Exclusión educativa
La educación es un derecho elemental para la superación y el desarrollo de cualquier persona.
En el país, muchas de las personas que nacen con algún tipo de discapacidad están condenadas a vivir una vida de dependencia y exclusión. Esta lamentable realidad comienza no solo en los hogares, sino también en las escuelas y colegios, donde la falta de rampas, plataformas y otros elementos impide la inclusión educativa de personas con discapacidad.
En efecto, este medio hizo un recorrido el miércoles pasado por seis unidades educativas de la urbe paceña y verificó que en los edificios nuevos y antiguos no hay rampas, ascensores ni baños adaptados para integrar a los niños y jóvenes que tienen alguna limitación física. Asimismo, la representante del Defensor del Pueblo en La Paz confirmó esta situación, luego de una evaluación que su repartición realizó a 45 unidades educativas públicas y privadas antes del inicio de clases.
Coincidiendo con este escenario, según estimaciones del Centro de Investigación para el Desarrollo Socioeconómico (Ceindes), a las unidades educativas regulares solo asiste el 2% de los niños con discapacidad, y otro 4% concurre a centros de educación especial. Es decir que el restante 94% no está registrado en el sistema educativo regular o especializado. Un grado de exclusión en verdad alarmante, más aun tomando en cuenta que la educación es un derecho elemental para la superación y el desarrollo de cualquier persona.
Consultado por este diario, el Viceministro de Educación Especial y Alternativa reconoció esta problemática y la atribuyó a que la mayoría de los colegios posee una infraestructura antigua. Para subsanar estas falencias, la autoridad señaló que técnicos del ministerio están trabajando en la redacción de una norma que agregará estos aspectos arquitectónicos como requisito para las nuevas edificaciones escolares. Adicionalmente, en los últimos meses se ha capacitado a cerca de 140.000 maestros en sistema Braille, lenguaje de señas y otros, para que puedan enseñar a los niños y adolescentes con discapacidad que asisten a la educación regular (7.000 aproximadamente), según dijo.
Ahora bien, además de una infraestructura incluyente y docentes mejor calificados, hace falta asimismo trabajar para romper con los prejuicios de algunos progenitores y tutores, quienes no invierten en el futuro de sus hijos que tienen algún tipo de discapacidad por falta de confianza en ellos, o bien porque se avergüenzan y deciden marginarlos de la sociedad.
Una visión que concentra la mirada en las discapacidades de los niños, en vez de prestar atención a sus potencialidades, y que pone en evidencia la profunda ignorancia que limita a muchas familias del país. En cambio, cuando un niño recibe el amor y el apoyo de sus familiares, sus limitaciones muchas veces se convierten en su mejor aliado, pues lo obligan a esforzarse más que los demás, lo que al final lo pone por encima del resto.