la adquisición de derechos y en la reversión de un estigma creado por instancias políticas y por los medios de comunicación que, parafraseando al sociólogo estadounidense Erving Goffman (2006), han dejado de ver a la persona en su totalidad y solo promueven una reducción suya, un individuo menospreciado, reducido a un estigma, un atributo profundamente desacreditador que daña la identidad social, en el caso boliviano la identidad desacreditada de “inmigrante–esclavo–ilegal”.

A través de los medios de comunicación, este estigma ha sido internalizado en la opinión pública. Esto fue lo que aconteció en Buenos Aires, cuando ocurrió el incendio del Taller Textil Luis Viale en 2006 o cuando mataron al niño Bryan el año pasado, mostrando siempre a la comunidad boliviana como miserable.

La comunidad boliviana en Sao Paulo ahora a través de sus siete representantes muestra otra cara, revierte el estigma y se presenta como una comunidad importante que trabaja, que produce y que está organizada políticamente —incluso como una comunidad caritativa que recaudó siete toneladas en víveres para los afectados por las inundaciones— y que ahora, como sujeto político dentro del sistema de poder, trabajará para mejorar la calidad de vida, de seguridad y condición social de los compatriotas en la urbe paulista.

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Falso debate

El debate acerca del trabajo infantil y fundamentalmente sobre el aborto es un falso debate.

/ 22 de diciembre de 2013 / 04:00

Como fotógrafo de prensa me tocó cubrir varias represiones de las fuerzas del Estado (policías, militares o la fuerza conjunta) contra ciudadanos de determinados sectores, que organizados buscaban reivindicar sus derechos o lograr ciertas demandas a través de marchas, bloqueos u otras formas de protesta. Sin embargo, nunca presencié el uso de agentes químicos o de golpes directamente contra niños. Algo que ocurrió días atrás en inmediaciones de la plaza Murillo, cuando un grupo de menores protestaba contra el Código del Niño, Niña, Adolecente, aprobado recientemente en la Cámara de Diputados, y que restringe el trabajo a los menores de 14 años. Un hecho indignante desde todo punto de vista, que muestra, una vez más, que los grupos minoritarios, como los indígenas de tierras bajas, discapacitados, o niños desfavorecidos no tienen derechos a la libre protesta. Además, negarles a los niños pobres la posibilidad de trabajar, sin darles ninguna alternativa, es prácticamente negar su existencia y negar una realidad concreta.

El debate acerca del trabajo infantil y fundamentalmente sobre el aborto es un falso debate. El cálculo político es lo que importa. El estar bien con Dios, con el poder de la Iglesia y con toda la comunidad de feligreses que representan la gran masa de votantes para 2014 es el meollo del asunto. El debate en la Cámara Baja solo es una puesta en escena, una fachada a los verdaderos intereses políticos.

El gran índice de madres solteras muestra que el matrimonio es una institución social en decadencia. La mejora de los derechos y las cualidades profesionales de la mujer, y por ende una independencia económica, ha construido un nuevo paradigma social sin la presencia del padre como jefe de la unidad familiar.  

También es evidente que mujeres de toda condición social recurren al aborto por diferentes razones: abusos, inmadurez, ignorancia, abandono, soledad, angustia, miedo a la represión social o incluso familiar. Las de mejores condiciones económicas acceden a esta práctica en clínicas privadas; el resto, en consultorios clandestinos en condiciones de alto riesgo.

Como afirma José Mujica, presidente de Uruguay,  “nadie puede estar a favor del aborto como principio, pero la realidad es otra”. Las mujeres en riesgo seguirán siendo una realidad y el Estado de debe hacerse cargo de la prevención, control y ayuda para evitar mayores pérdidas humanas. De lo contrario, la cantidad de bebés abandonados, de niños huérfanos, de trabajadores reclamando por su derecho a trabajar, a existir, será cada vez mayor, y la trata de personas aumentará al igual que la explotación y el abuso infantil.

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Tejer la historia: Los aguayos conservan la memoria comunal

En un año se pueden hacer dos o tres tejidos y cada uno implica varios meses de trabajo. Muestran cómo fue la producción y el clima. Los comunarios ya no sólo trabajan con aguayos: plasman sus símbolos en prendas como chompas, chalinas y lluchus.

/ 15 de septiembre de 2013 / 04:00

Teodora Agustina Godoy Ramírez extiende el aguayo en su regazo y, como si fuera un libro abierto, rápidamente empieza a verbalizar los símbolos que se encuentran plasmados en el tejido. Lo hace descifrando los códigos ocultos que encierra el arte de tejer como memoria histórica de una sociedad en relación con su entorno.

Sus ojos están teñidos por un velo rojo, pues su padre se encuentra delicado en el hospital. Pero ello no impide que Teodora pueda darse un breve espacio de tiempo para hablar de la función social que cumple la práctica de tejer en su comunidad, Jipiñuma, en el municipio de Tapacarí, en la región andina del departamento de Cochabamba. Es una tradición milenaria que en los últimos tiempos se estaba perdiendo debido a la influencia de ciertos grupos religiosos asentados en el lugar.

“Cuando tenía 13 años mi mamá me explicó nuestra cultura a partir de los aguayos,  nuestros usos y costumbres, la forma del tejido… y sobre el significado de los colores y los símbolos que debemos tejer en los aguayos para defendernos de la granizada o del desastre”, indica la lugareña, de 27 años, dirigente de la organización de mujeres Bartolinas en la Subcentral 6 de Agosto. Ella no creía en las enseñanzas de su progenitora hasta un día en el que vio que se acercaba una granizada. Entonces, puso en práctica lo aprendido: se soltó el thismo (especie de cordón con que se amarra la pollera) y usó un aguayo con símbolos cosidos con colores, tejido ese año, y lo agitó hacia el cielo, diciendo: “Compadre, ¡pasa, pasa, pasa!”. Así, la temida granizada se transformó en una simple llovizna, rememora la joven.

A partir de entonces, Teodora practicó la técnica de plasmar los acontecimientos que suceden en la comunidad sobre las piezas de lana: una hormiga en un aguayo verde significa que ha llovido mucho y que los cultivos se han inundado; los cerros nevados son símbolo del crudo y frecuente frío; las franjas azules representan los ríos; la perdiz y el sapo son animales que simbolizan la sequía, fenómeno natural que en la región andina de Cochabamba es un problema que se agudiza debido al cambio climático.

En un año se pueden hacer dos o tres aguayos, y cada uno implica meses de trabajo. Cada uno muestra cómo fue la producción agrícola, si hubo escasez de agua, nevadas e, incluso, la previsión de la siguiente temporada. Es, además, una forma de registrar la memoria de la comunidad. “Yo me guardo uno o dos por año”, comenta Teodora mientras va enrollando el ejemplar que ha usado para la explicación.

La antropóloga Gabriela Behoteghy dice que la memoria social es un mecanismo dinámico por medio del cual las personas nos identificamos con el pasado, y que se remonta a la época incaica, cuando el textil tenía un valor social, económico y religioso.

El tejido siempre ha estado vinculado a las mujeres de esta región, y son ellas las que se encargan de fabricar la vestimenta que distingue a cada comunidad o ayllu. Con los colores de la pampa y los significados culturales de sus pallays o diseños, las tejedoras van urdiendo los paisajes de sus tierras y corporeizando la identidad de sus pueblos, explica Gabriela. El saber tejer también es una forma de tener estatus en la comunidad, según Francisco Chipata Nina, líder yapuchiri (buen agricultor) del ayllu Majasaya Muylli. Quien no conoce la técnica, asevera, es comparado con un analfabeto. Además, el que sabe tejer puede casarse porque la mujer viste al hombre y viceversa, una tradición que viene de los abuelos. El que conoce este arte  demuestra que no es flojo.

Los usos y costumbres, la cultura viva, se pueden apreciar en la comunidad Totoropampa, en el municipio de Tacopaya. Allí, las jóvenes, sentadas, lanzan al aire y dan vueltas a las ruecas con la que preparan los ovillos de hilo que serán utilizados después. Una de ellas es Inés Clemente, que da forma a una bola de lana roja. Tiene 17 años y ya cría a su primer bebé, de seis meses y sin nombre todavía. Tiene tres años de experiencia como tejedora, pues a sus 14  aprendió de su madre. Impulsa la rueca al aire con las dos manos. Cuando cae, gira como un trompo sobre el suelo terroso. Gracias a este movimiento rotatorio, dos hilos se convierten en uno. En unos diez minutos ya tiene un ovillo hecho.

Tejer no es fácil, pero lo parece al observar la maestría con la que las awichas que trabajan con el pampaaguay o aycata lawa (máquina tradicional para tejer) crean las diferentes prendas de lana de oveja. Una vez tesados todos los hilos y seleccionados los colores que se usarán en el trabajo, las artesanas combinan movimientos para plasmar figuras sobre las piezas rectangulares.

La paciencia es importante y Vicenta Fuentes, una de las tejedoras, es la viva expresión de esa virtud. Está elaborando un cinturón de metro y medio de largo por cinco centímetros de ancho con siluetas de llamas sobre una tela color tierra, gracias al tinte de kiswara. “Una semana me va a llevar”, dice en su lengua, el quechua.

Prudencio Huanca, comunario de Totoropampa, explica que antes de comenzar a tejer hay que conseguir lana de oveja o de llama, para después aplicar el teñido natural en base a hierbas que hay en el lugar como la kiswara, que da el tono tierra, o la chilca, que proporciona el verde. También se usa la cochinilla, un insecto del que se obtiene el rojo, indica Huanca al mismo tiempo que saca de un balde lana teñida con este color. La intensidad del tinte varía en función del número de veces y el tiempo que se hace hervir la lana.

En esta población ya no sólo se trabaja con aguayos: los comunarios también han sido capacitados para usar máquinas y plasmar sus símbolos en prendas como chompas, lluchus, chalinas y otros. La cooperación de la Mancomunidad de Municipios Región Andina Cochabamba (MMRAC) ha sido importante en este proceso, así como la ayuda de jóvenes líderes que, de forma voluntaria, se han brindado como capacitadores.

Uno de ellos es Rodolfo Aguayo, de 20 años, que preside la agrupación Artesanos de la Mancomunidad pero que aún no ha cumplido la edad para sacar la licencia de conducir clase A que tanto ansía. Su acercamiento al mundo de los tejidos se dio en Brasil en 2010, cuando fue a visitar a su tío, quien ya llevaba tres años trabajando en un taller textil en Sao Paulo. Rodolfo se quedó tres meses aprendiendo a costurar por las noches, a partir de las 10.00, cuando los novatos usan las máquinas para practicar. El clima y las condiciones laborales y de vida hicieron que retornara a Morochata, su pueblo natal, a donde llegó tras tres días de largos viajes en bus. Poco después de su regreso se enteró de que en su tierra daban capacitaciones sobre el uso de maquinaria textil y decidió aprender. Recuerda que fue una profesora alemana quien le enseñó. Ahora, imparte un curso en Cochabamba en el que muestra los secretos del tejer a personas de nueve municipios.

Proyecto integral

En mayo de 2011 la MMARC empezó a trabajar en la “Generación de acciones para la reducción del riesgo y la adaptación al cambio climático”, que busca promover el de- sarrollo sostenible en los cinco municipios que pertenecen a la mancomunidad (Arque, Bolívar, Sicaya, Tacopaya y Tapacarí, que reúne a 560 comunidades —65.000 habitantes—). En él juega un papel importante la sabiduría ancestral con la que se puede prever el clima (viendo, por ejemplo, dónde colocan las aves sus nidos) y evitar riesgos, según el director ejecutivo de este proyecto Juan Carlos Tórrez. El plan es parte del Programa de Reducción del Riesgo de Desastres (PRRD) de la Cooperación Suiza, implementado por la Fundación HELVETAS Swiss Intercooperation. La prevención está ligada a la planificación, pero también al conocimiento del territorio. Por ello, se han creado mapas de riesgo y se trabaja con el Sistema de Alerta Temprana (SAT). Esto, junto con el manejo de los saberes tradicionales, forma parte de la segunda etapa del proyecto, que tiene el reto de crear una metodología en la que se incluyan los tejidos como conocimientos relevantes para prevenir riesgos a través de las Unidades de Gestión de Riesgos Municipales.

Tejer no es sólo un arte o una costumbre. Es una metáfora de un entramado de significaciones que se encuentran ocultas pero, por suerte, no perdidas ni olvidadas, sino que son parte importante de la memoria colectiva de los pueblos de los Andes cochabambinos.

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