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Salario vs. productividad

Un nuevo año supone nuevos desafíos, nuevos emprendimientos y expectativas de mejora en la vida cotidiana de todos los agentes económicos de nuestro país. Cuando hablamos de expectativas, sin duda los trabajadores asalariados del sector privado ya empiezan a pensar en lo que les espera este 2015 en cuanto al nuevo incremento salarial, considerando que en las últimas tres gestiones se tuvo un incremento promedio de 8,6% (8% en 2012, 8% en 2013% y 10% en 2014). No dejemos de lado los incrementos salariales para los funcionarios del sector público, que en promedio superaron el 8% anual en este mismo periodo.

Sin duda, el amable lector estará justificando (con obvias razones) que este incremento se debe principalmente a la inflación, que año tras año va “castigando” los bolsillos de los hogares de estos mismos asalariados; por lo tanto, este incremento es una respuesta efectiva a la pérdida de poder adquisitivo que se sufrió en cada hogar.

Si bien todos estos argumentos son económicamente importantes, hay un aspecto muy de fondo que hemos olvidado, y en el cual lamentablemente no se ha trabajado. Este aspecto es el de la productividad marginal del trabajo. La productividad puede ser entendida como la eficacia con la que el trabajo humano produce sus condiciones materiales de vida, o dicho de forma más simple, productividad es sinónimo de rendimiento, en este caso de rendimiento laboral.

Por lo tanto, al incrementar anualmente el salario, considerar adicionalmente un segundo aguinaldo, entre otros beneficios, hace que nuestros recursos humanos perciban cada vez mayores ingresos por el mismo trabajo que vienen realizando, con el mismo rendimiento laboral que tuvieron todos los años, incluso en el pasado, donde sus ingresos por este concepto eran menores.

Lamentablemente, el hecho de no incentivar una mejora de esta productividad marginal genera, en términos agregados, que nuestro país sea cada vez menos competitivo, por cuanto nuestra mano de obra está mejor pagada por producir exactamente lo mismo de siempre.

Este aspecto debería incentivar a los tomadores de decisión a generar un ámbito formal, continuo y sostenible en materia de formación y capacitación de recursos humanos en los diferentes sectores, que vaya mucho más allá de la simple implementación de un programa coyuntural, pues debemos considerar que el salario no es una retribución a las necesidades que puede tener un trabajador en particular, sino que es una retribución al esfuerzo, y principalmente al rendimiento que éste pueda llegar a tener. Por lo tanto, todos los beneficios deberían estar orientados a “premiar” justamente este aspecto, el de la mejora de la productividad marginal.