¿Cómo fallan los jueces?
Duncan Kennedy, profesor de Derecho de Harvard y fundador de los Critical Legal Studies, ha reflexionado e investigado acerca de la manera en la que la ideología influencia los fallos de los jueces. A diferencia de las tradicionales teorías jurídicas, Kennedy considera que las normas no son guías, sino restricciones para resolver casos. Los jueces, en consecuencia, al adaptar la norma a un caso concreto deben interpretarla. Pero en el acto interpretativo la ideología se inmiscuye.
Kennedy considera que hay tres tipo de jueces: los activistas (que buscan una sobreinterpretación de la ley, hasta casi reinventarla); los mediadores (que buscan un punto medio); y los bipolares (esquizofrénicos que varían sus fallos de acuerdo con sus temores o preferencias circunstanciales). Los tres tipos de jueces tienen en común estar mediados por la ideología, pues en el primer caso (los activistas) su sobreinterpretación está mediada por lo que ellos consideran “bueno” a la luz del sistema político, cultural y económico en el cual han sido criados y educados. Lo mismo para los mediadores que buscan un punto medio como canon de justicia, a partir de lo que ellos también consideran “bueno”. Los bipolares siempre están mediados y abstraídos por preferencias y temores que también son ideológicos y culturales.
Estos sesgos ideológicos cobran mayor importancia si se analiza a jueces de un tribunal que atiende casos de diferentes Estados, culturas e ideologías, como es el caso de la Corte Internacional de Justicia (CIJ). El profesor de la Universidad de Chicago Eric Posner y su estudiante Miguel F.P. de Figueiredo han investigado si las resoluciones de la CIJ pueden ser consideradas “sesgadas”. Sus resultados son más que interesantes. Según Posner y De Figueiredo, los jueces de la CIJ favorecen en sus fallos a aquellos Estados que son similares a sus Estados de procedencia en las dimensiones de cultura, régimen político y riqueza. Es decir, los jueces favorecen a sus afines.
Dada la composición actual de los jueces de la CIJ, estas dimensiones se traducen en cumplimiento de derechos humanos, pluralismo político, democracia y apertura comercial y económica al mundo, es decir, modernidad. La última elección de jueces ha dejado una CIJ con una presencia anglosajona muy fuerte y de comprensión del Derecho como Common Law. Desde el 6 de febrero, día que posesionarán a nuevos jueces, la CIJ no tendrá a ningún magistrado cuya lengua materna sea el español.
Ni Posner ni De Figueiredo, mucho menos Kennedy, consideran que los jueces puedan ser imparciales y objetivos al aplicar el Derecho. Sus hipótesis buscan reafirmar el juego político que está detrás de lo jurídico. Y este juego político no es solo con el oponente, sino también con el juzgador.