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Je suis Charlie Hebdo

/ 18 de enero de 2015 / 08:23

En mi calidad de columnista, que es lo más cerca que uno puede estar al periodismo de opinión, soy Charlie Hebdo. No porque me haya reído con sus sátiras (de hecho, algunas no me parecen tan graciosas), sino porque me parece que la libertad de expresión es un valor ideológico superior a muchos otros, por poner un ejemplo, a los valores ideológicos de las religiones.

Charlie Hebdo publicó tapas con caricaturas satíricas contra todas las religiones monoteístas; contra cristianos y contra judíos. Pero solo algunos grupos de creyentes musulmanes consideraron matar a los infieles caricaturistas. Entonces está en cuestión de si el islam es de naturaleza violenta. Es una pregunta tan pertinente como cuestionar si el catolicismo, el judaísmo o el hinduismo son de naturaleza violenta.

Ninguna religión es de naturaleza violenta. Las religiones son solo ideas y, en ese sentido, no tienen el poder de la voluntad de hacer o deshacer nada. Son los hombres que interpretan las religiones quienes hacen de esas ideas el fundamento de sus intenciones violentas. Así de simple. Cualquiera que tenga la ambición de una conquista territorial, que tenga la capacidad de convencer a una masa de gente de que su fe, de que su identidad religiosa, está en riesgo mortal, y consiga suficientes recursos para armar un enfrentamiento violento, tiene servida una guerra santa, como cuando las cruzadas, pues. Solo que en el tiempo de las cruzadas no había el concepto de terrorismo ni de terrorismo de Estado. Así que para entonces (siglo XII), desde el punto de vista europeo, estaba muy bien eso de andar matando musulmanes en nombre de la religión. El hecho de que las cruzadas hayan logrado la apertura de rutas comerciales con Asia y que hayan impuesto la presencia de los Estados francos en Medio Oriente no es otra historia, es parte de la historia de las jihads cristianas de la época.

El cuento de las cruzadas solo sirve para dar un ejemplo de cómo una idea compartida por mucha gente —como lo son las ideas religiosas— puede movilizar a cientos de miles de almas con medios y propósitos profundamente violentos. Todo depende de quién interpreta la idea y con qué fines. Por eso es que los intérpretes de las religiones, los intermediarios entre la idea de “dios” y las creencias de los hombres son unos personajes tan apegados a los privilegios y tan alejados de las nociones de tolerancia.

Por eso el mediático Papa argentino ha declarado recientemente en una entrevista que no está bien eso de burlarse de las religiones. Incluso, contra toda noción del catecismo católico, ha dado el ejemplo de que si un colega se burla de su mamá, puede esperar un puñetazo. Eso de dar la otra mejilla está bien para la página de la Biblia que, de todos modos, casi nadie lee.

No son las religiones las que sufren las burlas, no son las religiones las que quedan denigradas por una caricatura irrespetuosa. Las caricaturas, los chistes y cualquier cuestionamiento de lo sagrado de las religiones tiene el mismo efecto que el de los dramas de amor de las películas de Hollywood: solo quedan lastimados los sentimientos. Vale decir, los sentimientos de la gente religiosa. Pero, en última instancia, las caricaturas y las expresiones que quitan ese halo de sacralidad a las religiones ponen en peligro el poder que los intermediarios entre (la idea de) dios y los hombres tienen sobre la gente que asume determinada creencia. Por eso soy Charlie Hebdo, porque es gracias a sus sátiras que podemos reírnos de (y a veces desenmascarar a) los dictadores de capilla/mezquita/sinagoga y a sus manipulaciones divinas para lograr fines mundanos.

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La tregua de largo aliento

Egipto es el gran ganador luego de consolidarse como el intermediario privilegiado entre Hamas e Israel

/ 31 de agosto de 2014 / 04:40

Cuando parecía que Israel estaba con la predisposición para atacar Gaza indefinidamente y, como contrapartida, Hamas estaba con la predisposición de disparar cohetes contra Israel también indefinidamente, nos llega la grata noticia de la tregua “indefinida” entre Israel y Hamas, orquestada hábilmente por el presidente egipcio, Abdel Fattah al-Sisi. Como era de esperar, ambos bandos dispararon hasta el último minuto antes de la vigencia de la tregua. Y también, como era de esperar, al minuto siguiente luego de la tregua ambos bandos declararon categóricamente que habían logrado la victoria. No obstante, puede que las cosas no sean tan así.

En todo caso, Al-Sisi puede considerarse el mayor ganador de esta contienda, pues logró lo que el resistido John Kerry no pudo: una tregua. Punto en contra para el enviado de Obama; y punto en contra para Estados Unidos, que no pudo actuar de árbitro —mucho menos de juez— en esta contienda.
Hamas también se considera ganador y, en parte, puede ser cierto. A diferencia de otras ocasiones, su capacidad de resistencia ha sido durable, ha demostrado un poder de fuego que ya no se reduce a los cohetes y bombas artesanales del pasado y ha logrado mantener durante semanas una lucha desigual con uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Asimismo, en tanto escudo protector y brazo armado de la resistencia antiisraelí, Hamas sin duda ha logrado incrementar su apoyo entre la población de Gaza.

¿Y qué pasa con Israel? En conjunto, “Israel” no ha ganado. Definitivamente, Netanyahu ha salido como un perdedor en esta contienda, a pesar de que, luego de casi dos meses de conflicto, haya conseguido destruir una cantidad importante de túneles usados por Hamas, a pesar de que la cantidad de bajas civiles y militares israelitas son casi insignificantes en comparación a las palestinas, y a pesar de haber eliminado a tres altos miembros del estado mayor de Hamas, con un certero bombazo. Netanyahu sale debilitado del conflicto, con un 38% de aprobación popular, que al inicio de esta miniguerra estaba en 82%.

¿Y en favor de quién, exactamente, perdió Netanyahu? Pues en favor de la derecha más radical de Israel; los líderes de la ultraderecha israelita están locos de contentos, pues han logrado convencer mayoritariamente a la población de que la campaña militar de Netanyahu ha sido demasiado suave con Hamas y que, no habiendo logrado el objetivo de eliminar al grupo guerrillero, la seguridad de Israel está en constante peligro; de esa manera, logran apoyo popular para una agenda aún más beligerante y agresiva en contra de Palestina.

Veamos ahora más de cerca los matices: ninguno de los dos bandos hubiera aceptado una tregua si no estuvieran al límite de sus posibilidades, justamente por la naturaleza del conflicto: un Ejército regular contra una guerrilla muy bien preparada y equipada para resistir un asedio duradero, siempre y cuando éste no sea indefinido, pues.

Hamas, por su lado, puede seguir peleando una guerra infinita para acabar con Israel, pero lo cierto es que, de todos modos, sus condiciones materiales de inferioridad hacen imposible que sin un escalamiento del conflicto a nivel interestatal (cosa imposible en las actuales condiciones) logre algún resultado concreto.

Egipto es, pues, el gran ganador luego de consolidarse como el intermediario privilegiado entre Hamas e Israel; la otra cara de la moneda muestra a EEUU como perdedor neto, justo en favor de Egipto. Pero los perdedores más afectados son las y los familiares de las más de 2.000 víctimas palestinas del conflicto.

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Peripecias en Medio Oriente

El riesgo de inestabilidad que un ejército terrorista transnacional implica no es de poca monta

/ 22 de junio de 2014 / 04:00

Irak está en llamas por cortesía del terrorista Ejército Islámico de Irak y del Levante (EIIL), que opera en Irak y en Siria. Ya tomaron varias ciudades y, aunque algunas de éstas fueron retomadas por el Ejército iraquí, la situación de guerra está lejos de acabar y la amenaza sobre Bagdad sigue latente.

En Irak una gran mayoría de la población es mahometana; pero, como en toda gran familia, los mahometanos tienen, pues, sus diferencias. Así es que en Irak los mahometanos chiitas comprenden entre el 60 y el 65% de la población; los mahometanos sunitas, entre el 32% y el 37%, y el resto pertenece a otras confesiones religiosas. El curioso origen de esta diferencia, para decirlo en una cáscara de nuez, se remonta a los tiempos de la muerte de Mahoma, quien decidió que su sucesor sea su yerno (siendo sus seguidores los chiitas); pero hubo quienes se opusieron a esta idea (los sunitas), y entonces surgió entre los dos bandos una violenta querella de proporciones… bíblicas diría, si eso no fuera una herejía.

Irak es responsable del 9% del petróleo del mundo, su producción diaria es de alrededor de 3 millones de barriles, y en este momento solo Arabia Saudita está en condiciones de sustituir esa oferta. O sea, la inestabilidad política en Irak es mala para los negocios en todo el mundo… Bueno, casi, excepto para algunos países que nos podríamos beneficiar de los incrementos del precio del petróleo que el recrudecimiento de la crisis iraquí nos podría traer.

Sin embargo, más allá del precio del petróleo, el riesgo de inestabilidad política que un ejército terrorista transnacional implica para toda la región no es de poca monta. De manera inmediata, Irán ha puesto a disposición del régimen iraquí ayuda militar y ya está operando en terreno, y China ofreció todo lo que sea necesario. ¿Y Estados Unidos? Pues de momento enviaron un portaaviones y Washington está analizando si interviene directamente en el conflicto o no. Con lo cual, si se materializa la opción de intervención, les situaría en la paradójica situación de estar peleando, codo a codo y en el mismo bando que los iraníes, a quienes —hasta donde yo sepa— no han borrado de la diabólica lista del “eje del mal”.

Pero aún más paradójico sería que Estados Unidos llegue a combatir en Irak a los mismos extremistas rebeldes sunitas a quienes apoyan con discursos, entusiasmo y, por supuesto, armas en Siria. Y esto les llevaría a la inefable situación de que, si los soldados del EIIL le disparan al Ejército estadounidense en suelo iraquí, tal vez lo hagan con balas estadounidenses. Digo, meterse en este embrollo debe ser tan incómodo como tratar de ponerse el calzoncillo con una pierna derecha y otra al revés.

Mientras tanto, los mercados de petróleo han reaccionado con el lógico temor ante un probable corte de suministro de crudo. Al momento de escribir esta columna, el barril WTI estaba en $us 106, mientras que hace un mes estaba en alrededor de $us 102; en el mismo periodo, el precio por barril de petróleo Brent subió de $us 110, a $us 115. Y las previsiones indican que, de empeorar la situación en Irak, podemos esperar precios de hasta $us 150 por barril.

¿Podrá la tambaleante economía estadounidense soportar un choque de precios semejante? Es poco probable. Me imagino que en la cabeza de los tomadores de decisión en Washington debe estar rondando la desagradable idea de que para salvar su economía deben garantizar la estabilidad política de toda —toda— la región, “enemigos” (Siria, Irán) incluidos.

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Ucrania: el juego sigue

/ 13 de abril de 2014 / 05:40

Han pasado solo unos días desde que Crimea decidió independizarse —referéndum mediante— de Ucrania y abrazar a su patria madre, Rusia. Acto seguido, Estados Unidos inició una serie de represalias, entre ellas, el retiro de la visa para entrar a su territorio y el congelamiento de las cuentas bancarias de empresarios allegados a Vladímir Putin y a algunos miembros del Gobierno ruso. Putin respondió, con una sonrisa en la boca, que abriría una cuenta en el banco Rossiya, propiedad de uno de los empresarios afectados y, acto seguido, aprobó la anexión de Crimea.

Pero, fuera de las anécdotas, sucedieron cosas de mayor relevancia: en una votación a fines de marzo, la Asamblea General de las Naciones Unidas le negó a Crimea el reconocimiento de su autodeclarada independencia —bloqueando la posibilidad de que la anexión a Rusia sea reconocida a nivel internacional—; Rusia le subió el precio al gas que le exporta a Ucrania y —lo más interesante— separatistas pro-rusos en Ucrania tomaron a la fuerza el control de varios edificios estatales en las ciudades orientales de aquel país.

Esta movida puso los pelos de punta al presidente ucraniano, Turchinov, y alarmó a John Kerry, quien dijo temer que el mundo se encamine a una tercera guerra mundial, criterio que fue calcado por más de un entusiasta analista internacional. Mientras tanto, el Ministro de Relaciones Exteriores ruso señaló que su gobierno está extremadamente preocupado con la decisión del Gobierno ucraniano de romper a fuerza y fuego las protestas separatistas. Puede haber guerra civil. Putin, mientas tanto, se queda en silencio.

Y a ratos los silencios dicen más que las declaraciones públicas, pues. El silencio de Barack Obama es elocuente también. Veamos: es cierto que puede haber guerra civil si la situación del este de Ucrania se sale fuera de control; es también cierto que si todo el embrollo no se encauza de buena manera, la guerra civil puede degenerar en una guerra regional y —en el peor de los peores escenarios— en una guerra mundial. Pero éste es un escenario que nadie quiere: no lo quiere Rusia, cuyo desempeño económico no está en su mejor momento (cerró con un estimado de 1,3% en 2013), y no lo quiere Estados Unidos, que ya bastante tiene con los millones en gasto militar a causa de las ocupaciones neoimperiales en el Oriente Medio, y no lo quiere Europa, que no acaba de recuperarse de la crisis financiera global.

Y, bueno, lo que pasa es que hay cosas en juego que no están resueltas: no está resuelto el ingreso de Ucrania a la OTAN. Este punto es de particular preocupación para Putin. El Presidente ruso quiere mantener a la OTAN lo más lejos posible de sus fronteras. Este punto puede ser también el más explosivo.
Tampoco está resuelto el tendido del gasoducto de la corriente del sur (South Stream), que proyecta llevar el gas ruso a través del Mar Negro directamente hasta Bulgaria, excluyendo olímpicamente el territorio ucraniano. La Unión Europea ha amenazado con vetar el proyecto mientras no se ajuste a la legislación europea, (o —especula su columnista— mientras no se resuelva el conflicto de Ucrania, lo que suceda primero).

Europa depende del gas ruso para su abastecimiento de energía; al menos un cuarto del consumo del gas de Europa es provisto por Rusia. De manera similar, Europa es el principal cliente del gas ruso. Frenar ese suministro perjudica enormemente a ambos actores. De momento, estamos viendo una danza de movimientos de amenazas y contra-amenazas, a ver quién pude subir más la vara de la negociación. Continuará.

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Transnacionalización a la boliviana

El salto hacia la China y la mayor presencia boliviana en ultramar marcan dos tipos de avances

/ 2 de marzo de 2014 / 04:00

Hace pocos días, Página Siete publicó una serie de notas por demás interesantes acerca de las vinculaciones internacionales económicas de los comerciales paceños de origen aymara, que hacen negocios directamente en China desde hace varios lustros. Así, nos enteramos un poco más de estos grupos de emprendedores, que hacen lo que sensatamente hace cualquier capitalista que se respete: expanden su capital, diversifican su oferta y se articulan a sus proveedores, todo con el fin de generar ganancia y acumulación.

Los comerciantes bolivianos viajan y exploran las ferias comerciales y las fábricas de esa gran abastecedora mundial de manufacturas que es la China, hacen lo necesario para superar las barreras del lenguaje y de la cultura; desarrollan estrategias para sentar presencia allí y mandan a sus hijos a estudiar y quedarse como enlaces binacionales. Algunos están pensando en expandir sus contactos hacia Egipto e India, dos potenciales proveedores de mano de obra barata y de calidad. De esa manera llegamos a consumir aceites, herramientas, textiles y otros artículos de uso cotidiano con marca boliviana pero “made in China”. Por ahora, se trata de manufactura sencilla. Se puede asumir que, en el futuro, consumiremos artefactos electrónicos y hasta celulares de marca nacional y fabricados en Asia.

El salto hacia la China y la mayor presencia boliviana en ultramar marcan dos tipos de avances. Primero, para que los grupos empresariales lleguen a China sin intermediación, la masa de capital acumulado por los grupos empresariales urbano populares ha debido crecer significativamente en estos años. Segundo, cualitativamente, el movimiento hacia China y luego, eventualmente, hacia otras regiones del mundo  significa que este segmento empresarial considera que cualitativamente las opciones para acrecentar su capital en Bolivia han llegado a su límite: no encuentran forma de hacer manufactura en nuestro país, que sea tan rentable y a tan corto plazo como traer (por dar un ejemplo) la marca de herramientas Uyustusbol desde China.

Pretexto mandado a hacer para recordar que el capital ignora fronteras nacionales cuando se trata de acrecentarse y se reproduce según las condiciones que se le presentan en cada momento determinado. ¿Por qué la riqueza se va de un lado al otro? Mejor dicho: ¿por qué le es funcional tender puentes de miles de kilómetros de distancia, para poner a disposición del mercado boliviano manufactura que se puede hacer en la China, en la India, en Egipto o por último en Bolivia, pero decide no hacerla en el país? Y ya que su columnista anda de preguntón, ¿por qué no pensar en algún momento que comerciantes bolivianos penetren el mercado de, por ejemplo, Zambia, con manufactura india? Todo es cuestión de empeño, contactos, audacia y… plata.

El capital boliviano está dando algunos pasos que lo podrían convertir en capital transnacional. Vemos solo los primeros intentos, no significa que la realidad inexorablemente culmine con grandes transnacionales de origen boliviano operando entre Asia, África y América Latina. Pues dependerá del desempeño de la economía mundial, de las capacidades empresariales y de lo que algunos califican de “suerte”.

Y, entonces, ¿dónde queda nuestra meta (del bicentenario) de superar el patrón primario exportador? Puesto de otra manera, ¿es el Estado el único actor responsable de la industrialización? Haciendo abstracción de la diferencia de tamaños, yo diría que miremos a China: algo han hecho los chinos para motivar que nuestros empresarios gasten su plata (excedente generado en el mercado boliviano, pues) en manufactura china, que genera riqueza industrial y empleos industriales en China.

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Irán

Es imprescindible para EEUU cerrar con candado la puerta del club de las potencias nucleares

/ 24 de noviembre de 2013 / 05:42

Seis poderes mundiales están, al momento de redactar esta columna, ocupados en las negociaciones para tratar el enjundioso asunto del programa nuclear de Irán. Los seis poderes en cuestión son el Consejo de Seguridad (el club de los 5) más Alemania. ¿Y por qué Alemania?, se pregunta cualquiera. Por ahora, no tengo la respuesta.

Cuando EEUU realizó el primer ensayo nuclear, antes de partirles la madre a los japoneses, no había ni dios ni ley que regule tal tipo de armas. Con el tiempo, el club de los cinco se las arregló para que exista una normativa e institucionalidad para la regulación de las armas nucleares. De esta manera, se consolida (aunque no siempre de una manera eficaz ni elegante) el statu quo, vale decir, la posición alcanzada por los cinco primeros miembros del club. Es justo decir que este club no actúa monolíticamente. En la medida de sus posibilidades, Rusia y China tratan de balancear el poder de EEUU, que ahora justamente incorporó un refuerzo alemán a la cancha. Así que el club de los 5 + 1 es, en realidad, el club de los 6–2. Rusia y China han expresado, en su momento, su apoyo al programa nuclear de Irán en el marco del uso pacífico de la tecnología nuclear.

Irán, asumiendo la inviolabilidad de su soberanía, desea diversificar sus fuentes de energía como mejor le parezca y ha decidido hacerlo mediante el uso (pacífico, dice Rouhani) de las fuentes nucleares de energía. Pues le está costando mucho, incluso la vida de varios de sus científicos que estaban a cargo del programa nuclear.

En Asia (aparte de Rusia y China) India y Paquistán también cuentan con armas nucleares. Los dos por (casi) las mismas razones: India para detener la amenaza militar paquistaní, y Paquistán para detener la amenaza militar india. Ninguno de los dos países firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear y en ambos casos lograron desarrollar armamento nuclear en absoluto secreto. Las malas lenguas dicen que Israel también tiene armamento nuclear. Los israelitas dicen que son puras habladurías… pero se niegan sistemáticamente a firmar el Tratado de No Proliferación.

Desde hace años, Irán e Israel se han estado amenazando mutuamente con cruzar a balazos los 1.787 km que los separan… por diversas razones, todas ellas vinculadas con el frágil equilibrio de poder en Oriente Medio. Pero ha sido ahora, justo ahora, en el momento de una guerra civil incontrodecilable en Siria, en el momento de tensión por la muerte de los científicos iraníes y en el momento en que Israel amenazó con atacar a Irán incluso sin el apoyo de la comunidad internacional, cuando el club de los 5 (+1) se moviliza para intentar controlar la situación. El horno no está para bollos.

Para los iraníes, el desarrollo de tecnología nuclear es un asunto de soberanía energética. Desde el punto de vista de un país que siente amenazas malignas, cae dentro del cálculo de lo racional (como lo fue en su momento para India y Paquistán) disponer de su propio armamento nuclear, máxime cuando la amenaza más visible y más elocuente (los miro, pero no los menciono) podría estar escondiendo sus propias ojivas.

Desde el punto de vista de EEUU, es imprescindible cerrar con candado la puerta del club. Israel es su socio más firme en Oriente Medio; ya se tuvieron que tragar el sapo de Siria, cortesía de Putín. Y ahora Egipto. Egipto, que entusiastamente recibía los más de $us 1.000 millones de ayuda militar estadounidense, está en serias conversaciones para un programa de colaboración militar con Rusia. Y desde el punto de vista de Europa: ¿hasta dónde es racional jugar para un equipo que podría salir perdidoso en un realineamiento contrahegemónico, centrado en Eurasia?

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