Diré mejor en defensa de los padres de Bolivia, los excombatientes de la Guerra del Chaco, quienes verdaderamente merecen ese altísimo honor, y que se verán beneficiados por un decreto supremo aprobado recientemente por el Gobierno.

Hace unos días, La Razón publicó una nota sobre la puesta en práctica de la exención en el pago de servicios básicos para los 100 beneméritos que aún privilegian con su invalorable compañía a sus respectivas familias. La noticia es buena, pero es tardía. Pues se beneficiarán decenas de ciudadanos; pero lo que no dicen la estadísticas es que el menor de ellos tiene actualmente 95 años, que estos 100 últimos héroes fueron soldados rasos y combatientes de las mil batallas en que les tocó pelear, y que solo Dios sabe el tiempo efectivo que les acompañará este feliz beneficio.

Otro tema que no se suele comentar es que nuestros héroes durante la guerra no solo sufrieron sed y hambre mientras defendían la patria con gran valor, sino que además fueron sujetos de mal trato por parte de sus propios superiores, y que aun así lograron vencer a la misma muerte.

Tiempo atrás, los familiares de los excombatientes sugerimos que cada soldado del Chaco reciba un monto en efectivo que muy bien podía servirle para comprar lentes nuevos, unos audífonos, un marcapaso moderno o resolver alguna otra urgencia de salud del propio beneficiado. Ahora el tiempo ha pasado, y más para ellos, cuya naturaleza les abandona raudamente en esta etapa de sus vidas. Es posible que muchos ya ni entiendan el alcance de la concesión que acaban de recibir.

Estos héroes bolivianos que aún siguen vivos solo esperan que la sociedad les brinde el respeto que se merecen. Y si en algo les estima el Gobierno y les quiere agradecer de verdad por sus servicios prestados, deberían realizarse los trámites pertinentes para que se les lleve a sus domicilios el estipendio que el mismo Estado les tiene asignado mensualmente. Es una verdadera pena y hasta da vergüenza verlos ingresar en los recintos de pago, auxiliados por dos y hasta tres parientes, entre bastones y sillas de ruedas. Y mejor ni pensar en las peripecias que muchos de ellos se ven obligados a realizar trasladándose en transportes públicos para poder cobrar tal beneficio.

Cuando menos se les debería evitar las fatigas actuales a las que están sometidos estos 100 padres de la Bolivia moderna que todavía acompañan a nuestra sociedad. Después de esto, cuando Dios lo disponga, tal vez hasta la misma muerte les brinde un homenaje al verles llegar, recordando su valor durante la Guerra del Chaco, hazaña que les permitió retener para Bolivia los campos de petróleo y gas que hoy sirven y han servido durante décadas a la patria.