Icono del sitio La Razón

La malnutrición y sus enormes costos

El flagelo de la desnutrición afecta a los más vulnerables en nuestra sociedad, y el daño es mayor en las etapas tempranas de la vida. Hoy en día más de 800 millones de personas sufren hambre crónica, cerca del 11% de la población mundial. La subalimentación es la responsable de casi la mitad de todas las muertes infantiles, y una cuarta parte de los niños sufren retraso del crecimiento debido a una alimentación inadecuada. Las deficiencias de micronutrientes causadas por dietas que carecen de vitaminas y minerales (conocidas también como “hambre oculta”) afectan a 2.000 millones de personas.

La obesidad, otra forma preocupante de malnutrición, está aumentando. Más de 500 millones de adultos son obesos como resultado de dietas que contienen exceso de grasa, azúcares y sal. Esto expone a las personas a un mayor riesgo de enfermedades no transmisibles, como las dolencias cardíacas, ictus, diabetes y cáncer, convertidas ahora en las principales causas de muerte en el mundo. La alimentación inadecuada y la inactividad física suponen también el 10% de la carga mundial de morbilidad.

Muchos países en desarrollo se enfrentan ahora a las múltiples cargas de la malnutrición, con personas que viven en las mismas comunidades (a veces incluso en el mismo hogar) sufriendo de desnutrición, hambre oculta y obesidad. Las cifras son impactantes y deben servir de llamamiento mundial a la acción. Además del terrible sufrimiento humano, las dietas poco saludables tienen también un impacto negativo en la capacidad de los países para desarrollarse y prosperar: el coste de la malnutrición, en todas sus formas, se calcula entre el 4 y el 5% del PIB mundial.

Los actuales sistemas alimentarios son insostenibles y nocivos. Lograr sistemas alimentarios saludables y sostenibles es clave para superar la malnutrición en todas sus formas, desde el hambre a la obesidad. La producción de alimentos se ha triplicado desde 1945, mientras que la disponibilidad media de alimentos por persona ha aumentado en solo 40%. Nuestros sistemas alimentarios han conseguido incrementar la producción, pero a cambio de un elevado coste ambiental y ello no ha sido suficiente para acabar con el hambre. Al mismo tiempo, los sistemas alimentarios han seguido evolucionando, con una proporción cada vez mayor de alimentos que se procesan y comercializan y una mayor disponibilidad de alimentos con elevado contenido calórico, grasas, azúcares y sal.

Nuestros sistemas alimentarios sencillamente hoy no son sostenibles ni saludables, y mucho menos lo serán en 2050, cuando tengamos que alimentar a más de 9.000 millones de personas. Tenemos que producir más alimentos, pero a la vez alimentos nutritivos, y hacerlo de una manera que salvaguarde la capacidad de las generaciones futuras para alimentarse. En pocas palabras: necesitamos sistemas alimentarios saludables y sostenibles, que produzcan alimentos de forma equilibrada, en cantidad y calidad suficientes y accesibles para todos, si queremos llevar una vida sana, productiva y sostenible.

Durante la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición (CIN2), que tuvo lugar en Roma entre el 19 y 21 de noviembre —con la participación de líderes gubernamentales, científicos, nutricionistas, agricultores y representantes de la sociedad civil de todo el mundo—, los países acordaron una Declaración Política y un Marco de Acción sobre la nutrición que incluye recomendaciones concretas para el desarrollo de políticas públicas coherentes sobre agricultura, comercio, protección social, educación y salud que promuevan una alimentación sana y una mejor nutrición en todas las etapas de la vida .

El Marco de Acción ofrece a los gobiernos un plan para desarrollar e implementar políticas nacionales e inversiones en toda la cadena alimentaria que garanticen una alimentación saludable, variada y equilibrada para todos. Ello puede incluir fortalecer la producción y el procesado local de alimentos, especialmente por los agricultores familiares y productores en pequeña escala, y vincularlos con las comidas escolares; reduciendo grasas, azúcares y sal en los alimentos procesados; haciendo que las escuelas y otras instituciones públicas ofrezcan una alimentación saludable; protegiendo a los niños de la comercialización de alimentos y bebidas dañinos, y permitiendo a la gente tomar decisiones informadas sobre lo que comen.

Si bien los ministerios de Salud, Agricultura y Educación deberían tomar la iniciativa, esta tarea incluye a todos aquellos involucrados en la producción, distribución y venta de alimentos. El Marco de Acción de la CIN2 sugiere también mayores inversiones para garantizar el acceso universal a intervenciones nutricionales efectivas, como la protección, promoción y apoyo de la lactancia materna, y el aumento de nutrientes disponibles para las madres.

Los países pueden comenzar ya a implementar estas iniciativas. El primer paso es establecer metas nacionales de nutrición para alcanzar los objetivos globales ya acordados, tal y como se establece en el Marco de Acción. La FAO y la OMS están preparadas para ayudar a los países en este esfuerzo. Al transformar el compromiso en acción y cooperar más eficazmente entre sí y con otras partes interesadas, el mundo tiene una oportunidad real de poner fin a las múltiples cargas de la malnutrición en todas sus formas en el curso de esta generación.