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Balance de apertura

El examen de los acontecimientos y tendencias del año pasado carece ya de novedad. Lo que resulta mucho más interesante ahora consiste en determinar los problemas y desafíos que se han identificado en los diferentes planos de la economía global, por un lado, y de las economías latinoamericanas, por otro.

Con más o menos matices, los principales organismos internacionales coinciden en que, en la economía internacional, la profundización de la desigualdad de ingresos representa el primer desafío, agravado porque no existe voluntad política para introducir las reformas necesarias en el ámbito tributario, ni será probable que desaparezcan a corto plazo los paraísos fiscales.

Un segundo problema relevante está relacionado con la disparidad creciente entre el crecimiento de la economía y la creación insuficiente de empleos para ocupar a las nuevas generaciones que se incorporan al mercado laboral, pero también para compensar la destrucción de puestos de trabajo asociada a las transformaciones tecnológicas.

Desde varias perspectivas se menciona, en tercer lugar, la ausencia de liderazgo político capaz de establecer acuerdos efectivos para enfrentar los temas más urgentes de la agenda pública global. Baste mencionar las escasas perspectivas de compromisos vinculantes sobre el cambio climático, las migraciones internacionales y la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado.

En el plano político se constata como cuarto desafío el debilitamiento de la democracia representativa, debido al ausentismo ciudadano, la aparición de diversos movimientos y corrientes que se mueven en los extremos del espectro político o, por último, porque prospera la idea de que un régimen democrático resulta ineficaz para solucionar la falta de empleo y la inseguridad ciudadana. Vinculado con esto último se constata, como quinto desafío, la reaparición en la escena política internacional de corrientes nacionalistas, con manifestaciones separatistas, xenófobas o abiertamente racistas.

En lo que toca a los países de  América Latina, el catálogo de desafíos empieza por las enormes dimensiones que ha alcanzado la corrupción. El crecimiento anémico apenas superior al 2% para la región, e incluso del 1,8% para América del Sur, destaca en segundo lugar. Y en este contexto se hace referencia también a la caída de los términos del intercambio que trae aparejada la reducción de los precios de los hidrocarburos y otros productos primarios, así como a la volatilidad cambiaria que se deriva de las políticas monetarias aplicadas por varios países para mitigar los desequilibrios de su balanza de pagos.

Para hacer frente a los mencionados desafíos, la CEPAL plantea aumentar la productividad y competitividad; avanzar en la diversificación de la estructura productiva y de la canasta exportadora; ampliar las políticas macroeconómicas contracíclicas y potenciar la integración regional.

Este somero recuento de los principales desafíos en el contexto internacional constituye un punto de partida útil para abrir el debate sobre los ajustes que necesita la gestión económica en Bolivia. Nadie pone en duda que el país cuenta con un nivel extraordinario de reservas internacionales; lo que preocupa es la forma en que serán administradas en el futuro.

Por otra parte, todo indica que algunas políticas redistributivas están siendo contrarrestadas por el impacto negativo que tienen algunas medidas respecto del funcionamiento de la gran mayoría de las empresas productivas medianas y pequeñas.

La inversión pública por sí sola no puede impulsar niveles suficientes de crecimiento, y la puesta en marcha de un plan verosímil de reconversión productiva y generación de empleo decente continúa pendiente. Ahora más que antes resulta impostergable la discusión de una política de impulso a la inversión privada.