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Candelaria vs. Candelaria

Hoy, sábado de Carnaval, Oruro se viste de gala y ostentará su declaratoria de Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Sus calles acogerán a miles de danzarines y músicos de poderosas bandas, quienes, al son de las melodías de nuestro acervo cultural, llegarán en peregrinaje hasta la imagen de la Virgen de la Candelaria para rendir su devoción.

El párrafo anterior podría reescribirse con algunas modificaciones, ¿por qué no? Puno en vez de Oruro, festividad en vez de Carnaval o un estadio en vez de las calles como lugar de devoción, amén de las motivaciones de índole religiosa y expresión artística que parecieran ser similares entre ambos espacios geográficos, incluida la declaratoria de Patrimonio Intangible otorgada por la Unesco a ambas expresiones culturales.

Así es, misma devoción a la Virgen de la Candelaria, misma ejecución de danzas de origen cien por ciento boliviano (entre otras, la diablada, morenada, caporales, tobas y tinkus), y hasta misma participación musical de la prestigiosa y cotizada Banda Intercontinental Poopó. Esta serie de similitudes con aliño de imitación lógicamente despierta en cada boliviano y boliviana una pregunta de rigor: ¿qué sucede?, y seguramente en alguno que otro peruano atento a estos hechos.

Resulta complicado desentrañar las causas de esta migración y absorción cultural de Oruro hacia Puno, incluso el escritor peruano Roberto Valencia Melgar, en un artículo de opinión escrito en el periódico Los Andes Puno en 1968, menciona que anterior a esta fecha no se practicaba en Puno la diablada orureña y que de un año a otro ésta hizo su aparición en el escenario de la festividad de La Candelaria, una danza cuyo mayor atractivo es su atuendo, pero monótona en su movimiento y desplazamiento escénico.

Sin embargo, los efectos son lesivos, de inicio una apropiación impostora de la riqueza cultural boliviana y lógicamente una mayor pérdida de identidad de los peruanos. No se trata ahora de asumir posiciones mezquinas de defensa (o ataque), sino de invitar a los peruanos y sus instituciones a un intercambio cultural que permita de manera conjunta redescubrir qué aspectos del acervo cultural y artístico son comunes entre ambos pueblos y cuáles no.

Así como se baila tango argentino en La Paz, se toca música de mariachis mexicanos en Bogotá o se ejecuta una zarzuela española en Buenos Aires, el hecho es que debe existir un reconocimiento honesto sobre el origen de cada expresión cultural, algo que debiera ser exigido por las autoridades competentes con nuestras danzas del Carnaval de Oruro, devoto a la Virgen de la Candelaria (Socavón) de Oruro en la festividad de La Candelaria de Puno. Los bolivianos, felices de que se practiquen nuestras danzas tal como son; no somos egoístas, pero sí defensores de lo nuestro.