Dejemos de matar a Charlie Hebdo
Una vez más la violencia ha conseguido potenciar notoriamente lo que decía combatir
Hasta el miércoles, millones de personas no sabían que existía Charlie Hebdo, pero hoy prácticamente todos han visto las portadas de este semanario francés condenadas por los fanáticos “islamistas”. Es decir, una vez más la violencia (en este caso la de los asesinos de los periodistas franceses) ha conseguido potenciar notoriamente lo que decía combatir.
Los seres humanos tenemos una especie de tara con respecto a la violencia, seguimos creyendo que puede solucionar conflictos y prevenirlos, cuando abruma la evidencia de que siempre logra el efecto contrario. Incluso en el caso de la defensa propia y urgente la violencia es muy ineficiente, siendo que los métodos defensivos apropiados son los pacíficos, empezando por los preventivos.
También lo dice la ciencia, a través de la metafísica aristotélica tomista, que asegura que la violencia es aquello que esencialmente va contra el orden intrínseco que tiene la naturaleza para desarrollarse y, por tanto, jamás puede contribuir a otra cosa que a la destrucción de la vida. Empecemos por poner las cosas en su lugar. Comparado con las atrocidades de los nazis, con los más de 60 millones de personas que mató la Segunda Guerra Mundial o con lo que hizo su triunfador, Stalin, quien asesinó por sí mismo a más de 30 millones de personas con métodos increíblemente crueles, lo cierto es que lo que hacen estos extremistas “islámicos” (incluida Al Qaeda y el ISIS) son “poca cosa”.
Según “The European Union’s 2010 Terrorism Situation and Trend Report”, de Europol, de 294 ataques terroristas cometidos en Europa en 2009, solo uno fue llevado a cabo por musulmanes, mientras que en 2010 de 249 solo tres. La mayoría fueron de grupos anarquistas o separatistas. Hoy, la población musulmana europea no sobrepasa el 4% y se espera que no llegue al 8% en 2025. Al Qaeda a veces recluta personas dentro de comunidades no musulmanas. Por otro lado, muchos de los reclutas “islámicos” y de ultraderecha tienen pasados de adicción a las drogas y de crimen, son marginados sociales, presa fácil del mesianismo.
Así, los occidentales promovemos el terrorismo al provocar la marginalidad a través del monopolio de la violencia estatal que, por ejemplo, impone leyes laborales como el salario mínimo que, de hecho, deja desocupados a los que ganarían menos, o se cobran impuestos que terminan empobreciendo a los pobres, ya que los empresarios, para pagarlos, bajan salarios o suben precios. Y si quieren escapar de esta marginalidad, no pueden emigrar porque la Unión Europea y EEUU se los impide. A cambio, darán a los gobiernos opresores (como la tiránica Arabia Saudita) ayudas que, en rigor, financiarán a los que seguirán oprimiendo.
Para peor, los “yihadistas occidentales” han aterrorizado “advirtiendo” sobre supuestos ataques terroristas futuros para justificar la “guerra contra el terrorismo” que, además de coartar las libertades de los ciudadanos occidentales, ha aumentado el gasto estatal —ergo, los impuestos— alimentando la marginalidad y el odio. Ahora es el momento de demostrar que las armas eficientes contra el fanatismo son las armas de estos héroes de Charlie Hebdo: la libertad y la paz, combatiendo el terrorismo al dejar de lado la violencia estatal occidental que cercena libertades, provocando marginalidad y odio. De otro modo, el terrorismo habrá ganado la guerra, quizás no militar, pero sí ideológica: seremos todos fanáticos violentos.