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Wednesday 24 Apr 2024 | Actualizado a 18:05 PM

Precios del petróleo y producción de gas

/ 2 de enero de 2015 / 04:50

Hace más de dos meses argumenté que la baja del precio del petróleo no era circunstancial. Mi planteamiento se refería a: i) la actual deflación, junto con la decisión de introducir vehículos eléctricos para paliar los altos niveles de contaminación y polución en China, que derivarían en una menor demanda y precio del combustible fósil; ii) el boom del gas de esquisto en Estados Unidos que habría conducido a una caída en el precio del petróleo a través de una reducción de la demanda y las importaciones de petróleo de Estados Unidos; y iii) el agravamiento del cambio climático, que habría apurado la sustitución del petróleo por energías alternativas y la electrificación de la industria automotriz global y que se estaría reflejando en una disminución de la demanda de diésel y gasolina.

Esta contribución fue complementada por un artículo publicado a principios de mes por el Washington Post de Estados Unidos. Ahí se añadió a mi explicación una causa inmediata relacionada con la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de no reducir su producción de petróleo para mantener su cuota parte en el mercado, lo que dio lugar a una caída aún mayor del precio.

Además, a la posible disminución de la demanda china se agregó evidencia sobre una reciente caída del consumo de petróleo en Europa y Japón; con información proveniente de la Administradora de Información Energética (EIA, por sus siglas en inglés), se dio cuenta de que gracias a la revolución del petróleo de esquisto, Estados Unidos estaba produciendo dos veces más petróleo que hace diez años y que otros países (Canadá, Rusia y Siria) habían empezado a hacer lo propio, lo que habría influido en los precios; y se reforzó mi argumento acerca de la electrificación de la industria automotriz global, con datos sobre el uso de menos combustible en vehículos en Estados Unidos entre 2008 y 2014.

Las autoridades del Gobierno nacional primero minimizaron la caída de los precios internacionales del petróleo, insistiendo en que se trata de un fenómeno coyuntural. Luego sostuvieron que, aun si así no fuera, la economía estaba blindada para enfrentar la crisis. Por último, el Presidente del Estado terminó reconociendo el fin de la bonanza, instando a debatir sobre la economía.

No obstante, en una reciente entrevista, el Ministro de Economía y Finanzas Públicas ha criticado duramente “los análisis pesimistas sobre el descenso de cotizaciones del energético”, señalando que en 2008 el precio del combustible fósil declinó de 140 dólares el barril a 30 dólares el barril, agregando que “la economía puede producir y exportar más volumen (…) lo que compensaría una caída en el precio (…)”.

Si bien en julio de 2008 la cotización del barril del petróleo alcanzó los 145,15 dólares, y en diciembre de ese año cayó a 30,28 dólares, al año siguiente el crecimiento del PIB se desplomó de 6,15% a 3,36%. Por tanto, es cierto que el descenso no es nuevo, pero se debería reconocer también que éste podría tener efectos sobre el crecimiento del país.

Es más, con datos referidos al periodo 2001-2014, se puede comprobar que hay una correlación positiva (0,88) entre el precio internacional del petróleo (WTI) y el volumen de producción promedio de gas natural en Bolivia. O sea que para que el volumen de producción de gas natural suba, deberá aumentar el precio internacional del petróleo. En consecuencia, resulta muy improbable que ante una tendencia de precios hacia la baja, los operadores transnacionales se interesen en incrementar los volúmenes de producción y menos aún si no existe el mercado ni la infraestructura productiva para ese incremento de producción.

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Precios del petróleo y producción de gas

/ 2 de enero de 2015 / 04:50

Hace más de dos meses argumenté que la baja del precio del petróleo no era circunstancial. Mi planteamiento se refería a: i) la actual deflación, junto con la decisión de introducir vehículos eléctricos para paliar los altos niveles de contaminación y polución en China, que derivarían en una menor demanda y precio del combustible fósil; ii) el boom del gas de esquisto en Estados Unidos que habría conducido a una caída en el precio del petróleo a través de una reducción de la demanda y las importaciones de petróleo de Estados Unidos; y iii) el agravamiento del cambio climático, que habría apurado la sustitución del petróleo por energías alternativas y la electrificación de la industria automotriz global y que se estaría reflejando en una disminución de la demanda de diésel y gasolina.

Esta contribución fue complementada por un artículo publicado a principios de mes por el Washington Post de Estados Unidos. Ahí se añadió a mi explicación una causa inmediata relacionada con la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de no reducir su producción de petróleo para mantener su cuota parte en el mercado, lo que dio lugar a una caída aún mayor del precio.

Además, a la posible disminución de la demanda china se agregó evidencia sobre una reciente caída del consumo de petróleo en Europa y Japón; con información proveniente de la Administradora de Información Energética (EIA, por sus siglas en inglés), se dio cuenta de que gracias a la revolución del petróleo de esquisto, Estados Unidos estaba produciendo dos veces más petróleo que hace diez años y que otros países (Canadá, Rusia y Siria) habían empezado a hacer lo propio, lo que habría influido en los precios; y se reforzó mi argumento acerca de la electrificación de la industria automotriz global, con datos sobre el uso de menos combustible en vehículos en Estados Unidos entre 2008 y 2014.

Las autoridades del Gobierno nacional primero minimizaron la caída de los precios internacionales del petróleo, insistiendo en que se trata de un fenómeno coyuntural. Luego sostuvieron que, aun si así no fuera, la economía estaba blindada para enfrentar la crisis. Por último, el Presidente del Estado terminó reconociendo el fin de la bonanza, instando a debatir sobre la economía.

No obstante, en una reciente entrevista, el Ministro de Economía y Finanzas Públicas ha criticado duramente “los análisis pesimistas sobre el descenso de cotizaciones del energético”, señalando que en 2008 el precio del combustible fósil declinó de 140 dólares el barril a 30 dólares el barril, agregando que “la economía puede producir y exportar más volumen (…) lo que compensaría una caída en el precio (…)”.

Si bien en julio de 2008 la cotización del barril del petróleo alcanzó los 145,15 dólares, y en diciembre de ese año cayó a 30,28 dólares, al año siguiente el crecimiento del PIB se desplomó de 6,15% a 3,36%. Por tanto, es cierto que el descenso no es nuevo, pero se debería reconocer también que éste podría tener efectos sobre el crecimiento del país.

Es más, con datos referidos al periodo 2001-2014, se puede comprobar que hay una correlación positiva (0,88) entre el precio internacional del petróleo (WTI) y el volumen de producción promedio de gas natural en Bolivia. O sea que para que el volumen de producción de gas natural suba, deberá aumentar el precio internacional del petróleo. En consecuencia, resulta muy improbable que ante una tendencia de precios hacia la baja, los operadores transnacionales se interesen en incrementar los volúmenes de producción y menos aún si no existe el mercado ni la infraestructura productiva para ese incremento de producción.

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