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Un país en franco declive

De ese duelo inesperado, y ante los ojos del mundo, Francia se levantó rápidamente y con dignidad

/ 20 de enero de 2015 / 04:01

Un país que parecía vivir de glorias pasadas, en un continente igualmente alicaído, desanimado, unido en una alianza de ambiciosos objetivos que sin embargo parecía cada año más ingobernable. Un país que desde hace algunos años solo estaba haciendo noticia mundial por los azares amorosos de sus presidentes, su debilitada economía, la insatisfacción de sus ciudadanos expresada en huelgas y masivas protestas, y una creciente polarización en temas como la inmigración, el uso del velo islámico y el matrimonio homosexual.

Un país cuya influencia cultural, lingüística y diplomática ha decrecido progresivamente en el concierto mundial. Así estaba Francia hasta el miércoles 7 de enero por la mañana. La mañana que dio inicio a tres días en que el país fue sacudido por el terrorismo, la irracionalidad, con ataques de franceses a otros franceses (no eran criminales importados) que causaron 17 muertos —pudieron haber sido más— y decenas de heridos, con víctimas de todas las razas, oficios y religiones. Aunque ya existe información preliminar sobre los autores de las matanzas, la investigación continúa para esclarecer en detalle los crímenes horrendos que golpearon el crisol de esa sociedad.

Sin embargo de ese duelo inesperado, y ante los ojos del mundo, Francia se levantó rápidamente y con dignidad. Desde sus líderes hasta sus ciudadanos más anónimos y sus niños. En las calles, en las iglesias, en las mezquitas, en las sinagogas, el domingo 11 de enero y en los días anteriores, con espontáneas manifestaciones de unidad. Y lo hizo, en aplastante mayoría, no para exigir venganza, no para culpar a la inmigración, ni para amenazar a ninguna etnia, religión o país.

Francia se levantó para consolar a los deudos, para continuar el trabajo interrumpido por los asesinos, para recordar ese concepto que le es tan propio, la república laica, y para abrazar en ella su multiculturalidad dañada, que hoy parece insuficiente para reconfortar a quienes temen quedarse en el país, exponiéndose a nuevos ataques.

La reconfortante visión de la unidad nacional de Francia, y de la disfuncional familia europea y de países alrededor del mundo arropándola en esta tragedia en solidarios gestos en todas las latitudes, no podrá durar para siempre. Y los serios problemas que el país tenía hasta el miércoles siguen estando ahí.

Empero, quizá algo profundo haya cambiado en el dolor. Al refugiarse en sí misma y evocar lo que levantó al país de guerras y anteriores catástrofes, Francia está recordando su identidad. Eso explica la cordura y el admirable actuar ciudadano. Y eso es bueno no solo para los franceses. Porque el mundo, y no solo Francia, necesita los valores del Principito y de Asterix, la gallardía de Cyrano de Bergerac y D’Artagnan, el humor de Molière y la poesía de Rimbaud, el drama edificante de Victor Hugo, la filosofía de Sartre y Simone de Beauvoir, la creatividad de Saint Laurent, las voces de Piaf y Aznavour, la sátira de Charlie Hebdo, y los aportes de tantos otros grandes franceses, demasiados para caber en este párrafo, muchos de ellos de origen inmigrante.

El mundo los necesita a todos ellos y a sus sucesores, para que sigan inspirándonos a amar, a soñar, a crear, a reírnos, a batallar por ideales, a cuestionarnos y debatir lo que todos los demás dan por sentado, a desafiar convencionalismos y encontrar esperanza en la oscuridad.

El domingo 11 de enero, la ciudad más bella del mundo encontró dentro de sí una nueva belleza. Sus habitantes marchando por la libertad. Para Francia, el deseo es que el arcoíris que marcó este domingo inolvidable sea presagio de esperanza.

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/ 11 de mayo de 2014 / 04:00

El ministro de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa, Sergéi Lavrov, realizó esta semana una visita relámpago a América Latina, durante la cual se entrevistó, en el espacio de solo tres días, con los presidentes y cancilleres de Cuba, Nicaragua, Chile y Perú. Según informó un portavoz oficial del Gobierno ruso, el propósito del viaje fue profundizar lazos de cooperación; y en el caso de Nicaragua y Cuba, agradecer personalmente a esos países sus votos en contra de la resolución de las Naciones Unidas que llama a la comunidad internacional a desconocer el cambio de estatus de Crimea de provincia ucraniana a provincia rusa.

Rusia intenta un acercamiento a América Latina en momentos en que sus tensiones con la comunidad internacional se acrecientan con mayores sanciones en el contexto de su actuar en la crisis que atraviesa Ucrania. En este contexto, no es una sorpresa que intente abrazar como viejos amigos a aquellos países con los cuales mantiene relaciones cercanas de larga data, como Cuba, Nicaragua y también Venezuela. Rusia además tiene contactos con algunas economías latinoamericanas en los foros multilaterales BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), G-20 y APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico).

La pregunta es qué busca Rusia al querer estrechar específicamente la relación bilateral que sostiene con Chile y con Perú. El ministerio ruso explicó que en el caso de estos dos países, el paso de Lavrov celebraba los años de relación bilateral (45 con Perú, 70 con Chile). Un cumpleaños con visita personal en medio de la crisis de Ucrania ciertamente reviste alto perfil.

El miércoles pasado en Lima, el ministro Lavrov y el presidente Ollanta Humala conversaron sobre un posible Tratado de Libre Comercio. El mismo tema fue tratado unas horas antes en Santiago con la presidenta Michelle Bachelet, quien extendió una invitación para que Vladimir Putin visite Chile. Con ambos países Rusia busca, además, una posible cooperación militar y la venta de armas. Hay que recordar que en febrero pasado, el Gobierno ruso había anunciado que negociaciones para establecer bases militares en países latinoamericanos amigos estaban avanzadas. Unos días más tarde, clarificó que lo que busca es poder abastecer sus naves y aeronaves en distintos puntos de la región.

A Perú y a Chile Lavrov ciertamente no tenía que agradecerles ningún apoyo a su actuar en la crisis de Ucrania. Ambos países no estuvieron entre aquellos que se abstuvieron o que votaron en contra de la reciente resolución de la ONU (Organización de Naciones Unidas) sobre Crimea. Por el contrario, estas dos naciones votaron, junto a la amplia mayoría de los miembros de la ONU, a favor del acuerdo que determina la ilegalidad de la anexión de Crimea por parte de Rusia. En particular, la posición chilena como miembro no permanente del Consejo de Seguridad —consecuente con su propio interés en afirmar el principio de la estabilidad de las fronteras— ha sido categórica y constante en su apoyo a la soberanía y la integridad territorial de Ucrania. Chile ha enfatizado la defensa del derecho internacional, subrayando la importancia de la Resolución 1514 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que señala que “todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”.

Desde el Consejo de Seguridad, Chile también ha empujado el actuar de la organización respecto de la crisis humanitaria en Siria, país donde acciones de fuerza se encuentran descartadas, entre otros factores, a raíz del veto de Rusia (la única base militar rusa fuera de exterritorio soviético se halla precisamente en Siria).

Por lo anterior, la declaración del canciller chileno Heraldo Muñoz luego de la reunión con Lavrov, en cuanto a que la política exterior de su país es independiente y permite relaciones excelentes tanto con EEUU como con Rusia, es sorprendente en el actual momento de la agenda internacional.

En la práctica, tanto las declaraciones de Santiago como de Moscú —que ha indicado que aboga junto a Chile por un enfoque multilateral en materia internacional y por el fortalecimiento del rol central de la ONU— son comentarios diplomáticos que carecen de sustancia.

El interés de Rusia es aumentar el alcance global de su influencia, y el tour latinoamericano a contrarreloj de Lavrov permitió demostrar ante las cámaras que su atractivo como potencia mundial permanece en el imaginario latinoamericano, incluso en países con fuertes lazos con Estados Unidos y la Unión Europea.

El hecho que estas contradicciones no hayan sido advertidas por la prensa local pone de manifiesto que la opinión pública de la región no solamente desconoce mayormente el conflicto en Ucrania. También ignora que el producto interno bruto ruso es solo una octava parte del de Estados Unidos y la mitad del de China. Hoy, Italia y Brasil son, por ejemplo, economías más grandes que la rusa. Algo que debe tenerse en cuenta cuando estas nuevas asociaciones estratégicas deban materializarse.

Los nuevos y viejos amigos de Rusia en América Latina deben considerar que la “nueva guerra fría”, si tal cosa existe, no versa sobre la ideología del pasado, sino sobre la economía del presente.

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