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Apicultura

Hace 20 años, un grupo de agricultores franceses alertó por primera vez sobre el despoblamiento de las colmenas creadas artificialmente para la cosecha de miel, debido a la desaparición de las abejas. Desde entonces este fenómeno se ha ido incrementando en todo el mundo. No obstante, hasta ahora el país ha logrado sortear esta tendencia negativa.

En efecto, de acuerdo con estimaciones de la Asociación Nacional de Productores Apícolas de Bolivia (Anproabol), este año la producción nacional de miel será de aproximadamente 1.500 toneladas, lo que representa un incremento del 25% respecto al año pasado. Esto pese a que, siempre según la misma fuente, al menos 500 colmenas se vieron afectadas en 2014 por las lluvias, las inundaciones y el intenso calor.

Se trata sin duda de una buena noticia, tanto para las familias que se dedican a este negocio como para el resto del país; pues, como bien se sabe, las funciones que desempeñan las abejas son muy importantes para la naturaleza y la agricultura. Y es que sin ellas no solamente no existiría la miel (un exquisito alimento), sino tampoco el propolio, una suerte de antibiótico natural muy utilizado entre las personas que manifiestan alergias a ciertos remedios industriales, así como también para tratar enfermedades que a veces se vuelven resistentes a los antibióticos tradicionales.

Por si todo ello fuera poco, cabe recordar que las abejas son las responsables de polinizar la mayoría de las especies vegetales que proveen el alimento. De allí que su desaparición constituiría un desastre medioambiental, económico y social de incalculables consecuencias.

Ahora bien, pese al incremento en la producción nacional de miel, es de esperar que no se bajen los brazos en materia de protección y cuidado de estos importantes insectos, cuya población, como antes se dijo, se encuentra seriamente amenazada por el calentamiento global. Esto por las lluvias y el calor cada vez más intensos; así como también por los cambios en las estaciones, y por ende en el ciclo de producción de polen y néctar, lo que afecta la alimentación de las abejas.

A ello se suma el empleo de pesticidas, en particular de aquellos que se fabrican con sustancias derivadas de la nicotina. Los expertos consideran que estos pesticidas son los responsable, junto al cambio climático, de la elevada mortandad de las abejas. Por este motivo, varios países europeos han decidido prohibir su empleo. Una decisión que debería emularse por estos lados.

Adicionalmente, cabe recordar que la mejor manera de salvaguardar la vida de las abejas y de otras especies de animales es a través de políticas estatales de preservación de los bosques, pues éstos constituyen la mejor herramienta a la hora de contrarrestar los impactos del calentamiento global.